La sensación predominante en los clubes que participan en la Leagues Cup es que los árbitros ejecutan criterios mucho más cerca del error que del acierto. Algunos ex silbantes, seguidores de lo que ocurre en el gremio, no se muestran sorprendidos por el estado de sospecha que producen sus decisiones. “Todo lo que está pasando se ha convertido en un circo”, remarcaba hace unos días el colombiano Óscar Pareja, entrenador del Orlando City, sobre un par de jugadas de Lionel Messi, figura del Inter Miami, que pudieron valer la tarjeta roja. “No me importa que sea él, pero tiene que ser medido igual”.
Al no encontrar en Concacaf un seguimiento pormenorizado de los desempeños arbitrales, el ex silbante mundialista Edgardo Codesal coincide en que la errónea aplicación del reglamento, sumada a las fallas humanas del VAR, agregan elementos al pensamiento del aficionado que se ve perjudicado. “Nada bueno puede salir de ese estado de suspicacia”, dice a La Jornada, preocupado por el rompecabezas en que está convertido el trabajo de los silbantes en Estados Unidos.
“Cuando el sistema de justicia, sea el que fuere, maneja la ley de una manera para un lado y de otra para otro, inmediatamente pensamos en que hay algo atrás que está premeditado para perjudicar o beneficiar a alguien. Todo se está prestando a la mala interpretación. Yo me pongo del lado del aficionado y digo: ‘¡ah, caray! ¿por qué a mi equipo sí lo castigan y al otro, minutos antes y en una misma jugada, no?’. Ese es el peor de los problemas. El VAR, que es una extraordinaria herramienta, sigue siendo el Talón de Aquiles del arbitraje moderno, porque no lo han sabido utilizar”.
Codesal perdió la cuenta de las veces que ha visto la repetición del Mundial de Italia 90 entre Argentina y Alemania. A sus 72 años, sigue recibiendo insultos por parte de aficionados argentinos tras haber señalado una falta en el minuto 85 que permitió a Andreas Brehme anotar el gol del campeonato. En ese partido, recuerda el ex presidente de la Comisión de Árbitros, Diego Maradona estaba fuera de sí, pero nada lo hizo reconsiderar su criterio. La imagen sirve para marcar un contraste con el presunto favoritismo de los jueces hacia Lionel Messi.
“Toda súper estrella cree que, por la magnitud de su figura, tiene la posibilidad de ejercer presión sobre el árbitro. A mí me pasó en la final del mundo”, recuerda. “Es una cuestión de personalidad y convicción. Si el silbante se deja presionar, se presta a que la estrella dirija el partido y no él. Ellos, a ese nivel, son los que más se acercan al árbitro a decirle que no es falta, que se equivocó o que la televisión lo hará pedazos si no marca.”
Al fin y al cabo, apunta el ex internacional Roberto García Orozco, “¿la gente a quién va a ver en un estadio? A la súper figura. Nosotros sólo somos un mal necesario”. Otro elemento en el análisis es el sistema de videoarbitraje, tan criticado por entrenadores y futbolistas en la competencia. “¿Qué más hubiéramos querido los árbitros de mi generación que una segunda oportunidad?”, señala Codesal, para quien los errores son una mezcla de poca capacidad y capacitación.
“El protocolo del VAR dice ante errores graves, obvios y manifiestos que el árbitro puede intervenir. ¿La atajada del portero del América (Luis Malagón) contra Nashville (en octavos de final) lo es? Si vamos a lo más estricto de la regla, no hay guardameta que ataje un penal si no se mueve antes. Ahora, ¿seis minutos para discernir eso? ¡Es un disparate!”