La Cámara de Diputados conmemoró el 50 aniversario del golpe de Estado en Chile con una sesión solemne, en la cual el cineasta y presidente de la Comisión de Cultura, Carlos Ortiz Tejeda (Morena), cedió los derechos de los documentales que realizó durante la dictadura de Augusto Pinochet.
El legislador entregó a la Mesa Directiva un disco duro que contiene su material, con el objetivo de que quien lo desee pueda obtener una copia. “Así cumpliremos otro compromiso: que el mundo sepa lo que aconteció en Chile”, expresó.
En video, la embajadora de Chile en México, Beatriz Sánchez Muñoz, reconoció a México como fundamental para su país “en los momentos más oscuros”. Con el Palacio de la Moneda como fondo, agradeció a la cámara el gesto de convocar a una sesión especial y recordó que, cuando se instauró la dictadura pinochetista, “México abrió sus puertas para miles de chilenos, quienes encontraron un hogar en el momento del exilio y donde hicieron su vida. Eso lo queremos agradecer y dejar puesto sobre la mesa”.
Resaltó que el quiebre democrático, así como la tortura, exilio, muerte y desapariciones contra el pueblo chileno afectó no sólo a América Latina, sino al mundo. “La figura de Salvador Allende no sólo es un ícono para Chile, sino también es señero para América Latina”.
Como parte de la conmemoración, Ortiz Tejeda realizó una crónica “de los momentos más intensos cuando viajamos a Chile a buscar la verdad”.
Desde la tribuna, relató: “El primer duro golpe fue la visita al estadio Nacional, convergido en trágica mazmorra donde, muertos de hambre y torturados, estaban hacinados cientos de chilenos, cuyo común denominador era su evidente condición proletaria.
“Era un mitin de miserables, pero además azotados, torturados, masacrados y muchos de ellos finalmente exterminados. Ahí, se sabe, cortaron las manos, aún con vida, a Víctor Jara”.
Contó que a él y al camarógrafo Alexis Grivas una multitud de familiares y amigos de los detenidos los rodearon para presentar sus denuncias, en abierto desafío a los militares que resguardaban el estadio.
“Pedían nuestros micrófonos para quejarse, denunciar y casi unánimemente gritar su indignación, su rabia y dolor. Rechazaban los infundios de que Allende había armado a obreros y estudiantes y refutaban la versión del suicidio” del presidente.
Ortiz Tejeda expresó que Allende “entró a La Moneda por la fuerza del pueblo. Ganó legítima y democráticamente su elección. Los militares lo echaron fuera. Ahí cayó Salvador Allende, pero que no se olvide el fallo del mundo: cayó como quien se levanta”.
A nombre del PRI, Augusto Gómez Villanueva manifestó que los asesinos de Allende “pretendieron ocultar su felonía criminal y su incalificable traición; destruir los hechos consumados del bombardeo y la metralla aérea con el ‘suicidio’ del prócer, sin pensar que la verdad le daría la grandeza de héroe a quien pretendieron restar su dimensión histórica por la calumnia cobarde y la visión fantasiosa”.
Marcela Guerra (PRI), presidenta de la Cámara, expuso que “la herida sigue abierta después de cinco décadas de desaparecidos cuyo destino se desconoce, ausencias atroces, infames, brutales, silencios catastróficos en muchas familias y la sociedad”.
Más tarde, en la sesión ordinaria y a propuesta de Morena, el pleno dedicó un minuto de aplausos para acompañar la condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca en grado de collar, que el presidente Andrés Manuel López Obrador otorgó a Salvador Allende, en su visita a Santiago de Chile.