Pequeño de estatura, muy fuerte, simpático, dicharachero y sonriente, es fácil adivinar que Fernando Díaz Enciso ha logrado lo que se propone. Lo conocí en la toma de tierras del Pedregal de Santo Domingo, en la misma época en que presencié la toma de la colonia Rubén Jaramillo, en Temixco, a un lado de Cuernavaca, Morelos. Me llamó la atención que en una esquina de las escasas y tímidas calles de la nueva colonia, Díaz Enciso voceara La Jornada: “Compre La Jornada, el diario que habla de los pobres”.
“En el Pedregal de Santo Domingo íbamos en brigadas a hacer tequios, como en la Rubén Jaramillo, cuando se levantó esa colonia de paracaidistas”, explica Díaz Enciso. “Apoyamos la invasión de las tierras vecinas a las de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Yo estudiaba ahí; muchos de mis compañeros acudieron a mi llamado...”
–Es que eres convincente.
–Cuando se inició el Pedregal de Santo Domingo, me hiciste un reportaje y dijiste lo mismo.
–Recuerdo al líder Héctor Percástegui; era un ángel caído del cielo.
–Le perdí la pista. Los ángeles desaparecen.
–Era un líder caído del cielo, flaco y huesudo, quien abrazaba a los que nada tienen. Vino a mi casa el día que se cayó el lavadero y lo volvió a poner en su sitio. El apóstol Percástequi sabía hablar a la gente y levantarles su casa. De él siempre pensé: “Su capacidad de entrega va a matarlo”. A él nunca le tocó nada...
–Pues desapareció; varias personas lo andan localizando. Fui a buscar a la mamá de su hijo al Pedregal de Santo Domingo y no la encontré. Este 2023, la colonia cumple 52 años de fundada, lo mismo que La Escuelita, que dirijo y amo, ya que la levanté desde sus cimientos.
“Vamos a hacer un magno festival para conmemorar el aniversario de nuestro Pedregal de Santo Domingo e invitar a poetas, artistas, críticos, porque el año pasado no pudimos hacerlo por la pandemia. Ya invitamos a Lila Downs, a Horacio Franco (buenísima persona), a Gabino Palomares, a Atenea Ochoa, a María Inés Ochoa –hija de Amparo Ochoa–, la que entrevistaste. Arrancaremos con un convivio con las fundadoras Amigas por Siempre, y después de Las Mañanitas leeremos con magnavoz las historias del barrio...”
–Seguro van a invitar a María Rojo, su protectora...
–Con su apoyo y el del Instituto de Cultura publicamos un libro, pero quien destacó por su solidaridad con nosotros fue Alejandro Aura. Gracias a él publicamos nuestra memoria, y gracias a él también nuestro Instituto de Cultura pasó a ser Secretaría de Cultura. Durante tres días, viernes, sábado y domingo, festejaremos con baile, canto, música y recuerdos de una toma de tierras que no se ha vuelto a repetir. Hubo muchas balaceras. Corrimos todos los riesgos, y por eso vamos a leer en la vía pública Las mil y un historias del Pedregal de Santo Domingo. Acuérdate, Elena, de los enfrentamientos entre comuneros que se decían dueños de la tierra y nosotros que los sacamos. Durante mucho tiempo vivimos peleados, pero ahora nos vemos como compañeros.
“Yo estaba en la UNAM y salimos en brigada a apoyar la toma de tierras y algunos nos quedamos a construir lo que ahora es La Escuelita. Otros regresaron a la UNAM; yo me quedé a vivir en Santo Domingo, a cargo de La Escuelita, que es un tesoro. Otros cuates más radicales se fueron a la guerrilla en Guerrero, por eso no tuve maestros que dieran talleres, así que hice de todo. Fui a los barrios y busqué a los muchachos de las pandillas con los que me juntaba y los convencí de que dejaran el relajo y vinieran a encerrarse en un aula; logré hacerlos maestros. Ahora todos los colonos nos quieren.
“Los convencí a uno por uno, y luego otros me ayudaron a conseguir tablas y sillas. A esos muchachos antes les decían: ‘buenos para nada’, y de repente los llamé ‘maestros’; los traté con respeto a uno por uno, y cuando sintieron mi aprecio, se transformaron.”
–Fernando, supe que tu ejemplo cundió en otras colonias...
–Pasó lo mismo con chavos y chavas de otros rumbos. Desarrollé La Escuelita, la primera, en el Pedregal de Santo Domingo, y seguí el ejemplo de José Vasconcelos, quien enseñaba a cielo abierto. Recuerdo que los pequeños se sentaban en las piedras. Luego surgieron maestros de la misma comunidad y formamos grupos hasta sexto año de primaria. Muchos siguieron a la secundaria. Logramos construir seis primarias y tres secundarias, y ya se agotaron los terrenos disponibles.
–Fernando, ¿vinieron de la Secretaría de Educación Pública a ver lo que habías logrado por tu solo esfuerzo?
–Sí, y se formalizó la educación, y La Escuelita quedó como un centro cultural, con el nombre de Escuelita Emiliano Zapata. Quienes tomamos las tierras fuimos Manuel Romero, Juan Ramos, el Chino, que en esa época andaba a caballo y así cuidaba las tierras y, poco a poco, al arengar a la gente en la vía pública, me fui haciendo dirigente. Hice asambleas, me convertí en buen orador. Una vez quisieron aprehenderme en La Escuelita, y les dije a mis agresores: “Déjenme dejar la tarea a los niños y nos vamos”, y en el pizarrón escribí: “Me llevan detenido”. Los niños avisaron en la colonia y a los 10 minutos la gente llegó a la delegación a rescatarme. Los niños resultaron más listos que los policías.
–Pues qué suerte tuviste.
–Una vez me paró uno de los líderes en Los Fuertes; yo llevaba monedas de a 20 en las bolsas de mi chamarra porque repartíamos desayunos. En una camioneta, acarreábamos comida de una colonia a otra para dar huevo cocido, una rebanada de pan, un dulce y, sobre todo, un vaso de leche. Ya existían los desayunos escolares, pero como a nosotros no nos los llevaban, los trajimos de la colonia Ajusco hasta La Escuelita. María Esther Zuno, esposa de Echeverría, empezó la repartición de desayunos escolares. Ahora tenemos desayunador comunitario y comida del DIF para todos por 11 pesos. El alimento es balanceado y muy bueno.
–Ibas a contarme que te asaltaron…
–Como te dije, caminaba con mis manos en las bolsas, pero Manuel Romero y su gente pensaron que iba armado y me llevaron a la delegación, pero mis pequeños alumnos exigieron mi liberación.
“Antes me habían detenido en Tabasco, cuando publiqué la revista El cuarto poder. La repartíamos José Luis Camacho y yo, quienes difundimos todo el movimiento del 68. Nos encarcelaron allá un mes. En Macuspana nos torturaron llevándonos al río o al pantano para que confesáramos ser seguidores de Carlos Madrazo. Nos expulsaron de Tabasco y allá nuestro encarcelamiento fue una experiencia muy terrible. El gobierno persiguió a Carlos Madrazo y a Heberto Castillo y su Frente de Liberación Nacional. Volvieron a aprehenderme en la Ciudad de México por repartir en San Cosme un periodiquito, Girasol, con la Cooperativa de Cine Marginal. También me apresaron el 10 de junio de 1971 y el primero de septiembre con Manuel Romero, Juan Ramos, el Chino y Héctor Percástegui, maestro de secundaria que siempre ayudó en Iztapalapa y era un líder nato, un intelectual, un maestro. Así fue, Elenita.”