Ciudad de México. En el contexto de su 80 aniversario, la Universidad Iberoamericana (Uia) Ciudad de México organizó el foro internacional Construyendo el futuro de la inteligencia artificial, con el propósito de analizar el estado actual y las perspectivas de esta tecnología.
No podría quedar fuera de la discusión el papel de las universidades en el diseño e implementación de soluciones basadas en ese desarrollo en diferentes sectores.
En la mesa El impacto de la IA en la vida actual, el teólogo franciscano Paolo Benanti dijo que se trata de una de las más grandes invenciones de la cultura desde la creación de la imprenta. Mientras ésta permitió multiplicar las publicaciones, ya no había un libro nada más, la inteligencia artificial no sustituye a la investigación, sino que la amplía, comentó.
Para la arquitecta británica Chantal Matar, uno de los riesgos del empleo de esta tecnología es volver “flojos” a los usuarios, aunque al mismo tiempo “nos hace más eficientes”. También permite la creación de “nuestras propias aplicaciones basadas en intereses personales”. Además, cuando se trata de la creación de algo como la portada de un disco, se tiene mayor control sin una tercera parte involucrada.
De acuerdo con el economista británico Edmond Awad, las universidades tienen la responsabilidad de enseñar a los alumnos a trabajar con ese recurso. Recomendó no limitar el estudio de la inteligencia artificial a un campo específico. Las instituciones de educación superior deben alentar una mayor cooperación entre los diferentes departamentos, agregó.
A su vez, el experto británico Wayne Holmes, cuyas investigaciones parten de una perspectiva crítica, expresó su preocupación cuando se da una “intervención directa con la inteligencia artificial”. Es el caso, por ejemplo, de utilizarla para servicios de admisión de nuevos estudiantes y ésta se enfoca en perfiles que no son relevantes para la universidad, aseveró.
Existe una “enorme brecha” entre lo que se ve y lo que en realidad es exacto, subrayó, y propuso “trabajar con nuestros alumnos para motivarlos a emplear la inteligencia artificial con ojo crítico. Hizo énfasis en que la información que proporciona “no es neutral”, sino que hay muchos intereses atrás, por ejemplo, de tipo económico.
En la Universidad de Oxford, donde Holmes es profesor, existen “22 proyectos, todos manejados directamente por los estudiantes, que son relativos, por ejemplo, a la ética” y su aplicación. Aseguró que “el gran cambio“ vendrá del alumnado, no de los profesores.
“Decisión autónoma”
El ingeniero japonés Minoru Asada trajo a colación la utilización de robots. Aseguró que en la actualidad esa tecnología y los robots dejaron de ser objetos, por lo que ahora pueden decidir por ellos mismos. Habría que ver “cómo su funcionalidad afecta a la sociedad”.
En la mesa moderada por Alejandro Anaya Muñoz, el vicerrector preguntó a los participantes si la inteligencia artificial debe enseñarse como opción de estudio independiente; Chantal Matar consideró gran paso pensar en incorporarla en los planes de estudio, y según Awad, “aún no es tiempo de pensar en una licenciatura independiente”.
Debería haber una serie de cursos y que los estudiantes se encarguen de armar su propio plan, agregó. Cuando se habla de enseñar inteligencia artificial, ¿qué más se ofrece al alumnado?, preguntó, y planteó también si el próximo descubrimiento sólo significará una ampliación de los recursos tecnológicos.
Para Holmes, no hay que enfocarse en lo que puede hacer dicho avance, sino ver el impacto humano “y hacerlo al principio del proceso, no al final”.
¿Qué repercusión tendrá la inteligencia artificial en las universidades del futuro?, preguntó el vicerrector de la Ibero. Benanti reconoció que es un reto a encarar; sin embargo, primero habrá que “revisar nuestra misión en la universidad”. Expresó el temor de muchos de que el profesor que no la emplee bien será excluido y retirado. Para el religioso, se trata de “una alianza individual entre el docente y la institución de educación superior”.
Aunque cambiará el contacto alumno/maestro, aún se desea estudiar una carrera universitaria y recibir un título. Es decir, asistir de forma presencial a la universidad e interactuar forma parte del proceso de aprendizaje, no sólo escuchando conferencias.
Holmes dudó que llegará “a ver que la inteligencia artificial trabaje con un alumno en una relación personal como profesor”. Asada agregó que el docente puede llegar a diseñar la tecnología.
Ante una pregunta del público estudiantil, Benanti aseguró si el uso de esa inteligencia no se regula, la brecha entre ricos y pobres crecerá.