Compartamos algunas características de la economía estadunidense. Provienen del trabajo conjunto con mi querido compañero Carlos Morera (Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM).
Desde hace varios años pretendemos observar lo que el admirado Fernand Braudel identifica como la “larga duración del plano material”, en nuestro caso de Estados Unidos. Sí, nos esforzamos por identificar algunas características representativas del movimiento de larga duración, ciclos y vaivenes, altas y bajas. Materiales, pero también ideológicas. Así lo indica Pablo Álvarez Watkins (posgrado energía, Facultad de Ingeniería UNAM), observador acucioso de la energía en México, más aún, de la larga duración en generación, transmisión, distribución, comercialización y suministro de electricidad. Hoy concentrado en respaldo y almacenamiento en todos sus aspectos. ¡Menuda tarea!, más todavía si desea –como lo pretende Pablo– caracterizar el papel del Estado en esos ciclos. ¿Regulador? ¿Propietario? ¿Único suministrador? ¿Responsable del servicio público de electricidad?¿De subsidios y tarifas?¿De la expansión? ¿Con fósiles y renovables?¿Con metas de abatimiento?
Ya comentaremos sus avances de investigación. Hoy los nuestros, respecto a la deuda estadunidense, la que actualmente equivale a casi cuatro veces su producto anual, cerca de 100 mil miles de millones de dólares, resultado del despliegue de algunas tendencias identificables en el periodo 1929 a 2023. ¡Casi un siglo de datos!, de la Oficina de Análisis Económico de los Estados Unidos (BEA, por sus siglas en inglés).
Lo primero. Nuestros vecinos se han enriquecido endeudándose. ¿Ricos que se endeudan? ¿Deudores que se enriquecen? De 1929 a 2023 el crecimiento medio anual real de su deuda ha sido de 3.5 por ciento. Lo segundo. En ese mismo periodo, el producto creció al 2.5 por ciento real. ¡Gran contraste! Con momentos de crecimiento acelerado (1983-1988). Y momentos de estancamiento o caída (1974-1975, 1981-1982, 2009-2011, 2021-2023).
Lo cierto es que en 94 años el producto creció casi 10 veces, pero la deuda casi 30, y es que, a finales de los años 20, el peso de la deuda en el producto era ligeramente mayor a uno. ¡Qué juicio nos merece esta tendencia! ¿Es normal? Difícil responder, menos fácil asegurar –contra viento y marea– que la deuda debe guardar siempre su relación con el producto. ¿Es preciso, obligado y virtuoso conservar esa relación?
Hay contraejemplos en países con alto nivel de desarrollo, los escandinavos sin duda. Perogrullo aconseja involucrar en el análisis el nivel de la tasa de interés y, consecuentemente, el nivel del servicio de la deuda. Lo paradójico de nuestros vecinos es que el mayor servicio se ha registrado cuando la tasa de interés descendía. No obstante, la participación de su deuda en el producto fue mayor. La importancia de la participación depende del servicio, y éste de la tasa de interés. ¿Cómo son los datos de larga duración de la deuda estadunidense? ¡Muy interesantes!
Respecto al producto, el servicio de la deuda se mantuvo estable prácticamente 100 años . Perogrullo insiste en indicar que a tasa alta, el servicio es mayor y que a tasa baja el servicio es menor, que lo óptimo es lograr la menor relación del servicio con el producto. Claro que hay que reflexionar también sobre los plazos, y eso conduce a otra dimensión del análisis que ya comentaremos. Como también mencionaremos si a las empresas (las públicas entre ellas) les conviene invertir con base en deuda o en sus beneficios. Muy importante. De veras.