Nueva York., Desde la zona cero hasta pequeños poblados, los estadunidenses recordaron ayer el aniversario 22 de los atentados perpetrados por Al Qaeda en Nueva York, Washington y Pensilvania, que dejaron 2 mil 977 muertos.
Aviones secuestrados por militantes del grupo islamita, en su mayoría árabes sauditas, se estrellaron contra el World Trade Center, el Pentágono y una pradera en Pensilvania, en un ataque que cambió la política exterior estadunidense.
El presidente Joe Biden presidió una ceremonia en una base militar en Anchorage, Alaska, donde hizo una parada en su viaje de regreso a Washington tras visitar India y Vietnam. El gobernante pidió a los estadunidenses que no sucumban a la “venenosa política de la diferencia y la división”, y agregó: “no debería hacer falta una tragedia para recordarnos el poder de la unidad nacional, pero así es como honramos de verdad a los que perdimos el 11-S”.
La vicepresidenta Kamala Harris, junto con el alcalde de Nueva York, Eric Adams, y anteriores gobernantes de la ciudad, así como familiares de las víctimas, estuvieron en el lugar donde fueron derribadas las torres gemelas del World Trade Center; ahí se leyeron los nombres de los fallecidos.
Algunos discursos incluyeron declaraciones patriotas sobre valores estadunidenses y agradecimientos a los cuerpos de rescate y a las fuerzas armadas. Uno elogió al comando SEAL que abatió al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, en Pakistán en 2011. Otro orador reconoció las muchas vidas perdidas en la “guerra contra el terrorismo” lanzada después de los atentados.
El condado de Goodhland, en Virginia, zona mayormente rural y de 25 mil habitantes, ubicada a más de 160 kilómetros del Pentágono, tiene un monumento a las víctimas del 11-S y realiza dos ceremonias anuales: una para honrar a los rescatistas y otra en recuerdo de los muertos.
Jill Biden, esposa del presidente, depositó una corona de flores en el monumento en el Pentágono, donde una bandera estadunidense gigante colgaba al costado del edificio; sonaron las campanas a las 9:37 de la mañana, hora en que uno de los aviones secuestrados impactó en el cuartel general.
Todavía quedan mil 104 víctimas cuyos restos no se han podido identificar. La semana pasada las autoridades neoyorquinas anunciaron la identidad de dos nuevas víctimas gracias a estudios con nuevas tecnologías de secuenciación de ADN.
“El 11 de septiembre convirtió a Estados Unidos en una nación en guerra, y cientos de miles de personas dieron un paso al frente para servir a nuestro país de uniforme”, declaró el secretario de Defensa, Lloyd Austin, en el Pentágono.
Los ataques de 2001 llevaron al entonces presidente George W. Bush a lanzar una “guerra global contra el terrorismo” que incluyó un asalto militar a Afganistán para encontrar Bin Laden, quien eludió la captura hasta que fue abatido en una redada estadunidense en su complejo de Pakistán, ordenada por el entonces presidente Barack Obama.
La guerra en Afganistán llevó a las tropas de Estados Unidos a permanecer ahí desde 2002 hasta 2021, cuando la administración Biden ordenó su retiro, lo que llevó al Talibán a recuperar el poder e imponer un gobierno islámico.
Washington declaró la guerra a Irak en 2003, alegando que el país tenía armas de destrucción masiva, que nunca fueron encontradas, y derrocó a su presidente, Saddam Hussein, quien fue ejecutado.
En la prisión en el territorio cubano ocupado de Guantánamo, Estados Unidos encerró a lo largo de 21 años a 780 hombres y menores musulmanes “sospechosos”, que fueron sometidos a “infinidad de violaciones a los derechos humanos”, denunció la directora de Amnistía Internacional, Agnes Callamard, al exigir en junio pasado el cierre de esa prisión, donde permanecen 30 hombres, de acuerdo con un informe de la Organización de Naciones Unidas.