La humanidad está cerca de alcanzar el paraíso terrenal, aquél que perdieron Adán y Eva al comerse la manzana prohibida. El castigo, según la leyenda, consistió en ganarse el pan con el sudor de la frente, es decir con el trabajo.
Ahora, empresarios como Elon Musk o intelectuales como Yuval Noah Harari plantean que todo trabajo humano será sustituido por las máquinas. Desde las actividades simples hasta las más complejas se llevarán a cabo a través de robots y computadoras, con ayuda de la inteligencia artificial. El resultado de los procesos será preciso, rápido y de mayor calidad.
El problema es la intrascendencia del hombre al perder una de sus principales razones de ser: la creación de riqueza para satisfacer sus necesidades. Siempre han existido sectores sociales improductivos, como son el caso de la nobleza o de los arrendatarios. Pero los sectores parasitarios, por llamarlos de alguna forma, necesitan hasta el momento del trabajo de otros seres humanos.
El avance de la sociedad permite que la humanidad cuente con instrumentos cada vez más sofisticados que facilitan las actividades productivas y en pocas décadas ya no se necesitará que las personas realicen esfuerzo alguno para conseguir sus satisfactores.
¿Qué pasará cuando no se tenga que trabajar para sobrevivir? ¿La sociedad se volverá más justa y equilibrada? ¿Se redistribuirá la riqueza de acuerdo con las necesidades de cada persona, como se planteaba en el siglo XIX? ¿Desaparecerá la capacidad creativa?
Tal parece que se generalizará la política de entregar a las personas un ingreso mínimo para vivir y que ese recurso mejorará con el avance de la productividad.
Sin embargo, las diferencias entre países ricos y pobres no desaparecerán, la sociedad seguirá dividida en clases sociales, como ha sucedido a lo largo de la historia y la lucha por el poder económico y político se mantendrá.
Podrá desaparecer el trabajo obligatorio, pero la creatividad florecerá. Además, la desigualdad y las guerras estarán presentes. Estos fenómenos son parte de la vida en sociedad.
El trabajo como una opción y no una obligación todavía es una utopía; pero no hay duda de que la humanidad cada vez requiere esforzarse menos para producir los bienes y servicios que necesita.