Los reportes sobre la muerte de la democracia son muy exagerados. La mayoría de las personas en todo el mundo prefiere vivir en sociedades democráticas. Consideran que este sistema puede mejorar sus vidas y resolver problemas comunes. También se inclinan fuertemente hacia la postura de que los gobiernos deben defender los derechos individuales de los ciudadanos, independientemente de su apariencia, religión y su orientación o preferencia sexual o de género. A nivel global, quieren que haya mayor cooperación e instituciones más fuertes. En otras palabras: aún tienen fe en los ideales democráticos y multilaterales.
Esta es la buena noticia que proviene del estudio de las más amplias encuestas globales sobre los derechos humanos y la democracia, difundido hoy, 12 de septiembre de 2023, en el reporte Open Society Barometer, que reúne los resultados de sondeos de opinión pública de 30 países y retrata lo que podría ser un cuadro sorprendentemente alentador sobre el apoyo de la población en todo el mundo a los principios democráticos en una época en la que a menudo se dice que éstos están en crisis. Por ejemplo, 86 por ciento de los encuestados dijeron que quieren vivir en una democracia y sólo 20 por ciento piensan que los países autoritarios logran dar a sus ciudadanos lo que quieren con más frecuencia que los democráticos.
La mala noticia es, sin embargo, que esta fe parece estar debilitándose. Si bien 71 por ciento de los encuestados de 56 años en adelante opinaron que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, esta opinión bajó a sólo 57 por ciento dentro del grupo de entre 18 y 35 años. Un patrón similar, aunque menos pronunciado, se observó en apoyo a líderes “fuertes” que prescinden de consensos y elecciones, que fue apoyado por 26 por ciento del grupo de mayor edad y 35 por ciento de los más jóvenes. Los regímenes militares fueron apoyados por 20 por ciento de la gente mayor y 42 por ciento de los jóvenes.
Comprendamos esto: más de dos de cada cinco jóvenes, en una muestra representativa de los países de todo el mundo, no ve la democracia como la mejor forma de gobierno, y más de dos de cada cinco expresan su apoyo a algún tipo de control militar. Esto sugiere que con cada generación pierden fuerza los ideales y principios democráticos, y esto es un descubrimiento que debe hacer sonar la alarma, pero que quizá no deba sorprendernos. Después de todo, las personas de entre 18 y 35 años son jóvenes que han crecido durante la época de la “policrisis” que emergió y se manifestó en diferentes formas de inestabilidad en los aspectos climático, económico, tecnológico y geopolítico, en una medida jamás vista.
El estudio nos dio visos de esa inestabilidad, y las respuestas de los encuestados en el grupo joven indicaron altos niveles de preocupación ante la violencia política, el precio de los alimentos, el cambio climático y la corrupción. Es de esperarse que esto provoque un giro hacia modelos antagónicos de gobierno que prometen un liderazgo fuerte a pesar de que, en la realidad, muchos estados autoritarios sugieren que son menos efectivos que el modelo democrático y no más efectivos.
¿Qué hacer? Una cosa que he observado durante mi carrera, que ha pasado por el gobierno, el desarrollo y los derechos humanos, es que no existe un sistema o idea de gobierno que subsista sólo de ideales abstractos. El poder y la legitimidad de la democracia dependen de la confianza de la gente en que este modelo puede mejorar sus vidas, tanto porque ofrece una garantía a sus libertades, como por su capacidad de generar un mayor bienestar material.
Por lo tanto, enfrentar la creciente desilusión con el gobierno democrático y algunos de sus principios fundamentales entre los más jóvenes implica restaurar la confianza en que el sistema puede generar calles más seguras, más vivienda, mejor educación y servicios de salud; alimentos y energías a precios más accesibles. La labor que tenemos enfrente –que implica el reto de los estados y sociedades de satisfacer las necesidades de la población de manera más efectiva– es la misma tarea que tenemos todos los que queremos defender la democracia y mantenerla a salvo para las generaciones que vengan.
* Ex secretario adjunto de la Organización de Naciones Unidas y actual presidente de Open Society Foundations
Traducción: Gabriela Fonseca