Considerada una de las ciudades más contaminadas de América Latina, la capital chilena redujo como nunca antes la polución desde que la mide, en 1997.
Entre cerros, Santiago se transforma en el invierno austral en una gran olla. Las bajas temperaturas y menos ventilación impiden la dispersión de contaminantes que la cubren con una densa capa gris. El periodo crítico es entre mayo y agosto. Pero este año tuvo su índice más bajo,con 17 jornadas de alerta frente a las 50 de 2015, el más contaminado en los pasados ocho años.
La ciudad donde vive cerca de la mitad de los 19 millones de chilenos, y que según las mediciones de la empresa suiza IQAir es la capital más contaminada de América Latina, instaló una vasta red de estaciones de supervisión atmosférico. “Si tú no mides el problema difícilmente vas a solucionarlo”, dice Marcelo Mena, ex ministro de Medio Ambiente y profesor de la Universidad Católica de Valparaíso.
A partir de estas mediciones, que pocos países hacen en América Latina, Santiago adopta medidas cuando la polución alcanza niveles peligrosos para la salud: se restringe la circulación de automóviles y se paralizan las fábricas más contaminantes, entre otras acciones. En todo Chile se calcula que las partículas finas causan 3 mil hospitalizaciones y cerca de 4 mil 500 muertes al año.
Mena estima que Santiago redujo entre 70 y 75 por ciento su contaminación en las pasadas tres décadas. La medición es focalizada. En el jardín de niños Ichuac, en el municipio de Peñalolén, dos monitores de bajo costo miden la calidad del aire.
“Tomamos decisiones con base en la información que nos entregan”, dice Alejandra Urrutia, la directora. Si el indicador está en rojo significa que la contaminación es de riesgo para la salud humana, entonces se reducen las actividades físicas de los niños y se pide a los padres apagar los motores de sus vehículos cuando los recogen.
La iniciativa beneficia a 104 niños que asisten a esta escuela, un oasis verde con huerto e invernadero en una sector pobre de la capital chilena.
Santiago cuenta con 2 mil autobuses eléctricos, poco más de un tercio de la flota. Otros 2 mil 600 son ecológicos. “Esta flota pone a Santiago como la ciudad fuera de China con mayor cantidad de buses eléctricos, una modernización que se traduce en menos contaminación, menos ruido y otras ventajas”, destaca el ministro de Transporte Juan Carlos Muñoz.
Las autoridades proyectan que en 2040 todo el transporte público será eléctrico. También cuenta con una red de Metro de 140 kilómetros, seis líneas y 136 estaciones. El ferrocarril se alimenta exclusivamente de fuentes de energía renovable, aunque el sector particular avanza lento, ya que menos de 1 por ciento de los autos son eléctricos.
Sin embargo, Nicolás Huneeus, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia, advierte: “Las medidas no son suficientes para mitigar los episodios críticos de aquí a 2050”.
Afp