El largo ciclo de gobiernos corruptos, oligárquicos y autoritarios que ha padecido Guatemala parece haber llegado a su fin: en la elección presidencial de ayer, el candidato progresista Bernardo Arévalo, del partido Movimiento Semilla, logró un triunfo aplastante sobre la aspirante de las derechas, Sandra Torres.
De esta manera culmina el inesperado vuelco político ocurrido en el país vecino desde el 25 de junio, cuando en la primera vuelta de la elección Arévalo y Torres resultaron los contendientes más votados, dejando atrás a cinco rivales postulados por partidos del régimen.
A partir de ese resultado inicial, los sectores más reaccionarios, militaristas y anticomunistas adoptaron como abanderada a la segunda, quien hasta entonces había navegado con bandera de socialdemócrata, para enfrentar al primer proyecto político que pone en jaque sus intereses.
Es importante recordar que Movimiento Semilla surge de los movimientos sociales y populares que estallaron en 2016 contra el entonces presidente Otto Pérez Molina, ex militar acusado de genocidio que, para colmo, se exhibió como un gobernante extremadamente corrupto. Su candidato a la presidencia, por su parte, es hijo del ex mandatario Juan José Arévalo (1945-1951), uno de los dos únicos jefes de Estado democráticos, progresistas y limpios de corrupción que ha tenido el país centroamericano.
Desde su postulación, a comienzos de este año, Bernardo Arévalo y el Movimiento Semilla, su partido, sufrieron un abrumador embate de los medios oligárquicos guatemaltecos y las instancias judiciales del país, las cuales trataron infructuosamente de sacar de la contienda al aspirante y al partido. La fiscal general Consuelo Porras, el fiscal Rafael Curruchiche y el juez Fredy Orellana incluso intentaron ilegalizar a Movimiento Semilla sin ningún fundamento jurídico sólido.
Con esos antecedentes, es de suponer que el camino del ahora mandatario electo hacia la toma de posesión no será precisamente terso y que la oligarquía guatemalteca, hasta ayer dueña de partidos, diputaciones y presidencias, hará todo lo posible por obstaculizarlo. Es necesario, por ello, invocar la atención y la solidaridad internacionales para que la voluntad popular no se vea burlada en Guatemala y para que el corrupto puñado de militares, empresarios y logreros que han tenido por décadas el control absoluto del país se vea obligado a reconocer el triunfo de Bernardo Arévalo.
En Ecuador, de acuerdo con cifras preliminares de la elección anticipada de ayer, la candidata progresista Luisa González, del partido correísta Revolución Ciudadana (RC), quedó unos ocho puntos porcentuales por encima de su más próximo rival, el conservador Daniel Noboa, postulado por una alianza de tres partidos de derecha. La aspirante de la izquierda habría obtenido más de 33 por ciento de los sufragios, mientras el hijo del magnate Álvaro Noboa habría logrado 24 por ciento. De esta forma, ambos pasarán a una segunda vuelta.
El resultado es esperanzador, por cuanto abre la perspectiva de un retorno a la senda democrática, social y soberanista que siguió Ecuador durante la presidencia de Rafael Correa (2007-2017) y fue abruptamente destruida por su sucesor, Lenín Moreno (2017-2021). Desde entonces, la nación andina se ha hundido en la corrupción, la violencia y el auge delictivo. Cabe esperar que en la segunda vuelta, programada para el 15 de octubre, RC y su abanderada logren rencauzar a la nación hermana.