Moscú. Por ironías del destino, un día antes de cumplirse dos meses del fallido motín de los mercenarios del grupo Wagner, su jefe, Yevgueni Prigozhin, murió al desplomarse, por causas aún desconocidas, el avión que lo llevaba la tarde de ayer hacia San Petersburgo, con Dimitri Utkin, su brazo derecho, Valeri Chekalov y otros miembros de la plana mayor de la organización paramilitar.
La Agencia Federal de Aeronáutica, sobre las 23 horas de Moscú, dio a conocer la lista de siete pasajeros y tres miembros de la tripulación que fallecieron al estrellarse el jet Embraer Legacy 600, propiedad de Prigozhin, por su identificador RA-02795.
El accidente ocurrió en la región de Tver, 40 minutos después de despegar del aeropuerto moscovita Sheremetievo con destino a San Petersburgo, donde el grupo tiene su cuartel general.
El bloguero Andrei Zajarov, cercano a los Wagner, confirmó que Prigozhin regresó ayer por la mañana de Malí, donde hace unos días grabó un video, con uniforme militar y un fusil automático, dando a entender que a partir de ese momento se quedaría ahí para “liberar África”.
Apenas arribó a la capital rusa en un Iliushin-62, que hizo escala en Damasco, Prigozhin abordó el malogrado jet y unos minutos más tarde despegó otro avión suyo, también Embraer con identificador RA-02748, con el resto de comandantes de los Wagner, aeronave que regresó a Moscú y aterrizó en el aeropuerto de Ostafievo, a 10 kilómetros de la capital rusa.
Rescatistas del ministerio de Situaciones de Emergencia, que acudieron al sitio donde cayó el avión en llamas, cerca de la localidad de Kushenkino, en Tver, difundieron un breve comunicado que indica que no hubo sobrevivientes entre las personas que iban a bordo del aparato, pero aún no era oficial que entre los pasajeros viajaba Prigozhin.
El Comité de Instrucción de Rusia abrió de inmediato la investigación para esclarecer las causas del siniestro, “sin descartar ninguna hipótesis”, como precisó la agencia oficial TASS, mientras circulan en las redes sociales testimonios de personas que aseguran haber escuchado dos fuertes explosiones antes de percatarse de que el jet se estaba yendo a pique.
Este tipo de presuntos testimonios, hasta ahora no confirmados por las autoridades, nutren la versión de que una bomba provocó el desplome del Embraer. El canal Grey Zone, vocero oficioso del Grupo Wagner en Telegram, incluso llegó a afirmar que un misil antiaéreo SS-300 derribó el avión y publicó una foto de Prigozhin, aseverando que “lo mataron los verdaderos traidores de Rusia”.
De acuerdo con el servicio Flightradar24, que permite hacer el seguimiento de cualquier vuelo, el Embraer despegó a las 17:59 y a las 18:11 –cuando se encontraba a 3 kilómetros 700 metros de altitud con una velocidad de 585 kilómetros por hora, en la zona de Zelenograd, en las afueras de Moscú– el capitán apagó el transpondedor de la nave, lo que a veces suelen hacer los vuelos particulares.
Se dirigía a San Petersburgo
Por la trayectoria de vuelo el jet se dirigía hacia San Petersburgo y el capitán, según el canal de noticias Baza, no reportó ninguna emergencia a bordo hasta que a las 18:40 se estrelló en Tver, a 50 kilómetros de distancia de Valdai, donde el presidente Vladimir Putin tiene una residencia.
El titular del Kremlin, quien al momento de difundirse la noticia se encontraba en la localidad de Ponyri, región de Kursk, en un concierto dedicado al 80 aniversario de la victoria en la batalla de Kursk, en la Segunda Guerra Mundial, regresó de inmediato a Moscú. Hasta las 1:40 horas de este jueves no había hecho ningún comentario sobre la muerte de Prigozhin.
En cambio, el asesor de la presidencia ucrania, Mikhaylo Podolyak, al deslindar a Kiev de una eventual participación en un atentado contra el líder de mercenarios, afirmó que con su muerte “comenzó una nueva etapa en la política interna rusa, donde se manda una señal a la élite de que la deslealtad se paga con la vida”, y expresó la opinión de que la caída del avión guarda relación directa con su rebelión de junio: “Esa insurrección asustó mucho a Putin; puso en una situación incómoda al jefe del Kremlin y a los responsables de la seguridad del Estado, que se supone tenían todo bajo control; y al frenarse a 200 kilómetros de Moscú, Prigozhin mismo firmó su condena a pena de muerte”.
El enfrentamiento de Prigozhin con la cúpula del ejército de Rusia, sobre todo el titular de la cartera de Defensa, Serguei Shoigu, y el jefe del Estado Mayor, Valeri Guerasimov, lo llevó a intentar, el 24 de junio pasado, una acción desesperada que denominó “marcha por la justicia”, ordenando a su combatientes avanzar desde Rostov del Don hacia Moscú para exigir la destitución de sus rivales.
Durante muchos años, Prigozhin gozó de la protección de Putin desde que se conocieron en San Petersburgo, cercanía que le permitió amasar una millonaria fortuna con contratos públicos, sobre todo después de que el magnate fundó el grupo Wagner y, en 2014, comenzó a hacer en Crimea y Ucrania los “trabajos” que el Kremlin no quería asumir de forma abierta. Luego, siguieron Siria y más tarde África, aparte del imperio mediático que creó para intentar influir, a través de bots en redes sociales, en la opinión pública en las elecciones en otros países.
Cuando comenzó la “operación militar especial”, el 24 de febrero de 2022, Prigozhin regresó de África, donde sus mercenarios prestaban sus servicios en varios países, y se sumó a las tropas rusas, reclutando combatientes en las cárceles del país, ofreciendo buen dinero y el indulto a quienes lograran sobrevivir seis meses de combates.
Tras meses de intentar tomar Bakhmut, finalmente lo logró, convertida la ciudad en ruinas, lo que agravó su distanciamiento de la cúpula militar, a la que exhibía por su “incompetencia”.
El fin de una amistad
El fallido motín, que Putin calificó de “traición y puñalada por la espalda”, prometiendo “castigar a todos los sublevados”, puso fin a su amistad con Prigozhin.
Éste se libró de ir a la cárcel, por tener el respaldo de 50 mil hombres armados, y aceptó “exiliarse” en Bielorrusia, mientras desmantelaron su imperio mediático y le quitaron los contratos, después de exhibirlo en la televisión pública como un “delincuente ambicioso” y “mentiroso”, ya que el propio mandatario ruso reveló que llevaba años financiando a los Wagner, algo que las autoridades rusas siempre habían desmentido de modo categórico.
En los dos meses que pasaron desde la insurrección, Prigozhin adoptó un bajo perfil, dejó de hacer duras críticas en las redes sociales, que antes realizaba casi a diario, pero no cumplió su palabra de “exiliarse” en Bielorrusia, donde estuvo sólo unos días para supervisar la posibilidad de instalar una base de sus combatientes en ese vecino país con el visto bueno del presidente Aleksandr Lukashenko.
Después del video que grabó en África, sorprendió que apareciera unos días más tarde entre los pasajeros de un jet particular, de su propiedad, que se desplomó camino a San Petersburgo.