¿Hasta dónde puede llegar la desesperada ciudadanía en su ansia de modificar una realidad que la agobia y que en su intento recurre a decisiones inentendibles como la de votar a favor de la misma corriente oligárquica que la ha destrozado? Ese es el caso de Argentina y su más reciente proceso de elecciones primarias, en las que el demencial candidato de la ultraderecha Javier Milei obtuvo el mayor porcentaje de los sufragios (30.2 por ciento del total), seguido de otra tenebrosa representante de la misma corriente (Patricia Bullrich, con 28.3 por ciento), mientras en tercera posición se ubicó la tendencia progresista (Sergio Massa, 27.3 por ciento).
En aquella nación sudamericana, la primera parte del proceso electoral se conoce como PASO (elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, en vigor desde 2009), el cual permite definir las candidaturas internas de los propios partidos participantes para los comicios generales a realizarse en octubre, al tiempo que significa una medición que podría perfilar el resultado final. Tal resultado parece no tener asidero, porque la enloquecida ultraderecha avanza en Argentina, como en otras latitudes, gracias a una ciudadanía harta de su circunstancia, pero que no se da tiempo de reflexionar sobre que precisamente esa corriente extrema ha sido la que la ha llevado a situaciones económica y social asfixiantes, a la vez que el tímido movimiento progresista –con sus tradicionales fracturas internas– no ha satisfecho las expectativas del electorado.
De entrada, ese electorado harto debería ejercer su derecho a la memoria, recordar que la ultraderecha, en todas sus presentaciones, ha sido la que ha hundido a su país, por ser la promotora de innumerables golpes de Estado, cada vez más sangrientos, del infame endeudamiento (útil sólo para financiar el robo y la fuga de capitales de la oligarquía autóctona), las interminables devaluaciones, la brutal concentración del ingreso y la riqueza, la inflación galopante, los salarios de hambre, el saqueo privatizador, el corralito, y tantas otras desgracias que siempre han facturado a los que hoy, en su desesperación y sin lógica alguna, deciden favorecer a candidatos igual de impresentables que tenebrosos.
Javier Milei, el ultraderechista ganador de las PASO, es un producto chatarra netamente de marketing que la oligarquía mediática (con el Grupo Clarín a la cabeza) infló a más no poder y que lo único que dice es una salvajada tras otra. Promotor de la “libre venta” de órganos humanos, del rechazo absoluto al derecho al aborto, contrario a la educación sexual, a favor de la desaparición del Estado, de la cancelación de la ayuda social, de la concentración del ingreso y la riqueza, de la libre portación de armas, amén de ser adorador de Vox –el partido fascista español– y cualquier cantidad de barbaridades más, como aquella en la que promueve “un ajuste fiscal más profundo que el del Fondo Monetario Internacional”.
Patricia Bullrich es otro esperpento de la política argentina: ex integrante de la organización guerrillera Montoneros, ex militante de la Juventud Peronista, se acomodó política y laboralmente con la derecha hasta llegar a ser ministra del Trabajo en el gobierno de Fernando de la Rúa, y de Seguridad de la Nación, en el de Mauricio Macri; acomodaticia, traicionera y represora contumaz, entre otras “virtudes”, ahora obtiene la segunda posición en las PASO, tras su propuesta de dar bala a todo lo que le oponga.
Sergio Massa, el último en la tabla electoral, candidato de Unión por la Patria (antes Frente de Todos) y ministro de Economía, tiene una sólida propuesta de reivindicación social , la cual parece que no caló en los votantes. Como lo reseña Stella Calloni, corresponsal de La Jornada en Argentina, “Milei, único candidato de la alianza La Libertad Avanza y admirador de Donald Trump y Jair Bolsonaro, fracturó la hegemonía electoral de las principales coaliciones que se ha alternado el gobierno en los años recientes, y evidenció la frustración de los argentinos ante una clase política que no pudo revertir la inflación que alcanza 115 por ciento anual. ‘Somos la fuerza más votada porque somos la verdadera oposición’, arengó Milei, quien prometió poner fin al kirchnerismo y también a la ‘casta chorra (ladrona) que hunde a este país’”. Y parece que, con su voto, la ciudadanía argentina se apunta a, precisamente, hundir a su país.
Las rebanadas del pastel
No descubre el hilo negro, pero tiene razón López Obrador: “las crisis y la inflación siempre han ayudado a la derecha”, y Argentina lo refrenda.
Twitter: @cafevega