Moscú. Los líderes de Rusia y Turquía, Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan, respectivamente, que se reunieron este lunes en el balneario ruso de Sochi, no pudieron ponerse de acuerdo para reanudar el pacto que permitía el suministro de cereales desde el mar Negro.
El Kremlin insiste en que, salvo promesas, nada garantiza que se cumplan sus exigencias, acordadas en principio cuando se firmó el acuerdo en julio del año pasado en Estambul, con la mediación del país anfitrión y de la ONU (Organización de Naciones Unidas).
Ankara, en tanto, no desistió de su convicción de que no hay alternativa a reabrir la navegación por un corredor seguro desde el mar Negro, a partir de las nuevas propuestas que codiseñó con Naciones Unidas. Tampoco se concretó la idea promovida por Moscú de que empresas turcas adquieran un millón de toneladas de cereales a precios subsidiados para que, una vez molidos los granos, hagan llegar la harina a países que padecen hambre, incorporando al emirato de Qatar al financiamiento de las operaciones.
Erdogan sólo afirmó que Turquía, por ahora, está dispuesta a moler los granos rusos para que la harina pueda ser transportada a los países en desarrollo, sin precisar cantidades, precios ni fechas.
“Por supuesto, el trabajo conjunto con Turquía y Qatar no busca sustituir la Iniciativa Alimentaria del mar Negro (el pacto de los cereales de Estambul), hay otro país (Ucrania), que tiene sus propios intereses, lo entendemos perfectamente. Así que no queremos remplazar nada, pero desde nuestra parte sería una contribución enorme para resolver los problemas alimentarios de países africanos”, subrayó el titular del Kremlin, Vladimir Putin.
Al margen de cómo concluyan las negociaciones sobre esta iniciativa trilateral, Putin reiteró su ofrecimiento de suministrar “no obstante todos los obstáculos” en las próximas dos o tres semanas hasta 300 mil toneladas de granos gratis a los seis países con mayor riesgo de padecer hambre, entre 25 mil y 50 mil toneladas a cada uno, en alusión a Burkina Faso, Zimbabue, Malí, Somalia, la República Centroafricana y Eritrea.
Putin, que no desaprovechó la ocasión de acusar a Kiev de utilizar el corredor humanitario “para atacar instalaciones civiles y militares rusas”, señaló que Moscú está dispuesta a reanudar “en cuestión de días” el pacto de los cereales.
“No estamos en contra de este acuerdo, estamos dispuestos a retomarlo en cuanto se cumplan las promesas que nos han hecho. Así de sencillo”, subrayó el mandatario ruso respecto a los escollos que, en su opinión, pone Occidente ante las exportaciones de granos y fertilizantes rusos. Cabe recordar las exigencias de Moscú: reconectar a su Roszeljozbank, banco agrario, al sistema de transferencias internacionales Swift; permitir que Rusia importe refacciones para maquinaria agropecuaria; quitar las restricciones que dificultan la logística del transporte y los seguros; restablecer el suministro de amoniaco por la tubería Togliatti-Odesa, y desbloquear en Europa los activos de las empresas rusas que producen fertilizantes.
“Estoy convencido de que podrán resolverse los puntos pendientes y se reanudará el pacto de los cereales. Soy optimista: podremos encontrar soluciones a partir de las nuevas gestiones de la ONU”, defendió Erdogan y reiteró su posición inalterada: “No hay ninguna alternativa sostenible, segura y duradera a la Iniciativa del mar Negro”.
Tan sólo hora y media necesitaron los presidentes ruso y turco para darse cuenta de que, en esta ocasión, no alcanzarían ningún entendimiento sobre el tema principal de su reunión, los cereales, un problema cuya solución queda en suspenso hasta que Putin y Erdogan se decanten por una de las dos opciones que tienen sobre la mesa.
Así se interpretó en su rueda de prensa cuando los líderes trataron de restar importancia a la falta de acuerdo y recurrieron a la lista de proyectos que tenían preparada sus equipos para maquillar el fracaso: la intención de establecer un centro de distribución de gas natural en Turquía para países de Europa en caso de que confirmen estar interesados, la disposición a construir una nueva central atómica rusa en territorio turco y el deseo compartido de impulsar el turismo ruso.Sin prioridad
La reunión de ayer, que acabó en nada, no era para ultimar los detalles de ninguno de esos proyectos ni tampoco para tratar de atenuar alguna de las serias controversias que mantienen Moscú y Ankara, como su visión contrapuesta de la integridad territorial de Ucrania, la actitud hacia la población kurda del norte de Siria o el conflicto de Nagorno-Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán, por mencionar sólo tres.
