El escritor y divulgador de la ciencia José Gordon sostuvo que una de las posibilidades esenciales que explora en su novela El libro del destino es la de “aliviar el sufrimiento, aunque sin perder nunca la memoria”.
El autor, en entrevista con este diario, refirió que el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel sostenía que lo importante no es lo que hemos sufrido, sino lo que hacemos con eso para que otros no sufran.
Gordon (CDMX, 1953) destacó que “mientras más silencio interno podamos explorar, tal vez logremos no repetir las historias que parecen llamarnos siempre y así descubrir que los emisarios que tocan a nuestras puertas pueden ser mensajeros de libertad y fraternidad”.
La novela El libro del destino, publicada en 1996 y que se redita ahora en el sello DeBolsillo, será presentada hoy a las 19 horas en la librería Rosario Castellanos.
La narración comienza con la línea: “Si todo ya estaba escrito, estas líneas también ya estaban escritas”; sin embargo, el periodista cultural matizó que aunque todo esté consignado de alguna manera, no necesariamente está leído; entonces se trata de ver cómo vamos “descifrándonos y aumentando los márgenes de nuestra libertad, que no son tan amplios como quisiéramos”.
El problema de entender el determinismo y el libre albedrío le interesó mucho, continuó Gordon, al Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Cien años de soledad es un libro del destino de América Latina, donde al final se revela que la historia de la familia Buendía ya estaba descrita en los pergaminos de Melquíades.
El escritor manifestó su fascinación por los “libros del destino” de India, “en los que sabios antiguos codificaron en viejos pergaminos –que he tenido la posibilidad de investigar– las diferentes combinaciones de destinos posibles”.
Refirió que la posibilidad de que nuestras vidas ya estuvieran escritas ha inquietado a muchos poetas, como al también Nobel de Literatura Octavio Paz, quien en su poema “Hermandad” dice: “Soy hombre: duro poco / y es enorme la noche. / Pero miro hacia arriba: / las estrellas escriben. / Sin entender comprendo: / también soy escritura / y en este mismo instante / alguien me deletrea”.
La poeta Sor Juana Inés de la Cruz planteaba “sílabas las estrellas compongan”, como si pudiera haber una especie de libro en la naturaleza; “es algo que ha apasionado a las mujeres y los hombres de ciencia mientras tratan de descifrar el lenguaje del universo. Algunos de ellos dicen que es matemático; los dramaturgos plantean que es poético”, explicó el periodista cultural.
Añadió que la tercera ley de Newton asevera que a toda acción corresponde una reacción en sentido opuesto y con la misma intensidad; “dramaturgos y poetas han intentado ver cómo se escribe este flujo de acción y reacción y qué márgenes tenemos en este juego”.
El narrador se refirió a los grandes dramaturgos que desean poner en escena estos flujos para mostrar cómo impactan nuestras acciones en las historias propias para dar origen a un relato o a un drama. “Algunos están tan acostumbrados a tratar ese problema que ya saben que, con un tono de voz o un gesto, su alumno podría estar dirigiéndose a un melodrama”.
Ante ciertas encrucijadas críticas, relató Gordon, “se nos antoja ver si alguien podría leernos el destino. De ahí surge la exploración en esta novela sobre lo que nos va a pasar. Hay maestros en artes adivinatorias que tienen una poderosísima intuición y saben leer el juego de acción y reacción, que tiene una correspondencia entre los mundos interno y externo; la poesía de alguna manera ve presagios y signos de lo que está por acontecer con una lectura muy fina”.
En las culturas orientales la palabra “karma” es neutra, explicó el también traductor: es drama y desde ahí los expertos en artes adivinatorias “hacen una especie de karmaturgia, un estudio de cómo se va desenvolviendo la acción y la reacción en los dramas humanos”.
El libro del destino explora la historia de una pareja con algunos años viviendo juntos y que está en un proceso de separación. Ella decide consultar a una experta en artes adivinatorias, a las que llama karmaturgia.
El autor destaca la sorpresa del protagonista cuando se hace una lectura de la tragedia de su madre, sobreviviente del Holocausto. Desde ahí se desarrolla una trama que investiga cómo esas condiciones difíciles marcaron a las siguientes generaciones.
“Es una experiencia de terror que a veces uno no quiere comunicarla a los hijos para que no sufran y, sin embargo, en ese silencio aparecen fantasmas en la segunda generación, y no sabe darle una dimensión a ese horror.”