El huélum volvió hacer eco en el orgullo de Pumas CU. Una vez más el goya fue apagado a causa de la superioridad de las Águilas Blancas. El estadio Ciudad de los Deportes constató el dominio del Instituto Politécnico Nacional en la llamada rivalidad más añeja de México.
Fue así que el clásico colegial se quedó por cuarta vez consecutiva del lado de los guindas, que ayer se impusieron 42-21 a los auriazules en un inmueble que vibró con el comienzo de la Liga Mayor de la Onefa.
El sol de mediodía fungió de escenario perfecto para recibir a las dos universidades públicas más importantes del país, que desde 1936 han forjando este antagonismo deportivo.
El calor capitalino no cedió y las gorras y los sombreros se convirtieron en los acompañantes predilectos para los presentes.
Con una afición dividida en el graderío, las Águilas Blancas tomaron la iniciativa en los primeros minutos de juego.
La lluvia de cánticos no cesaba, mientras los locales tomaban ritmo en su segunda serie ofensiva.
El ovoide lo fueron moviendo hasta que el receptor Ricardo Aviña, en una jugada reversible con Alan Herrera, apareció sin marca en la zona anotación, para que el huélum retumbara como nunca antes.
El conjunto politécnico daba el primer golpe, pero la respuesta felina llegó minutos después con uno de sus elementos más hábiles. Por tierra, Esteban Espinosa entró a la zona prometida con un acarreo de 10 yardas, con lo que se que igualaba la pizarra.
Sin errores previos, Mike Patiño cometió el primero. Se precipitó y fue interceptado en la yarda 35 de su propio equipo. Pumas aprovechó el regalo del mariscal de las Águilas, y con un marco inmejorable, Eduardo Rivera, quien había sustituido momentos antes a Leonardo de Garza por lesión, lanzó un pase de fantasía, por debajo de la cintura, al estilo de Patrick Mahomes, para dejar en posición de anotación a Espinosa Flores. La afición, incluso rival, quedó anonadada por la destreza del segundo pasador de los universitarios.
Foto Víctor Camacho
“¡No chingues, qué jugadón!”, expresó al aire un señor de más de 50 años ante el virtuosismo de Rivera.
Aunque eran menos en el inmueble, el ánimo de la gente auriazul creció en paralelo a la entrega de sus jugadores. Ahora eran los ruidosos.
Sin embargo, no tardó para que la balanza se volviera a equilibrar.
Ocho segundos antes de irse al descanso, Patiño, con un envio exacto a las diagonales, se repu-so del desliz que había cometido momentos antes. Se combinó con Alan Muñiz. La narrativa fue completamente diferente en los últimos dos cuartos.
El enfrentamiento pasó de un partido parejo, a un dominio abrumador en favor de los locales, que con tres anotaciones sin respues-ta de sus oponentes mostraron su poderío al ataque.
Patiño se lució con un segundo pase a la diagonales, esta vez para Alejandro Meza, y añadió una más por la vía terrestre. Julio César Hurtado aumentó el marcador con otro acarreo, y gran parte del público guinda comenzó con los cánticos picantes.
“Quieren llorar, quieren llorar”, se escuchó ante la superioridad de la plantilla del IPN.
La visita agregó una anotación más, aunque los del Casco de Santo Tomás, en una patada corta, recuperaron el balón y llevaron por sexta ocasión el ovoide a las diagonales.
“Este plantel no sólo está para ganarle a Pumas CU, la meta es llegar lo más alto posible: ir por el campeonato”, compartió Patiño.