Era un amistoso, es verdad. También es cierto que el partido de ayer era además una presentación formal de Jaime Lozano como entrenador definitivo con el Tricolor. Un duelo simbólico que se trastocó en un bautismo de fuego para el entrenador que ganó la Copa de Oro como interino. Un apurado empate 2-2 ante Australia, un rival que no es precisamente una potencia en el futbol.
En el país de los ornitorrincos, el deporte más popular es el rugby –un juego que concilia el caos con el orden de unas reglas complejas–, pero tuvo la suficiente malicia para poner en un predicamento a la primera convocatoria en forma del Jimmy.
Apenas había transcurrido un cuarto de hora y otra vez los fantasmas del fracaso recorrieron la memoria. Un pésimo trabajo defensivo en una tiro de esquina, sirvió para que Harry Souttar le ganara el espacio a Johan Vásquez para anotar el primer gol australiano.
Un penal abrió la oportunidad para el Tri y el responsable de cobrarlo fue Santiago Giménez, quien pateó con tino tan torcido que el balón dio de lleno en el poste izquierdo.
En cambio, los de Oceanía no desaprovecharon cuando el penalti se marcó a su favor. Martin Boyle mandó el balón a la red para su segundo tanto y el equipo mexicano parecía camino a una nueva derrota.
Un nuevo penal dio esperanzas a los de Lozano. El cobrador fue Raúl Jiménez y sabía que el equipo no podía errar otra vez. El jugador del Fulham anotó por fin.
El partido estaba por terminar y César Huerta hizo una proeza. Una locura que nació con un trazo kilométrico desde la media cancha y con un cambió de juego. El Chino aprovechó la torpeza de un zaguero rival que dejó botar la pelota y el mexicano conectó un gol que rescató al equipo nacional de una derrota impensada.