En mi artículo anterior, escribí acerca de la impopularidad de los partidos políticos en México, la cual deriva de distintos factores, como su falta de ideologías claras y el excesivo gasto público que representan. Las consecuencias de esta impopularidad se reflejan en el desinterés de las personas hacia los partidos y en que actores individuales, sin ideologías partidistas, llegan al poder. La impopularidad, que puede ser vista como una “crisis”, no sólo ocurre en México, sino también en otros países y la aparición de nuevas alternativas va minando la credibilidad de estas instituciones.
En Estados Unidos, Donald Trump no surgió de un partido. La mayor parte de su vida la había dedicado a actividades empresariales y al espectáculo. Ingresó a la política en 2016, cuando anunció su campaña presidencial. Para sorpresa de todos, ganó las elecciones mediante un discurso dirigido en contra de la “política tradicional” representada por los partidos Demócrata y Republicano, además de ataques a la comunidad latina.
Brasil es otro ejemplo de cómo un líder sin afiliación ni ideología partidista puede arribar al poder. Jair Bolsonaro, un ex militar retirado, asumió la presidencia en 2019 después de haber militado en diferentes partidos. Su discurso no respondía a grandes plataformas partidistas y su campaña se basó en ataques al supuesto “comunismo” que se había adueñado de Brasil.
Un caso reciente ocurrió en Argentina. Arrasó en las elecciones primarias Javier Milei, un economista que no tenía posibilidades reales de ganar y cuya trayectoria política no fue impulsada por un partido tradicional. Sin embargo, bajo un discurso “libertario” podría obtener el triunfo en octubre.
Estos ejemplos muestran cómo los partidos pierden fuerza y comienzan a observarse cambios en el ejercicio de la política a través de discursos populistas que apuestan a “resolver” problemas específicos mediante actos radicales y no de grandes plataformas como las de los viejos partidos.
Para acceder al poder ya no es necesario un partido ni defender sus ideologías. Estos cambios tendrán como consecuencia reducciones estatales del gasto para estas organizaciones, se apostará al financiamiento privado y las candidaturas independientes tomarán mayor fuerza. Si siguen alejados de la sociedad, los ciudadanos continuarán mostrando desinterés y votarán cada vez más por líderes carismáticos, sin importar si son de extrema derecha o izquierda.