El deporte no puede entenderse sin una cuota de sufrimiento. La competencia carece de sentido sin el suplicio al que se entregan los aficionados, nadie va al teatro a desmentir un drama porque se trata de una ficción. Ese dolor sólo lo entienden y saborean los iniciados. Los seguidores escarlatas pusieron otra vez a prueba su vocación de mártires. En su propio estadio, que fue un infierno de muchas maneras, pasaron de la angustia a la esperanza para despeñarse al final enla frustración: Diablos Rojos fue eliminado de la postemporada por los Pericos de Puebla con pizarra de 4-3 en seis juegos.
Cuando el México gana de manera desesperada y caminando sobre el fuego dicen que es a la diabla. Y ayer parecía que el estupendo trabajo en la loma de Pericos y ese insondable capricho del azar los llevaba a ese camino.
Estos Diablos reaccionaron demasiado tarde. Eso sí, a tiempo para dar un juego digno y morir en la línea, mientras los asistentes veían a sus queridos Rojos a punto de cambiar la historia, una con casa llena y otra en la jugada final. Pero la victoria a la diabla no sucedió.
Los escarlatas llegaron a este sexto juego de la Serie de Zona como el condenado al cadalso. Sólo una victoria les daría vida en esta postemporada. En cambio, Pericos de Puebla sentían el alivio que brinda la ventaja de llegar con el 3-2 a su favor.
El pitcher Ronnie Williams cargó con el fracaso. Apenas lanzó la primera bola y se la respondieron con un doble que fue la primera carrera. El tercer rollo estaba convertido en un nudo de problemas y ahí recibió las tres rayas restantes que significaron la derrota final.
Los Diablos despertaron demasiado tarde, hasta el octavo episodio. Ahí anotaron tres carreras que les dieron la ilusión a los aficionados de que otro mundo era posible.