Moscú. La llegada ayer a Kiev del secretario estadunidense de Estado, Antony Blinken, la tercera visita desde que Rusia lanzó su intervención militar hace año y medio, como muestra de apoyo a Ucrania, en la que anunció la entrega del enésimo paquete de ayuda por mil millones de dólares, coincidió con un ataque de la artillería rusa contra la ciudad de Konstantinovka, controlada por los ucranios en la región de Donietsk, el cual impactó en el mercado central y causó al menos 17 muertos y más de 30 heridos.
Blinken ofreció al presidente Volodymir Zelensky “garantizar que Ucrania tenga todo lo que necesita para seguir avanzando en su contraofensiva” y también para contar con “capacidades defensivas sólidas para que no vuelvan a ocurrir agresiones como la de hoy (ayer)” en el mercado de Konstantinovka.
Zelensky, quien calificó el ataque contra el mercado de “insolencia del mal, completa mezquindad, absolutamente inhumano”, exhortó a “derrotar cuanto antes la maldad rusa”.
El jefe de la diplomacia estadunidense, en conferencia de prensa al término de sus conversaciones con su colega Dmytro Kuleba, dijo que de los mil millones de dólares, 665 mil 500 millones serán para ayuda militar y civil en el área de defensa. Blinken reveló que, desde que comenzó la guerra, Estados Unidos ha dado a Ucrania 43 mil millones de dólares en armamento.
Por su parte, el Pentágono (Departamento de Defensa de Estados Unidos) dio a conocer que está listo para enviar a Ucrania una nueva selección de asistencia bélica, la número 46 desde agosto de 2021, que incluye por primera vez proyectiles con uranio empobrecido de 120 mm para tanques Abrams, si bien este tipo de blindado todavía no llega al ejército ucranio.
Según un comunicado de la dependencia militar estadunidense, Ucrania recibirá también proyectiles para sistemas móviles de lanzamiento de misiles Himars y cañones calibre 150 y 155 mm, morteros y sus municiones, misiles antitanque, más de 3 millones de balas para fusiles automáticos, equipos de navegación y comunicaciones, entre otras armas por un total de 175 millones de dólares.
La Rada (Parlamento ucranio)ratificó ayer como nuevo ministro de Defensa a Rustem Umerov, de origen tártaro, minoría étnica de Crimea. Ante los diputados, Umerov subrayó que el plan de su ministerio es “la victoria sin negociaciones” y prometió hacer “todo lo posible y hasta lo imposible por liberar cada centímetro del territorio” de Ucrania, incluida “la península de Crimea”, incorporada a Rusia en 2014.
Primeros frutos de la contraofensiva
La contraofensiva ucrania, que va más lenta de lo que pensaban hace dos meses algunos analistas occidentales no identificados por las agencias de noticias, no obstante está rindiendo sus primeros frutos en el frente sur, en la región de Zaporiyia.
Varias días después de que Ucrania anunció la liberación de la localidad de Rabotino, el gobernante en funciones de la parte anexionada por Rusia, Yevgueni Balitsky, reconoció ayer que “las tropas rusas, por razones tácticas, abandonaron esta localidad, que quedó en ruinas, para situarse en una posición mejor”.
En otras palabras, Balitsky confirmó que las tropas ucranias rompieron la primera línea de defensa de Rusia en el frente sur, la zona más fortificada con una profundidad de entre 15 y 20 kilómetros y con extensos campos minados. Ahora combaten por el control de Verbove, donde el mando ucranio asegura haber roto la segunda línea de defensa, los llamados dientes de dragón (pirámides de hormigón) y trincheras, formando una suerte de arco, para intentar avanzar ensanchando posiciones hacia Tokmak, importante centro de comunicaciones para la logísitica de las tropas rusas en Zaporiyia.
El mismo día que el Servicio Europeo de Acción Exterior –una especie de centro que nutre de análisis a las respectivas diplomacias de la Unión Europea desde la oficina del alto representante Josep Borrel–, acusó a Rusia de “exacerbar la crisis de seguridad alimentaria global con su guerra ilegal de agresión contra Ucrania, lo cual también obedece a la lógica rusa de maximizar sus ganancias económicas a expensas de Ucrania”, el viceministro de Relaciones Exteriores, Aleksei Grushko, declaró ayer a las agencias noticiosas rusas que “ya se alcanzó, en principio, el acuerdo” para poner en marcha el proyecto de suministrar un millón de toneladas de cereales a los países más necesitados.
Según Grushko, Moscú “espera iniciar en breve los contactos con las otras partes –Turquía y Qatar– para estudiar los aspectos técnicos de estos suministros, como son la logística, las rutas, los países de destino y su número, así como los aspectos del financiamiento”.
Se trata de la iniciativa trilateral que propuso Rusia para enviar a Turquía un millón de toneladas de cereales a precios subsidiados para moler ahí y distribuirlos entre los países con mayor riesgo de hambruna, con el dinero del emirato del golfo Pérsico.
Este proyecto nada tiene que ver con las hasta 300 mil toneladas que el Kremlin se comprometió a mandar por su cuenta a seis países africanos “dentro de dos o tres semanas” y tampoco sustituye al llamado pacto de los cereales, suspendido por Rusia el 18 de julio pasado, y que Turquía y Naciones Unidas pugnan por retormar como “única vía para la exportación de granos desde el mar Negro”.
Dificultades de Rusia para exportar cereales
Rusia espera tener este año una cosecha récord de cereales, cercana a 130 millones de toneladas, y quiere poder exportar 60 millones de toneladas, así como sus fertilizantes, pero enfrenta serias dificultades por las sanciones de Estados Unidos y sus aliados que bloquean la entrada de sus graneleros a puertos europeos –95 por ciento de las exportaciones rusas de cereales salían por el mar Negro–; que impiden que sus embarcaciones sean aseguradas por compañías extranjeras; que al desconectar a sus bancos del sistema de transferencias internacionales Swift hacen casi imposible los pagos de los contratos, entre otras barreras que se interponen ante los granos y fertilizantes de Rusia, los cuales –paradójicamente– no están incluidos como tales en la lista de restricciones.