Uno. La ciudadanía no tuvo miedo de salir a votar a pesar del clima de violencia e inseguridad. La participación (82.26 por ciento) es la más alta en primera vuelta de las dos últimas décadas.
Dos. El correísmo sigue siendo la principal identidad política del país. Y, por supuesto, este fenómeno tiene su correlato electoral. Cada vez que se vota en Ecuador, cualquier fórmula avalada por Rafael Correa siempre sale victoriosa en la primera vuelta. En esta ocasión, obtuvo casi 34 por ciento; en 2021 casi 33 por ciento, y en 2017, 39 por ciento.
Tres. No hay que extrapolar con tanto maniqueísmo el resultado de una elección seccional a una elección presidencial. Hace pocos meses el correísmo ganó en las provincias más pobladas del país (Pichincha, Guayas, Manabí, etcétera) y en las principales capitales (Quito, Guayaquil, etcétera), pero hay que recordar que en esta instancia no existe la segunda vuelta. Y, por tanto, le fue suficiente alcanzar 27 por ciento de voto válido a escala nacional para este enorme éxito electoral.
Cuatro. Hay que tomarse en serio la idea de democracia Spotify en países donde estamos ante un Estado fallido y con alto grado de inestabilidad y fragmentación política. O sea: Ecuador. O Perú. En estos casos, un alto porcentaje del electorado no politizado cambia de candidato como de canción. Y seguramente esto explica que el segundo candidato más votado podría haber sido cualquiera. Este domingo le tocó a Daniel Noboa (el hijo del multimillonario Noboa). Si la elección hubiese sido el pasado domingo, tal vez habría sido Topic. Y si fuese la próxima semana, quizás, resultaría Zurita. Dicho de otro modo: no hay un candidato alternativo al correísmo con voto propio. Y lo mismo pasó en 2021: en esa ocasión fueron Yaku y Hervas, que sumaron 35 por ciento; esta vez, la suma de ambos no llega a 5 por ciento.
Cinco. La campaña electoral explica parte del resultado, pero no su totalidad. En esta época de atajos y alta velocidad, se exagera el poder de la coyuntura y, en consecuencia, se eclipsan los surcos profundos. El TikTok jamás le ganará la batalla a la cotidianidad.
Seis. La inseguridad importa muchísimo, pero la ciudadanía ecuatoriana no optó por la vía Bukele. Topic sólo logró el apoyo de uno de cada 10 electores (pasado a voto válido, 14.67 por ciento). ¿Por qué? Seguramente porque también importan otros temas, como el empleo y salario, la educación y sanidad, las políticas sociales, etcétera.
Siete. El bloque indígena se quedó sin candidato; Yaku Pérez no llegó ni a 4 por ciento de votos. Y a partir de ahora, Leonidas Iza, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador, se queda como único líder sólido, con un papel protagónico hacia delante, tanto en lo electoral como en lo político.
Ocho. A falta de resultados definitivos, la Asamblea Legislativa estará nuevamente atomizada. El correísmo será la primera mayoría (entre 50 y 55 curules de 137). Y el resto, todos con muy poco. Por ejemplo, el partido de Noboa contará con una bancada muy débil (12).
Nueve. Por último: de cara a la segunda vuelta, no todo es igual a 2021. Las principales diferencias son las siguientes: a) el correísmo podrá criticar al gobierno de Lasso de cara a la ciudadanía de una de manera más eficaz de lo que pudo hacer con Lenín Moreno (porque éste era considerado por una parte de la población como “hijo” de Correa); b) el correísmo cuenta con un poder institucional mayor ahora que antes (hoy gobierna prefecturas y capitales importantes); c) Luisa González es una candidata con una biografía muy diferente a la de Andrés Arauz; d) Noboa buscará confrontar más a Lasso que al correísmo; e) estamos ante una disputa entre dos candidatos jóvenes (45 y 35 años), y f) el contexto también ha cambiado: hay más violencia, más inseguridad, más pobreza, más narcotráfico, más hartazgo.
* Director del Celag. Doctor en economía