La lectura del libro La promesa de aquella inacabable aventura: Ensayos sobre El Quijote (Múgica C., Bonilla Artigas Editores) me abrió el camino a meditar sobre el tema. Al igual que Freud, Cristina fue influida o seducida por la novela de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, tanto en la realidad como en los sueños. Para Freud y para otros, entre ellos Cristina, la realidad se presentaba como una transfiguración, no era real, pero tampoco irreal; digno de mirarse tanto en Freud como en Cervantes, resulta que, después de haber manifestado aparentemente todo, no han dicho nada. Ambos genios enuncian menos de lo que dicen. La multiplicidad de significaciones es infinita.
Al someter lo real a lo irreal requieren un lenguaje que no cabe interpretar literalmente porque cada uno de los términos está como encajado en el otro, en una sucesión infinita e interminable. La realidad humana en los libros es un acto de imaginación y de creación donde ocurren siempre inventos y novedades en el aparente fracaso de su forma de vida; la imaginación es la forma y la libertad que proclama Freud.
Jacques Derrida, el filósofo francés, me permite articular el pensamiento freudiano con el cervantino, el de Octavio Paz y Carlos Fuentes, Ignacio Padilla (y el de Cristina) y María Stooper, ya que, de acuerdo con sus propuestas, el lenguaje no se limita o circunscribe a un fenómeno físico, conjunto de cadenas sonoras o conjunto parasitario de marcas gráficas, que simplemente se corresponden con el mundo o con unos significados que los habitantes poseen en su interioridad.
No hay significado unívoco, como acentúa Ignacio Padilla en su última versión sobre El Quijote; al igual que Cristina, Derrida rompe con la gramatología y la diseminación para denunciar y rechazar el logofonofalocentrismo heredado de la metafísica tradicional occidental.
En la concepción freudiana lo que existe es un texto plural diseminado. Texto-escritura que no se deja regir por la ley del sentido del pensamiento y del ser, sino que se despliega en la heterogeneidad del espacio y el tiempo, en un lenguaje múltiple diseminado, y en una serie infinita de renvíos significantes.
En la lectura que Jacques Derrida hace de Sigmund Freud, nos encontramos ante un discurso deducido de su dispersión.
Agradezco a Cristina Múgica la posibilidad de conversar sobre El Quijote de la Mancha y felicitarla por su quijotismo.