El 11 de septiembre de 1973, el poeta Raúl Zurita Canessa vio, mientras estaba detenido por los militares sublevados, una escena demencial: mucha gente con las manos en la nuca y en su rostro todo el pavor y la derrota; sin embargo, el reconocido escritor afirmó que el presidente Salvador Allende legó en su discurso postrero la idea de un país nuevamente reconciliado.
“Allende en su famoso mensaje –soy tan imbécil, que lloro de nuevo con este discurso– dijo que algún día volverán a abrirse las amplias alamedas para el pueblo. Fue sólo un sueño, pero por ese solo sueño es que la victoria del fascismo no fue completa”, dijo el reconocido escritor chileno a La Jornada.
La derrota de la utopía no fue absoluta, “en la medida en que hoy podemos oponerles sueños, palabras, poemas y experimentación. Es el pueblo expresándose otra vez en recuerdo de Víctor Jara y tantos seres sacrificados”.
A la pregunta de si estaría de nuevo con el proyecto de Salvador Allende y la Unidad Popular, Raúl Zurita respondió que, aunque son situaciones “absolutamente distintas, tengo claro dónde estoy. Lo volvería a apoyar. Sí”.
Añadió: “Ciertos gestos que hizo Salvador Allende te cambian la vida. Fue hasta el final de una dignidad, una entereza y una valentía. Una figura trágica. Una de las grandes de Latinoamérica. Hay que persistir en la terca esperanza”.
Zurita (Santiago, Chile, 1950) consideró que Allende “retumba en los 50 años del golpe, en medio de nuevo de un conflicto bien radicalizado, donde la derecha va acorralando y acorralando. Dispuesta a la solución total de algo. No hay posibilidad de diálogo. Esa corriente tiene una mayoría en el Congreso y la capacidad de bloquear todo. Son miserables, como es común en toda Latinoamérica”.
El autor, quien a finales de los años 60 desarrolló activismo estudiantil y en 1968 se incorporó a las Juventudes Comunistas, refirió: “No conocíamos una violencia tan tremenda como la que se dio ahí, el ensañamiento. Como que el mundo se está desquitando con un país, con un gobierno de muchos logros.
“Una agresión tan brutal hacia el pueblo de Chile no solamente de las fuerzas armadas y la derecha chilenas, sino que estaban Estados Unidos y atrás una serie de rencores, por ejemplo, contra la victoria de la revolución cubana, y que en Italia y Francia estaba a punto de producirse una alianza de partidos comunistas.”
La vía democrática al socialismo de Allende fue respondida con el neoliberalismo, “del que hoy Chile es el resultado en sus desigualdades abismales, sus privilegios increíbles y el cuerpo social absolutamente subsumido”.
A los 23 años, al inicio de la sublevación militar, Zurita fue aprendido en Valparaíso al llegar a la Universidad Federico Santa María, donde estudió ingeniería civil. “Me ponen el alto. Al suelo. Me tienden con las manos en la nuca en la calle. Ahí empezó una odisea. Los golpes, los culatazos. Nada en comparación con quienes perdieron padres, esposos…
“Nos echaron en camiones, unos encima de otros. Eran como cinco filas encima mío. El camión se fue por un camino lleno de baches y cada que saltaba se me enterraba más el taco. Yo sentía que me rompían la cara. De repente, todos gritábamos pidiéndonos perdón por las cosas que estábamos haciendo al otro.
“En ese momento supe que pasara lo que pasara en mi vida, no iba a dejar de ser en mi motivo central. No digo que iba a ser revolucionario, sino nunca iba a dejar de recordar ese camión en el que no dejamos de pedirnos perdón los unos a los otros.”
Durante la dictadura que intentó establecer el individualismo, narró el ganador del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2020, hubo “muestras de sencillez, dignidad, compasión, coraje, de protegerse y de gran fuerza. Fue una época de mucha miseria, pero de solidaridad; ese ayudar y pasar la noche con alguien más, abrazados. Nunca se me va a olvidar”.
Para Zurita, el acto conmemorativo de ese hito “se tiene que producir en lo profundo del corazón de cada ser humano. Finalmente, es un acto de honda soledad para cada chileno que se detiene cada aniversario a las 11 de la mañana, cuando comenzó el bombardeo, quien vivió eso y le contó a sus hijos. Es realmente desgarrador ver ancianos que siguen buscando los restos de sus desaparecidos”.
Tras pasar un tiempo en un buque prisión, fue liberado. De esa etapa recordó que en la radio todo el tiempo se tocaban marchas militares e himnos navales, y se difundía la conocida imagen del dictador Augusto Pinochet, con sus gafas. Ahí comenzó una lucha en el plano artístico con el Colectivo de Acciones de Arte (CADA).
Se trataba de una disputa por los significados, explicó Zurita: “Los militares decían con el himno nacional: ‘Puro, Chile, es tu cielo azulado’. ¿Cuál era ese Chile de cielo azulado que querían imponer los fascistas?
“No el que había construido la poesía chilena pasando por Víctor Jara, Violeta Parra, Pablo Neruda, Pablo de Rokha, Gonzalo Rojas, Enrique Lihn y Gabriela Mistral. La lucha que dimos fue que no nos arrancaran el significado de las cosas. Ese fue el papel del arte, la canción, la poesía en Chile durante la dictadura. Eso más o menos.”
CADA realizó arte de intervención en espacios públicos, de gran formato, de carácter político y de resistencia a la dictadura militar; por ejemplo, en 1981 arrojaron 400 mil volantes con un texto alusivo al arte, la libertad y la vida desde seis aviones que sobrevolaron la periferia de Santiago, o en 1983 organizaron pintas clandestinas en todo el país con el “NO+”, en contra de la continuidad de Pinochet.
“Fue una época de intensidad creadora enorme. El arte era la única forma de transmitir tu experiencia. La primera muestra de artes visuales que vi fue en Santiago. Era 1977, un año horrible, la noche era absoluta. Vagaba sin trabajo y en una galería pequeña vi obra de Carlos Altamirano: grandes cuadros de latón con siluetas de gente perforadas a bala. Decía todo”, recordó Zurita.
De esa época, destacó la admiración y agradecimiento de los chilenos por México. “Ha sido un país de acogida para tantos. Ha refugiado a tanta gente. Ha sido asilo contra la opresión. La gratitud por el país es infinita. Inmediatamente propusieron sacar a Salvador Allende, pero ya no era posible; en cambio, recibieron a tantos y tantos chilenos.
“Ha sido un ejemplo de solidaridad internacional. Dentro del horror y, precisamente por eso, resalta el comportamiento del pueblo mexicano. Su acogida. Inolvidable.”
Concluyó: Allende es un emblema de verdad en los jóvenes. “Aquí se dice que la gente se olvida, pero basta que rasquen y no se te ha olvidado nada. Mientras no se purgue el crimen, eso va a seguir y a seguir”.