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Cultura

2023-09-09 06:00

La figura de Salvador Allende se irá engrandeciendo

Carlos Ortiz Tejeda durante la entrevista. Cristina Rodríguez
Periódico La Jornada
sábado 09 de septiembre de 2023 , p. 2a

La instauración de la dictadura en Chile fue registrada por el cineasta Carlos Ortiz Tejeda (Saltillo, 1938), quien capturó los efectos de la violencia política y la represión, así como acontecimientos históricos, como el funeral del Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, y le hizo una entrevista al líder de la sublevación, Augusto Pinochet.

En entrevista con La Jornada, el hoy diputado del Congreso de la Unión de México contó los pormenores de su documental Contra la razón y por la fuerza (1974), cuyo material fue filmado en los días posteriores a la asonada militar del 11 de septiembre de 1973 y es testimonio de los efectos del derrocamiento del gobierno socialista y democrático de Salvador Allende.

El legislador tenía trato personal con el presidente chileno y su familia. En diciembre de 1972, grabó el discurso que el mandatario ofreció en la Universidad de Guadalajara.

Allende fue “un hombre de gran conciencia política, leal a sus ideas y con una honestidad personal, de convicciones y rectitud; atractivo, con un magnetismo extraordinario. Creo que su figura se va a ir engrandeciendo”, detalló el realizador al relatar los problemas que enfrentó para que las grabaciones llegaran a México y se publicaran.

Recordó que el documental vio la luz gracias a María Esther Zuno de Echeverría, quien tuvo una gran amistad con Hortensia Bussi, esposa de Allende. Su camarógrafo fue el griego Alexis Grivas, quien lo acompañó y no le recibió ninguna clase de pago.

El cineasta, también colaborador de este diario, narró que al enterarse de la muerte de Neruda se fue al día siguiente a Chile y llegó al sepelio, “algo que no aguanta nadie, aunque no fuera un izquierdista, pues se trataba del gran poeta, el Premio Nobel. Está en el documental”.

A la casa de Neruda “llegó el ejército, la incendió; al apagarse el fuego todos los libros estaban tirados por el suelo. Fue una emoción terrible, porque entre el lodazal que dejaron los soldados me incliné a recoger cualquier cosa, y encontré dos textos hechos en México”.

La procesión fúnebre, continuó Ortiz Tejeda, se inició con unos 25 extranjeros, entre embajadores y agregados, pero luego creció a unas 5 mil personas. “A los lados estaban las metralletas, las tanquetas y todo. Comenzamos a avanzar, y una vieja, sesentona, patizamba, vestida de negro, comenzó a gritar: ‘¡No has muerto, no has muerto, solamente has quedado dormido!’, y luego: ‘¡Pablo Neruda! ¡Presente! ¡Pablo Neruda! ¡Presente!’ Unas dos cuadritas más allá comenzó a cantar La internacional”.

Sobre su trabajo de registro de la brutal situación de violencia política, el legislador mexicano contó que debido a que llevaban pocos rollos de película se detenían cuando veían un grupo de cuerpos. “Ahora lo oigo y me parece bestial, pero allá era cierto: queríamos que se viera el montón de muertos en la universidad, y teníamos tan poco material, y luego la gente en el Estadio Nacional: tengo filmado donde estaban todos los detenidos.

“La gente comenzó a chocar, hasta dentro de la propia izquierda, los del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) con otros. Los ricos, evidentemente, aplaudiendo a rabiar. Los periodistas estaban divididos entre los simpatizantes de la Unidad Popular, de esto y aquello. La gente en las calles rodeando el estadio.

“Hubo un niño que me dijo: ‘Vengo a ver a mi papá’. ‘¿Qué hizo?’, le pregunté, y el pequeño respondió: ‘Nada, pero sabían que era de la Unidad Popular, llegaron y se lo trajeron; todas las mañanas sale en esa ventanita, saca un pañuelo y nos saluda’. Esta es la primera vez que lo platico sin llorar. Lo he visto chorros de veces. Termina cantando La internacional.”

Al poco tiempo de filmar todo ese material, Ortiz Tejeda supo que se metieron a su habitación y pensó que le habían robado las cintas. Sin embargo, el taxista que habían contratado resultó del MIR y le informó que había escondido el material en las cortinas.

Cuando supo que la policía lo estaba buscando, el documentalista fue a hablar con un general y en vez de ser detenido, para su sorpresa, consiguió una entrevista con Pinochet, con la excusa de que la charla serviría para disminuir la influencia en México del presidente Allende.

El dictador, dijo el cineasta, “fue un imbécil. Mis opiniones no son por animadversión ideológica. En la entrevista que le hice, dijo: ‘En nuestros primeros pasos, vamos a estatizar todo... no, perdón’. Tuvo que corregir; yo nada más me acalambré y pensé: ‘Ya te agarré’. Si le hubiera comentado: ‘Señor, perdón, ¿estatizará?’, no salgo de ahí, me quitan el material”.

Para traer las cintas a México, pidió ayuda al entonces embajador Gonzalo Martínez Corbalá, quien no se las quería recibir y traer al país porque se ponía en riesgo a los asilados en la sede diplomática. Cuando el documentalista arribó al país, el material lo tenía el director de Notimex, Horacio Estavillo, quien no quería entregárselo. Fue gracias a la intervención de Zuno de Echeverría que se lo dieron.

La cinta tuvo el apoyo de la ahora embajadora en Argentina, Lilia Rossbach, el director de cine Luis Alcoriza y el diplomático Jorge Alberto Lozoya; por otro lado, la oposición de Mario Moya Palencia y Rodolfo Echeverría Álvarez.

El trabajo se pudo presentar en la Quincena de los Realizadores de Cannes, en los festivales de Berlín; Grenoble, Francia; Moscú, y muchos lugares más. Obtuvo premios y reconocimientos, como La Paloma de Oro de la Paz, el primer premio de la Crítica Francesa, el Ariel y la Diosa de Plata.

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