Pisté, Yuc., Hasta hace unos cuantos años, uno de los más graves problemas de Chichén Itzá era la propiedad de la tierra. Los más de 15 kilómetros cuadrados que integran su poligonal protegida estaban asentados en terrenos privados que pertenecían a tres familias, así como en otros de naturaleza ejidal.
Las 47 hectáreas abiertas al público eran de una de esas tres familias. Allí se asienta la famosa área monumental, con la majestuosa pirámide de Kukulkán, conocida también como El Castillo, los templos de Venus y Los Guerreros, El Observatorio o Caracol y el colosal juego de pelota, el más grande de Mesoamérica, con sus 120 por 30 metros, además de dos cenotes, entre éstos el sagrado que le da nombre a la zona arqueológica.
De acuerdo con José Francisco Osorio León, director de esta zona, dichas circunstancias se resolvieron en parte cuando el gobierno de Yucatán adquirió, entre 2010 y 2015, el predio correspondiente a esa área monumental, mientras el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) hizo lo propio con el terreno donde se asienta el grupo arquitectónico denominado Chichén Viejo o Serie Inicial.
El arqueólogo aclara que se trata de una solución parcial, ya que hace menos de un mes, por ejemplo, debió comenzarse la construcción de un nuevo camino de acceso a esa última área prehispánica, ubicada en la parte sur de Chichén Itzá, debido a que el que estaba en uso atravesaba por el terreno de un particular. Lo que se buscó con esa alternativa, dice, fue evitar cualquier problema al trazarse esa ruta dentro de los polígonos que son del instituto.
Refiere que Serie Inicial o Chichén Viejo “es una especie de isla que está rodeada por propiedades particulares, fundamentalmente de la familia Barbachano. De tal manera que para nosotros ha sido una situación un poco complicada, porque no teníamos caminos de acceso al grupo (arquitectónico), sólo el que se usaba tradicionalmente y que por muchos años fue usado por el INAH.
“Podemos decir que es un paso de servidumbre, que se usaba para monitorear, realizar trabajos de investigación al sitio, transportar materiales, pero por diversos factores fueron limitados, y con esta nueva disposición, para no tener ninguna situación de molestia, buscamos un espacio dentro la propiedad del instituto, con el fin de poder entrar”.
Hasta 2007, según documentó La Jornada, personal del Hotel Hacienda Chichén Resort ofrecía a sus huéspedes, sin autorización oficial, visitas a sus huéspedes a Chichén Viejo, al ser todavía parte de su propiedad. Era un espacio cerrado al público en el que especialistas del INAH realizaban trabajos de excavación, consolidación e investigación.
Estas visitas clandestinas se suspendieron entre aquél y el siguiente año, asegura José Osorio a este diario. “Eran visitas a caballo. Muchas veces, en la parte superior de los edificios del área de Chichén Viejo, nos topábamos con huellas de los cascos de esos animales y de sus heces”, comenta el arqueólogo, quien asegura que esa parte sur de Chichén Itzá siempre había estado abierta al haber una serie de senderos que permitían su acceso.