Campeche, Camp., Avezado en las tablas del escenario político, el presidente Andrés Manuel López Obrador sintetizó en tres actos el estado que guarda su administración:
Primero, propinar un nuevo testarazo al Poder Judicial; segundo, la reivindicación de la labor de las fuerzas armadas; y tercero, la satisfacción por hacer realidad el “sueño” de reducir la pobreza, rubricando: “¡Arriba los de abajo, que no significa necesariamente abajo los de arriba, sino abajo los privilegios!”
Cinco días antes de entregar el bastón de mando del movimiento de transformación y a 13 meses del fin de su mandato, rindió un mensaje por su quinto Informe de gobierno. Lo hizo por primera ocasión fuera de la Ciudad de México, convirtiéndose en el primer jefe del Ejecutivo de la historia posrevolucionaria que descentraliza este ejercicio.
Campeche fue elegido por dos razones: ser uno de los estados “que más ha aportado al desarrollo nacional” por su producción petrolera y por un pasaje histórico resumido en una frase: “¡Toma tu Champotón!”, que rememora el triunfo de los mayas sobre los criollos en la Guerra de Castas el 30 de abril de 1863, durante la Batalla de Champotón, y que es usada habitualmente por el mandatario para aludir a sus triunfos frente a sus opositores.
El penúltimo mensaje de gobierno, por décadas visto como el inicio del ocaso sexenal, pero en los nuevos tiempos políticos y por única vez tras el mandato de Plutarco Elías Calles, podría representar el comienzo de la continuidad.
Iniciativa
En el primer acto, el Presidente subrayó: “Voy a proponer una iniciativa de reforma constitucional para limpiar al Poder Judicial de complicidades, conflictos de interés, convivencias inconfesables, corrupción y derroche de recursos”.
La polémica a causa de la suspensión que el ministro de la Corte Luis María Aguilar dio a los gobiernos de Chihuahua y Coahuila para no distribuir los libros de texto gratuitos fue uno de los motivos esgrimidos por el Presidente para insistir en la reforma a ese poder y que sus integrantes sean elegidos por el voto popular y no designados por la élite económica y política.
“No es cosa menor, los impartidores de justicia deben servir al pueblo, a sus causas y a sus mandatos, y no como ocurre ahora, operar bajo la consigna de beneficio de grupos o de facciones políticas económicas y hasta bajo consigna de intereses delictivos”.
Unos 500 invitados enfundados en elegantes huipiles, ellas, y pulcras guayaberas, los varones, a manera de lidiar con el inclemente calor de esta zona del sureste, se congregaron en el Centro de Convenciones de esta ciudad para escuchar el mensaje del mandatario. En la recta final del desenlace corcholatero, fue evidente la ausencia de los seis aspirantes a suceder a López Obrador al frente de la transformación.
Entre los presentes estuvieron los integrantes del gabinete; todos los gobernadores morenistas y algunos de oposición, como los de Jalisco, Enrique Alfaro; de Yucatán, Mauricio Vila; del estado de México, Alfredo del Mazo, y de Durango, Esteban Villegas; los empresarios Carlos Slim –quien llegó con 15 minutos de retraso–; Daniel Chávez, del grupo hotelero Vidanta; Bernardo Gómez, de Grupo Televisa –que dialogó por un momento con Andrés, uno de los hijos del Presidente–; y Alfonso Romo, ex jefe de la Oficina de la Presidencia y dueño de la compañía más grande a nivel mundial de semillas vegetales; el embajador estadunidense, Ken Salazar; así como decenas de empleados del gobierno de Campeche.
Feliz se veía la anfitriona Layda Sansores, más aún cuando el Presidente le pidió ponerse de pie en medio del mensaje: “¡Gobernadora, gobernadora!”, lanzaron sus colaboradores, a lo que la mandataria estatal alentó a cambiar el grito: “¡Presidente, presidente!”
Pueblo uniformado
La defensa de las fuerzas armadas significó el segundo acto.
López Obrador realzó el papel de marinos y soldados no sólo en tareas de seguridad, sino además su apoyo a la población ante catástrofes derivadas de eventos naturales; la construcción de diversas obras de infraestructura; el cuidado de aduanas, puertos y aeropuertos; la entrega de libros de texto o la distribución y aplicación de vacunas; la limpieza de playas y el desazolve de ríos.
“En vez de militarizar al país, como sostienen nuestros opositores, estamos dejando de manifiesto que los marinos y los soldados son pueblo uniformado, servidores públicos ejemplares, trabajadores leales y patriotas.”
Evidente fue la ausencia de algún representante de los otros dos poderes de la Unión.
La atención a las causas que originan la violencia, como núcleo de la estrategia de seguridad, “está funcionando bien. Los delitos del fuero federal se han reducido en 24 por ciento, el homicidio en 17 por ciento, el robo en 26 por ciento, el feminicidio en 29 por ciento, el robo de vehículo en 44 por ciento y el secuestro en 80 por ciento”.
No dejó de lado reafirmar que “a diferencia de lo que sucedía durante los gobiernos neoliberales o neoporfiristas, ahora no se reprime al pueblo, no se ordenan masacres, no hay tortura, no se desaparece a nadie, no se tolera la violación de los derechos humanos y tampoco existe un narco-Estado”.
Modelo eficaz
El tercer acto para cerrar la puesta en escena fue el énfasis en la reducción de la pobreza y la desigualdad pese a la crisis mundial derivada de la pandemia de covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania.
“Nuestro modelo de desarrollo denominado Humanismo Mexicano es eficaz y funciona de manera excepcional. Quizá la enseñanza mayor del fallido modelo neoliberal o neoporfirista es que la apuesta por el progreso material sin justicia es política y socialmente inviable, y que, a la larga, está condenada al fracaso”.
En sus primeros cuatro años de gobierno, dijo, hay 5 millones menos de personas en pobreza y la desigualdad de ingresos entre los hogares más ricos y los más pobres se redujo de 18 a 15 veces.
Desde esta histórica ciudad colonial, que hace tres siglos era rodeada por una enorme muralla, para evitar, cuentan las leyendas, los ataques piratas, el Presidente no dejó de lado un dato con código postal a uno de sus principales opositores: “Si comparamos la desigualdad de ingresos por persona entre el año 2010, en que gobernaba (Felipe) Calderón, y 2022, ésta se redujo de 36 a 17 veces, es decir, la mitad”.