Los avances tecnológicos cambian los conceptos de tiempo y espacio. Una persona puede estar presente en una acción que se realiza a miles de kilómetros de distancia de su ubicación física y también puede estar presente en un tiempo distinto al fijado por nuestras medidas tradicionales. Esta es precisamente la gran revolución de las nuevas tecnologías.
A lo largo de la década de los 60 del siglo XX, Marshall McLuhan desarrolló el concepto de Aldea Global para señalar que la información se difundía en cualquier lugar casi en tiempo real. Con ello, el mundo se había convertido en una pequeña comunidad integrada.
La transmisión de contenidos visuales, escritos y orales en tiempo real en diferentes espacios acabó con las fronteras físicas y de conocimiento. La limitante era que la transmisión de mensajes se realizaba en forma unidireccional, es decir, la persona recibía la información, pero no podían interactuar de inmediato con el emisor del mensaje.
A partir del desarrollo del Internet ese proceso se transformó. Ahora, se interactúa en tiempo real, sin importar la hora y el lugar en que cada persona se encuentre. El emisor puede estar en China, por ejemplo, y a las tres de la mañana contestar un mensaje al receptor ubicado en la Patagonia Argentina sin importar distancias ni husos horarios.
El avance logrado no sólo se refiere a la transmisión de información, sino a la acción desarrollada en forma inmediata. En espacios distintos se compran empresas, se contrata personal, se votar en una elección e incluso se puede declarar la guerra o activar una bomba nuclear.
No hay limitantes para realizar cualquier actividad en espacios y tiempos diferentes. Además, a través del Internet, del metaverso, de la nube y de la inteligencia artificial se interrelaciona como si las personas se encontraran en el mismo tiempo y lugar. Hasta las reacciones y sentimientos profundos salen a flote en forma inmediata.
La nueva aldea global ya no se limita a la comunicación, sino a la acción ante cualquier evento en que se participe. Se puede ir al futuro o al pasado y vivir esa realidad virtual como parte del día con día. De esta forma los conceptos tradicionales de espacio y tiempo se han transformado. Las dimensiones físicas que considerábamos inmutables se vuelven flexibles.