Pizte, Yuc., Al pie de la majestuosa pirámide de Kukulkán, en la zona arqueológica de Chichén Itzá, el presidente Andrés Manuel López Obrador definió el carácter de su proyecto ferroviario parafraseando a Fernando Benítez ante los arqueólogos que han colaborado en la preservación, protección y restauración del patrimonio heredado de la civilización maya: “No podemos nada más estar haciendo reconocimiento al indígena del pasado, constructor de estas maravillas, y olvidarnos del indígena de nuestro tiempo. Tenemos que pensar en los más pobres”.
La noche cayó casi al comenzar el acto, por la dilación de casi tres horas en el trayecto del Tren Maya de Mérida a Chichén Itzá, por lo que López Obrador se disculpó y motivó que con una mayor dosis de realismo anunciara el futuro del proyecto. “Vamos a terminar en diciembre para tener un tiempo de reserva, hasta septiembre del año próximo, que concluya, para dejar operando todo, funcionando todo”.
De buen talante, a pesar de los imponderables logísticos del viaje, López Obrador explicó los alcances de uno de sus proyectos medulares del sexenio. Se trata de “una modernidad, pero forjada desde abajo y para todos. Es que con el Tren Maya vamos a lograr que la gente que visita Cancún se pueda internar a Yucatán, Campeche, Chiapas y Tabasco”. Tiene un fin social, de desarrollo social, no está concebido para tener fines de lucro, subrayó.
Dos días de pruebas de supervisión con el jefe del Ejecutivo, empresarios, gobernadores y gran parte del gabinete a bordo le dejaron claro que aún faltan muchos ajustes técnicos para que este ferrocarril, que conectará la grandeza cultural maya con la modernidad anhelada para el sureste, funcione plenamente.
Demora por la supervisión
Las acentuadas dilaciones de un tren que corre a 40 kilómetros lo llevó a sincerarse: “Estamos empezando la supervisión con el uso del tren para que funcione de manera adecuada, como fue concebido. Estamos viendo cómo está la vía, si ya está concluida con todas las especificaciones, fuimos deteniéndonos para revisar todo y esto nos llevó, ayer y hoy, a demorarnos en la supervisión, pero fue muy importante”.
El segundo día de pruebas del Tren Maya y en esa condición los tiempos, aun los presidenciales, se hacen muy relativos y los horarios se diluyen en función de la velocidad, las potencialidades y los azares técnicos del Jaguar, que se desplaza como su funcionamiento en ciernes se lo permite.
Fue un recorrido envuelto por los azares de una tecnología sometida a supervisión. Al fin y al cabo es un periodo de pruebas, el Jaguar rodante tiene un comportamiento caprichoso y a veces da hasta donde da.
Hacia las 14:45 horas, a unas decenas de kilómetros de su destino, donde ya lo aguardaban los arqueólogos para sostener un encuentro, el ferrocarril detuvo su marcha y permaneció varado una hora y media. A pleno sol, con 35 grados centígrados, entre los vidrios polarizados se veía a algunas funcionarias con el abanico a buen ritmo.
Con una discreta vigilancia del Ejército y la Guardia Nacional transcurría el tiempo retrasando todo el programa presidencial para este sábado.
–¿Cuál fue el desperfecto?
–Pruebas –respondió tajante una voz que salió desde el interior de la cabina principal. No se dijo más.
Luego, reanudó su marcha muy lentamente. A una velocidad de 40 kilómetros se dirigió hacia Chichén Itzá, donde el Presidente arribó a eso de las 17:30, dos horas después de la cita fijada con los arqueólogos que han participado en las acciones de restauración, protección y tratamiento de los vestigios que se han encontrado durante la construcción de la infraestructura para el Tren Maya.
Por la noche, con una enorme satisfacción, el director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Diego Prieto, celebró la combinación de una obra que conjuga la recuperación de la grandeza de la civilización maya con una visión a futuro para insertar la zona en la modernidad, con su consecuente impacto social.
Un proyecto que generó el mayor rescate arqueológico en la región, aunque reconoció que en estos años no ha sido fácil “compaginar la premura de la obra, los requerimientos de la ingeniería y las exigencias que plantea un proyecto que tiene tiempos muy acotados”.
Si bien destacó el respaldo de la Secretaría de la Defensa Nacional, “independientemente de que en algunos momentos podemos tener enfoques distintos, porque estamos en disciplinas diferentes”.
Con la premura de los tiempos apretados, uno de los puntos centrales del programa, la apertura de Chichén Viejo, se postergó (entre otros aspectos porque las obras de acceso no se han concluido), aunque López Obrador lo dio por inaugurado simbólicamente: “Ya fuimos, con un aplauso, ¿no?, inauguramos”.