Por su éxito, el Museo de Artes Decorativas de París extendió la duración de la exposición Des Cheveux et des Poils (Cabellos y pelos), que explora la historia del peinado en nuestra era y la relación que los humanos tenemos con el cabello y con el vello corporal, un motivo de discusiones religiosas, vergüenza y molestia. Lo hace a través de fotos, filmes, pinturas, artefactos y accesorios.
Durante siglos, el delgado filamento de nuestra piel ha tenido enorme importancia en la vida cotidiana, la moda y la historia. En el siglo II, Clemente de Alejandría llamó a la barba “la marca de un hombre”, y por eso no era “santo profanar el símbolo de la virilidad”. Pero hace un milenio un arzobispo de Francia amenazó con excomulgar a quien luciera barba o pelo largo.
En el siglo XV, las mujeres pudientes de Occidente eliminaron el velo con el que cubrían su cabeza, para lucir peinados muy elaborados y variados accesorios. En la Corte de Luis XIV reinan los de enorme altura y sofisticación, y se pusieron de moda las pelucas extravagantes. Sobreviven de todo tipo para esconder la calvicie, como la platinada de Warhol.
Durante muchos años, el cabello de las mujeres fue considerado algo propio de los animales, por lo que era mal visto y hasta signo de lujuria mostrar en publico la cabellera natural. En los hombres, de los rostros lampiños de la Edad Media se pasó en el Renacimiento a la barba, símbolo de fuerza y valor. En el XIX, reinan el bigote, las patillas y la barba, con variados instrumentos para moldearlos y embellecerlos.
No faltan en esta exposición ejemplos de cortes, estilos y peinados en boga del siglo pasado y hasta nuestros días: los sofisticados de la belle époque, la permanente, el flequillo, el ondulado y el rubio tipo Marilyn Monroe y Rita Haywoth; el lacio, el mohicano, el afro, el punk, con explosivos colores. Además, se impone en la mujer el depilado de pubis, piernas y axilas.
En Francia, la alta peluquería es arte y reino de estilistas de fama internacional, creadores de peinados de gran calidad e imaginación para top models, figuras del espectáculo y casas de moda. Todo, apoyado en aparatos tecnológicos y tinturas muy variadas.
Destaquemos de la exposición la foto que Julien Levin captó de Frida Kahlo en 1938, en la que aparece con el dorso desnudo y sofisticado peinado, y El origen del mundo (1866), la más célebre pintura de Gustav Courbet.