La desigualdad en los gastos en México se ha mantenido constante en las décadas recientes. Las brechas en las adquisiciones promedio de los hogares de bajos ingresos respecto de los de altos ingresos se ampliaron considerablemente cuando se trata de las compras en bienes procesados y de primera necesidad en los cuatro años pasados.
“En la materia también podemos hablar de desigualdad. Si bien la brecha en el gasto general de los hogares a escala nacional se ha cerrado marginalmente; el relativo a alimentos en el decil I (hogares de bajos ingresos) representó 51.1 por ciento contra el 28.3 por ciento del que realizó el decil X (altos ingresos). Hay mucha diferencia”, afirma Mauricio Rodríguez Abreu, director general de estadísticas sociodemográficas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH), los alimentos “se comen” el gasto de las familias de los primeros tres deciles, principalmente. Tan sólo en 2018, los hogares del decil I reportaron que la erogación para alimentos representó 50 por ciento; mientras para los de mayores ingresos fue de 25.4 por ciento. En 2022, las familias de bajos ingresos destinaron 51.1 por ciento de su presupuesto a la despensa; en tanto, los del decil X desembolsaron 28.3 por ciento.
Los efectos sociales y económicos de la pandemia, así como la espiral inflacionaria, obligaron a los hogares mexicanos a concentrar sus gastos en bienes procesados y de primera necesidad, consideraron analistas económicos. El gasto en alimentos representó dentro del hogar 91.3 por ciento del total para el decil I y 88.8 por ciento para el II; mientras para el decil X fue de 63.9 por ciento.
“Los hogares de más bajos ingresos gastan más de la mitad de su gasto en alimentación y cae conforme van subiendo los deciles porque hay más libertad para gastar. El segundo rubro en el que gastan las familias es en transporte y comunicaciones. Hay importantes brechas en el contexto urbano y rural, pero donde más se incrementó el gasto en combustibles fue en los contextos rurales”, precisa Rodríguez Abreu a La Jornada.
Añadió que, efectivamente, podemos hablar de desigualdad en gasto porque no es lo mismo destinar la mitad del gasto de un hogar a alimentación y con 40 por ciento tener que cubrir transporte y otras cosas, lo que ya no deja mucho para el esparcimiento o para la salud.
Contrasta lo anterior con un hogar que gasta 28 por ciento en alimentación y 10 por ciento en transporte y que tiene no solamente para otros rubros, sino que puede hacer inversiones o adquirir protecciones, como son seguros y otros activos destinados al hogar. Debido a lo anterior, “claramente se puede hablar de brechas en los gastos”, asevera el especialista del Inegi.