No ha existido en la historia de la humanidad un cambio en el imaginario colectivo tan rápido como el que se presenta en nuestros tiempos. El avance de la economía y, en especial, la globalización, genera una visión del mundo distinta a la que se tenía hace apenas medio siglo.
La forma de pensar de los jóvenes es distinta a la de sus padres y mucho más a la de sus abuelos. Los deseos y los valores de una generación a otra se adaptan a la vida moderna y todo aquel que tiene acceso a Internet transforma sus gustos y sus necesidades con gran rapidez.
En el pasado los cambios eran lentos. Pensemos, por ejemplo, en la Edad Media. El campesino europeo del siglo XII tenía una visión semejante a la del campesino del siglo VII en materia de valores, poder, religión y de relaciones familiares. En 500 años casi no había diferencias en la concepción del mundo. En esa época la producción de bienes y servicios se transformaba lentamente y las estructuras familiares, la economía, los conocimientos e imágenes de la realidad permanecían estables durante siglos.
Todavía hasta nuestros días, en las sociedades agrícolas la mentalidad de las generaciones jóvenes es parecida a la de sus abuelos. Pero en las urbes los jóvenes cambian su forma de producir, de consumir y de apreciar la realidad. Además, la transformación del imaginario popular se acelera con el acceso a un teléfono móvil o una computadora.
No se trata de que las nuevas generaciones olviden sus tradiciones familiares, su formación y su religión, sino que esa realidad la aprecian como algo cada vez más distante, como si se tratara de otra vida. La propia necesidad de sobrevivencia en un mundo en constante ebullición obliga a la gente a actuar y pensar diferente.
El contraste entre el pensamiento tradicional y el moderno se aprecia principalmente en aquellas personas que se vinculan con otras culturas. Ahora, un adolescente chino, mexicano o cubano con acceso a Internet tienen un pensamiento más cercano al de los jóvenes de otros países que al de sus padres. El pensamiento universal subordina al de la localidad de cada persona.
Nunca había avanzado tan rápido la tecnología como ahora y esa transformación genera una nueva mentalidad con consecuencias todavía desconocidas.