El pasado diciembre, las prensas de la Universidad de Carolina del Norte publicaron The Three Deaths of Cerro de San Pedro ( Las tres muertes de Cerro de San Pedro), obra del historiador canadiense y especialista en historia ambiental Daviken Studnicki-Gizbert.
Mediante un recorrido de poco más de cuatro siglos, el autor aborda los tres modelos extractivos que sucesivamente se instrumentaron en Cerro de San Pedro, desde que fue descubierto en 1592 el potosí novohispano hasta su súbita destrucción a comienzos del presente siglo. Esta perspectiva de interpretación histórica permite comprender, con base en la larga duración, las relaciones que en el extractivismo se han tejido entre capital, recursos energéticos y tecnologías disponibles, por un lado, y el entorno ambiental o naturaleza por el otro. Permite también visualizar el tránsito entre dichos modelos, sus ritmos de transformación del territorio y sobre todo la huella ambiental que han acumulado. Entre otras cuestiones, Studnicki-Gizbert analiza el intensivo proceso de deforestación que en su primera etapa protoindustrial generó la implantación del extractivismo hispánico en la recién pacificada frontera guachichil a finales del siglo XVI.
A la vuelta de tan sólo dos décadas se habían sentado las bases del nuevo paisaje minero mediante la formación de pueblos y el establecimiento de haciendas con hornos de fundición para beneficiar el mineral, método que entre bonanzas y decadencias productivas predominó en la región hasta los inicios del siglo XIX, lo que implicó la desaparición de enormes nichos boscosos de encino y mezquite que fueron transformados en carbón vegetal, por mencionar sólo uno de los múltiples procesos de drásticos cambios ecosistémicos que implicó la extracción de metales preciosos.
Con el nacimiento del México independiente y la llegada de capitales foráneos, de nuevas tecnologías y formas de organización laboral, pero principalmente de nuevas fuentes de energía, Cerro de San Pedro Potosí, al igual que muchos otros centros mineros de la América hispánica, experimentó el desarrollo del extractivismo industrial. Esto hizo posible durante siglo y medio, también entre bonanzas y borrascas productivas, así como de nuevos métodos de fundición y separación de metales como la cianuración, que las compañías mineras profundizaran los antiguos socavones y abrieran otros nuevos hasta el agotamiento de sus posibilidades técnicas mediante minería subterránea al iniciar la segunda mitad del siglo XX.
Tras esta segunda muerte del potosí mexicano, Studnicki-Gizbert aborda con mirada transdisciplinaria la llegada a Cerro de San Pedro de la letal y depredadora megaminería de tajo a cielo abierto a finales del siglo XX, mostrándola como uno más de los numerosos proyectos que el neoextractivismo global y financiero lograría imponer y consumar en Latinoamérica de la mano de gobiernos neoliberales y corruptos. Con inyección inédita de capital y técnica basada en el uso masivo de explosivos, agua y cianuro, la corporación canadiense New Gold-Minera San Xavier, en tan sólo siete años de ilegal operación (2007-2013), trituró el potosí y generó con ello un gigantesco y definitivo daño ecosistémico, marcando súbitamente la tercera muerte de Cerro de San Pedro. En términos ambientales, estamos ante una historia local que transita desde la globalización temprana del siglo XVI, génesis de nuestra civilización moderna, hasta la actual y casi apocalíptica globalización económica neoliberal, periodo en el cual la especie humana ha traspasado todas las líneas rojas para entrar en un camino sin retorno por su irracional confrontación con la naturaleza.
El libro de Studnicki-Gizbert es también un relato que adquiere resonancia por todo el orbe, con especial intensidad en los denominados países en desarrollo y emergentes, considerados por los poderes fácticos globales como sus reservas de materias primas críticas y estratégicas. Por ejemplo, los cálculos más conservadores establecen que para materializar la tan cacareada como falaz transición energética, así como la proclamada como cuarta revolución industrial, la humanidad extraerá en las siguientes tres décadas más minerales y tierras raras que todo lo que ha extraído en su historia, lo que incluye la explotación de lechos marinos. A pesar de toda la evidencia científica y de las cada vez mayores aportaciones de la historia ambiental sobre el deterioro de los ecosistemas en los últimos 500 años, lo que se impone al interés general por la vida es el capital y la mercantilización de los bienes naturales comunes, incluso en países con gobiernos que se precian de progresistas.
En el caso de México, como ha señalado Miguel Ángel Mijangos, la nueva y decepcionante ley de minería está diseñada “para hacer funcional el negocio extractivo”, y por ninguno de sus contenidos asoma la más mínima señal de conciencia en torno a la desastrosa e irreversible acumulación de daños ambientales que ha provocado esta actividad, sobre todo la megaminería de tajo a cielo abierto. Así lo demuestra la persistente amenaza que sobre las comunidades del histórico municipio de Dolores Hidalgo, Guanajuato, mantiene la minera canadiense Argonaut Gold con su proyecto Cerro del Gallo, donde se podría repetir la triste historia de Cerro de San Pedro. De ahí la urgente necesidad de conocerla por medio de la historia ambiental que Studnicki-Gizbert nos regala y que pronto circulará en español para convertirse en otra poderosa herramienta de lucha en los pueblos que defienden la vida.
* Investigador de El Colegio de San Luis