Un título sobrecogedor aparecido en La Jornada mostraba con toda crudeza lo que sucede en el mundo. Se señala que al menos este año alcanzarán a pasar por las fronteras de Panamá y Colombia y atravesando por la peligrosa selva del Darién 400 mil migrantes que esperan llegar a Estados Unidos. Sobre todo se evidencia el terrible dolor y tragedias humanas de hombres y mujeres, de todas las edades que, como se señala en el reportaje, “enfrentan múltiples peligros en pos del sueño americano”. En otro reportaje se muestra a las afueras del Hotel Roosevelt en Nueva York personas indocumentadas que tienen que dormir en la calle porque los albergues están rebasados. El alcalde de la ciudad, Eric Adams, señala que hay 50 mil migrantes en albergues pero habían llegado más de 93 mil en la primavera. Y si bien la urbe es una ciudad santuario y alberga a quien lo solicita, se ha visto rebasada porque, además, algunos estados fronterizos están enviando a sus migrantes como manifestación contra el gobierno del presidente Biden. Vale la pena señalar que las nacionalidades de esos migrantes, la mayoría son venezolanos, le siguen en importancia numérica ecuatorianos y haitianos, así como mil 500 chinos y mil cameruneses.
En México siguen llegando los migrantes, y llama la atención que se encontraron en Sonora 150 procedentes de África, Asia y Sudamérica, algunos retenidos en una casa de seguridad y otros estaban cerca de la central camionera en Sonoyta. Se identificaron 41 de Egipto, 34 de Ecuador, 28 de Mauritania, cuatro de Senegal y uno de Angola.
En este marco resulta preocupante que el gobierno del presidente López Obrador haya aceptado dedicar un espacio en la frontera sur del país para acoger a quienes lleguen en busca de asilo, lo han denominado “Espacio multiservicios”, propuesta que había negado rotundamente el propio AMLO cuando se habló de ello en la reunión de enero en Los Ángeles, que como recordamos no participó por haber discriminado de la reunión a Venezuela, Cuba y Nicaragua. No hay mucha información al respecto, pero la primera impresión es que se busca alejar a los migrantes de la frontera norte, deseo de una gran mayoría. Es importante recordar que la propuesta original de AMLO fue drásticamente atacada por Donald Trump, quien amenazó con varias medidas si no revertía esa política considerada atentatoria contra Estados Unidos y se reorientó la política migratoria.
Hay que esperar a tener mayor información de esta oficina multiservicio que, como señala el propio AMLO, en dos o tres meses habrá mayores detalles, pero afirmó, lo cual también llama la atención, que “será transitoria” y no se detendrá ahí a los extranjeros en situación de movilidad. Les brindará posibilidades de empleo y opciones para tramitar su ingreso regular a Estados Unidos. El problema es que, mientras, los traficantes de personas siguen haciendo su agosto aprovechándose e induciendo a las personas a movilizarse ante una situación que consideran sólo remediable a partir de moverse. Y el vecino del norte sigue marcando la política migratoria.
La migración se mueve bajo consideraciones negativas en los países que deberían apoyar solidariamente a esas personas. Se ha desatado un nacionalismo extremo conjugado con racismo y desinformación que hace casi imposible una recepción, como señalan los cánones internacionales, solidaria y fluida para evitar los horrores de los desplazamientos y darles la protección que merecen. El caso de la barrera flotante con púas que el gobierno de Texas instaló a la mitad del río Bravo y que acaban de ser removidos después de una larga cadena de notas diplomáticas, es una terrible muestra de lo que puede esperar a México con el próximo presidente de Estados Unidos, que muy posible sea el nefando Trump.
Bajo estas condiciones, el gobierno mexicano debe plantear con firmeza y determinación que los países que tienen la obligación de cumplir con sus compromisos internacionales, pero se los pasan por el arco del triunfo por problemas políticos, demagógicos, electorales, racistas y xenófobos, no van a recibir el más mínimo apoyo que perpetúe su irresponsabilidad. Basta de poner a la Guardia Nacional en las fronteras, acción de la que Trump se burla hasta el cansancio; basta de recibir de regreso a los migrantes que ese país rechaza.
México debe hacer valer su soberanía y autoridad y romper con la subordinación y la dependencia de un país que es el prototipo de la injerencia y la falta de democracia y además generador de flujos migratorios. México debe decidir en forma autónoma sobre políticas que son del interés del país y no del vecino, una estrategia independiente para continuar con la 4T.