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Cultura

2023-09-05 06:00

Tumbando caña

Periódico La Jornada
martes 05 de septiembre de 2023 , p. 9a

Con gran fiesta sonera a llevarse a cabo el viernes en el Salón Los Ángeles, se celebrará el 135 aniversario del natalicio del compositor cubano Ignacio Piñeiro, teniendo como protagonista del festejo al Septeto Nacional, agrupación que el legendario músico fundó en 1927.

El homenaje, en el que también participarán las agrupaciones Tentación Caribe, DM y Su Son y el grupo folclórico afrocubano Addaché de Cuba, tendrá como propósito reactivar la escena musical bailable con grandes motivos de son, guaracha, guaguancó y demás ritmos cubanos, así como recordar bailando a una de las figuras más relevantes del son, a la que mucho se le debe en la evolución del género: Ignacio Piñeiro Martínez, El Poeta del Son.

Ignacio Piñeiro nació en 1888 en el reparto de Jesús María, La Habana. De niño se mudó con sus padres a Pueblo Nuevo, barrio de la periferia con fuerte presencia negra donde asimiló los cantos y toques de los cabildos africanos que serían elementos sustanciales en su creación.

Su vida musical la inició en el canto y organizando coros de clave, agrupaciones rumberas de voces femeninas y masculinas, que recorrían las barriadas habaneras en días de fiesta rivalizando con sus toques, cantos y bailes.

Como cantante y decimista improvisador, el joven Piñeiro formó parte del conjunto de clave y guaguancó el Timbre de Oro. Más adelante se integró a la agrupación Renacimiento, hasta que llegó a Los Roncos, uno de los colectivos más famosos de La Habana para el cual hizo sus primeras composiciones como Mañana te espero, niña, El edén de los roncos y ¿Dónde estabas anoche?

Albañil de oficio, aprendió a tocar el contrabajo de manera autodidacta y, junto a María Teresa Vera, fundó en 1926 el Sexteto Occidente con el que viajó por primera vez a Nueva York. A su regreso a Cuba, en 1927, creó el Sexteto Nacional.

La agrupación estaba integrada en un principio por Alberto Villalón, guitarra; Francisco González Solares (Panchito Chevrolet), tres y voz prima del coro; Juan de la Cruz, tenor y claves; Bienvenido León, barítono y maracas; José Incharte (El Chino), en el bongó, y Piñeiro, director y contrabajista.

Con esta nómina viajó de nuevo a Nueva York para realizar sus primeras grabaciones. Con la idea de tornar “más sonoro” al conjunto, invitó al trompetista Lázaro Herrera, quien desde entonces haría las transcripciones de sus ideas musicales, convirtiéndose la agrupación en septeto.

El Septeto Nacional compuso sones y guarachas hoy considerados clásicos del género, como Esas no son cubanas, Suavecito, La cachimba de San Juan, Mañana te espero, niña y Échale salsita. Temas con versos bien trabajados y el empleo de melodías depuradas.

Piñeiro es uno de esos músicos-síntesis, de músicos de avanzada, que gracias a su ingenio logró captar, desarrollar y expresar la riqueza plena del son, con sus modificaciones estructurales, su cadencia, el ritmo sincopado, y conjugarlas con otras expresiones de raigambre afrocubana.

Toda su labor como compositor fue integradora/combinatoria, marcada por un alto signo de pluralidad. En su obra podemos detectar festejos y ritos abakuá, como en Abarreime eteifón, Drumi ñaño y Canto lucumí, lo mismo que cantares y toques de la rumba como en su yambú Ave María, morena. Todo esto sin abandonar el son y su complejo. De hecho, cuando fundó el Septeto Nacional su propósito fue que éste se destacara como un alto exponente del son cubano y sus variantes: afro-son, conga, guaguancó-son, guajira-son, guaracha-son, son-pregón, rumba, danzón, canción...

Bailado en el mundo entero y versionado por infinidad de músicos y agrupaciones, Ignacio Piñeiro ha alcanzado la gloria más allá de las acuáticas fronteras cubanas. Un ejemplo de ello es la anécdota del compositor estadunidense George Gershwin, quien en 1932 viajó a La Habana para entrevistarse con él y tomar apuntes de sus obras musicales. Fruto de estas anotaciones es la magnífica Obertura Cubana en cuyo inicio se escucha parte del son-pregón Échale salsita.

Murió el 12 de marzo de 1969, dejando una obra inmensa y una agrupación que mantiene su legado y leyenda: el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, la única agrupación del tipo “septetos de sones” de los años 20 del pasado siglo que ha llegado a la actualidad, manteniendo el son habanero con su timbre y rítmica inalterables a través de cuatro generaciones de músicos. Está dirigida por el extraordinario bongocero Frank El Matador Oropesa y que el viernes escucharemos en el Salón Los Ángeles. No se lo pierda.

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