El muro fronterizo flotante instalado por el gobierno de Texas a mediados de julio no logra disuadir a los migrantes que cruzan las aguas poco profundas del río Bravo y bordean la cadena de boyas de 300 metros a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, señaló ayer el diario The Washington Post.
“Es un desperdicio de dinero y está lejos de ser efectivo”, dijo Tom Schmerber, un veterano de la Patrulla Fronteriza que se desempeña como sheriff del condado de Maverick, donde se encuentra Eagle Pass. “Lo veo como un truco político”, añadió en declaraciones al rotativo
La barrera, que ha levantado quejas diplomáticas de México por violar tratados de aguas internacionales, está formada por boyas atadas de cuatro pies de alto, rellenas de espuma y hechas con materiales para soportar condiciones marinas. Las cadenas que las une tienen cuchillas fijadas entre dichas boyas y ancladas a bloques de concreto a la ribera del río. Costó un millón de dólares instalarla y puede ser fácilmente movida y expandida, han dicho oficiales de Texas, informó el rotativo.
El Departamento de Justicia y residentes de Eagle Pass han demandado a Texas, afirmando que el Estado no tiene jurisdicción sobre el río. Expertos en vías navegables también han advertido sobre sus riesgos ambientales.
El Departamento de Justicia dijo en la Corte que el gobierno federal tiene jurisdicción exclusiva sobre el río Bravo. A lo que Texas respondió con un argumento legal no declarado: que la Constitución nacional permite a los estados defender su soberanía en caso de una invasión extranjera.
Andrew Mahaleris, vocero del gobernador de Texas, Gregg Abbott, señaló que los boyas están teniendo el efecto deseado porque nadie ha tratado de escalarlas, y que su propósito –que Texas planea expandir– es redirigir a los extranjeros que buscan asilo hacia los puertos legales de entrada.
En agosto, una docena de migrantes cruzó la barrera y alcanzó la orilla estadunidense del río ante la desagradable vista del alambre de púas y de las cercas de metal instaladas también para desalentar los cruces. Ellos buscaron brechas y algunos se lastimaron mientras luchaban por cualquier abertura, en la mayoría de los casos, sólo para ser detenidos por autoridades estadunidenses.
“Las barreras complican las cosas, pero no detendrán a un migrante determinado a cruzar”, opinó en Piedras Negras Erick Villalobos, un ingeniero automotriz venezolano que intentó cruzar el río Bravo en otro punto con anterioridad. Villalobos decidió retroceder sin alcanzar la orilla estadunidense antes de caer exhausto luego de ayudar a otro indocumentado que casi se ahoga, relató The Washington Post.
Valeria Wheeler, directora ejecutiva de Mission: Border Hope, el único refugio para migrantes en Eagle Pass, afirmó que ella no ha notado una caída en los cruces desde que Texas instaló su barrera, pero sí ha visto a muchos más migrantes con heridas, que toman rutas más riesgosas a través del río Bravo. Más extranjeos son dejados en su refugio por la Patrulla Fronteriza con tobillos torcidos, raspados y con otras heridas, además de que ha estado recibiendo a más personas provenientes de un hospital local donde han sido sometidos a cirugías en brazos y piernas, luego de navegar a través de líneas de alambres de púas y de barreras de metal.
Más de 100 han sido encontrados muertos cerca de Eagle Pass y Piedras Negras en lo que va del año, según agentes familiarizados con datos transfronterizos. Muchos se ahogaron río arriba y sus cuerpos son encontrados cuando flotan río abajo. Otros perecen de deshidratación en medio de un calor abrasador, en lo que se ha convertido uno de los cruces fronterizos más mortales a escala mundial, según The Washington Post.