La feliz demostración de unidad operativa que dieron en la sede nacional del PRI su presidente, Alejandro Moreno, la también priísta Beatriz Paredes y la panista SC Xóchitl Gálvez (las siglas no significan sociedad civil, sino sin credencial) terminó por confirmar que todo lo visto en las horas previas formó parte de un guion acordado, cuyo propósito final ha sido la imposición sin riesgos de la candidatura de la senadora hidalguense, así haya sido (“ haiga sido como haiga sido” versión 2) pasando por encima de la propia normatividad anunciada y de la pretensión de hacer elecciones “ejemplares”, con “participación determinante de la sociedad civil”.
Hay puntos notables en el montaje huipilístico en curso: uno de ellos se refiere a la utilización de cartas con barniz de izquierda, tanto la panista SC que ha argumentado militancia trotskista de juventud, como la ex gobernadora de Tlaxcala, que en el flanco priísta ha asumido posturas progresistas, aunque en lo particular se ha acomodado a las necesidades reaccionarias del poder tradicional.
Ha sido una apuesta propagandística medianamente aceptable, aunque en lo electoral sea equivocado creer que con esos teñidos de progresismo diluido se pudiera arrebatar voluntades a quienes acompañan el proyecto de continuidad de la llamada Cuarta Transformación. Más que apropiarse de votantes de Morena y sus aliados, el “izquierdismo” de las actrices finalistas del montaje frentista confunde a sus de por sí ideológicamente dispersas bases (¿nacionalismo revolucionario corrupto, deshilachado y también corrupto panismo del “bien común” o desahuciada revolución democrática?)
Otro elemento notable es el proceso de inflado político y mediático, que no social, de una política que en este proceso sólo buscaba fatigosamente ser candidata frentista a gobernar la capital del país. En corrillos panistas se asegura que el propio Santiago Creel convenció a Xóchitl Gálvez para que se decidiera a entrarle a la contienda por la candidatura presidencial y no se quedara en el plano capitalino, con la promesa de que cualquiera de los dos declinaría por el otro si las encuestas lo mostraban en desventaja. Xóchitl no se preparó para la candidatura presidencial y ha debido apresurar, desde su única experiencia de gobierno en una alcaldía chilanga, un tropezante aprendizaje nacional básico, para tratar de ir más allá de ocurrencias, risotadas y bicicletas.
En términos estrictos, no hay una confirmación estricta y confiable de los números que se atribuyen Gálvez y sus promotores. Un millón de firmas, se dice, con la misma ligereza con la que se podría hablar de 2 o 3 millones. Un torrente de ciudadanos inscritos en un padrón para una votación que no se realizará justamente porque se corría el riesgo de mostrar en los hechos que el “fenómeno” Xóchitl ha sido más de medios afines y promotores empresariales que tampoco están realmente convencidos de que la hidalguense pueda competir exitosamente con el cuatroteísmo, hasta ahora dominante en encuestas y en posiciones de poder (congresos, gubernaturas, además del aparato federal por sí mismo).
En lugar de urnas, votos y conteos confiables, el frentismo prefirió diseñar un libreto de presunto suspenso declinante paredista, con el villano Alito “presionando” a la Beatriz victimizada en primera instancia pero luego bien puesta para convalidar el golpe acordado, la farsa tan cantada. Y, desde luego, el cierre de este episodio con un acto masivo dominical para suplir las elecciones internas prometidas.
Por otra parte, los incidentes del proceso frentista han ayudado involuntariamente a que haya menos atención a los propios del cuatroteísta, en el que el ebrardismo ha mantenido una seca denuncia de errores y retrasos en el levantamiento de las encuestas definitorias. Todo apunta a que la maquinaria dominante sacará adelante a Claudia Sheinbaum, pero habrán de verse los costos, entre ellos el riesgo de escisiones o despechos. ¡Hasta el próximo lunes!
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