Más de la mitad de los trabajadores en México viven en la economía informal. Hay 33 millones de personas que laboran al margen de la ley, contra 28 millones registrados en el IMSS, el Issste y gobiernos locales.
Existe una connotación negativa de la informalidad, como si perjudicara a la sociedad. En algunos sectores, los informales se aprecian como de segunda categoría, porque no pagan impuestos ni ofrecen seguridad social a sus empleados.
Aunque la informalidad se puede dar en cualquier sector socioeconómico, incluyendo a los ricos y poderosos, el concepto se asocia con la pobreza y la falta de educación, con aquellos que no consiguen trabajo en el gobierno o una empresa formalmente registrada. También entran en este grupo los que se dedican a negocios ilícitos, como distribución de droga, cobro de derecho de piso, venta de productos robados o esclavización de personas para diversos fines.
La gran mayoría del trabajo informal tiene más beneficios que perjuicios para la economía. En países en los que se dificulta registran negocios establecidos, como es nuestro caso, la informalidad es indispensable para la sobrevivencia de más de la mitad de las familias.
De acuerdo con el Sistema de Cuentas Nacionales de México del Inegi, el trabajo informal aportó 24 de cada 100 pesos del PIB en 2021. Es decir, cerca de la cuarta parte de la riqueza nacional se crea en actividades no registradas, lo que equivale aproximadamente a 6 billones de pesos anuales. En su mayoría, se trata de micro negocios dedicados a actividades como el comercio, los servicios, la construcción y la manufactura.
Pero no se crea que los mexicanos pobres son informales por gusto. Si dedican parte de los recursos que ganan a cumplir con el fisco y la seguridad social, simplemente no sobreviven. Además, pagan altos costos por extorsiones y a las autoridades locales para que los dejen trabajar.
Un ejemplo es el de los mercados sobre ruedas. Se trata de micro comerciantes independientes que día con día pagan cuotas que no registra el fisco para hacer frente al gasto público. Al final de cuentas, los informales pagan más en términos porcentuales que trabajadores y empresarios registrados formalmente.
Hay que revalorar a estos mexicanos que sobreviven a pesar de las trabas que les imponen gobierno y sociedad.