Tras la solicitud estadunidense de “dirimir” en un panel arbitral las “diferencias” derivadas de la soberana decisión mexicana de prohibir las importaciones de maíz transgénico para consumo humano, el gobierno de nuestro país está cierto de que mediante ese mecanismo previsto en el T-MEC se comprobará científicamente que ese tipo de grano genéticamente modificado resulta dañino a la salud.
Para el presidente López Obrador es “importante” que el gobierno estadunidense haya solicitado dicho panel, porque “no es un asunto nada más de México, sino que ayudará a los consumidores de aquel país y de todo el mundo. Lo que hicimos, y es por lo que se inconformaron, fue emitir un decreto para que no se use maíz amarillo para consumo humano. Puede utilizarse de forraje, pero no para el consumo humano”.
Ese es el fondo de la decisión mexicana, pero el mandatario también contextualizó políticamente el por qué el gobierno estadunidense presentó tal solicitud y pretende echar toda la carne al asador: “entiendo que son las presiones de los grandes agricultores que están vinculados a legisladores que tienen mucha influencia. Es que, en Estados Unidos, como aquí también, pero allá de manera abierta, aquí de manera encubierta, las grandes corporaciones les dan dinero para sus campañas a diputados, a senadores, a presidentes; entonces, esos diputados, esos senadores –es un sistema que considero está mal, pero así son sus leyes y pues se tiene que respetar– son como sus empleados, más al servicio de ellos que del pueblo, que de los ciudadanos. Es toda una distorsión”.
Y esos mismos legisladores “también reciben –no todos, desde luego– dinero de los magnates de la industria bélica y por eso defienden el armamentismo en el Congreso. Es un asunto que no ayuda, pero, bueno. Ahora, por esas presiones de quienes tienen mucha influencia en el Congreso, en el gobierno, llegan a promover y a impulsar a científicos que se convierten en premios Nobel. Entonces, las investigaciones que hacen muchas veces están avaladas por premios Nobel, porque son apoyados, financiados, impulsados por estos grupos”.
De cualquier suerte, dijo, el gobierno nacional “no va a permitir que se utilice maíz transgénico para la alimentación del pueblo de México. Primero la salud, y vamos a acatar la resolución de los que participen y decidan en el panel, vamos a estar de acuerdo con la resolución que se emita, una vez que presentemos pruebas y que se desahogue todo lo que queremos sobre este tema. ¿Cuál es nuestra propuesta? Que formemos un grupo conjunto de investigadores para conocer a ciencia cierta si se trata de maíz transgénico y si causa daño o no a la salud. Nosotros sostenemos que sí, pero, bueno, vamos a formar un equipo conjunto. Y no estamos violando el T-MEC, porque en él se establece que cuando hay estas diferencias se puede acudir a los paneles. Es una muy buena oportunidad para revisar esto. Entonces, qué bien que están ahora impugnando un decreto nuestro para que no utilicemos ese maíz en el consumo humano, porque esto nos va a permitir en este panel presentar pruebas y hacer propuestas”.
Con la decisión del gobierno mexicano a los agricultores estadunidenses se les cae buena parte del negocio, toda vez que a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (en enero de 1994), nuestro país importa crecientes volúmenes de maíz, un alimento básico del que México fue autosuficiente hasta antes del TLCAN (mecanismo comercial que deformó el aparato productivo del país, con el campo en primer lugar (“liberado” totalmente a partir de enero de 2008), que fue masacrado por el régimen neoliberal.
Desde entonces, con la “modernidad teleciana” y ahora del T-MEC, México importa cantidades exorbitantes de alimentos (con el maíz en primer lugar), de tal suerte que de lo mucho o poco que los mexicanos llevan a sus mesas, la mitad proviene del exterior, fundamentalmente de Estados Unidos. No es gratuito, pues, que la FAO enliste a nuestro país entre los importadores netos en este renglón, a pesar de que cuenta con el potencial para que el campo nacional produzca de todo y para todos.
Las rebanadas del pastel
¿Quién dijo aquello de que en política una de las cosas que no se debe hacer es el ridículo? Desde luego que no fue Marcelo Ebrard, porque en sus alocadas ansias toreras ha sobresalido en ese reglón, aunque cierto es que en la enloquecida campaña para promover a Claudia Sheinbaum se ha colado cualquier cantidad de bichos retorcidos e impresentables, de antes y de ahora.
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