La suspensión que otorgó la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a la Consejería Jurídica del gobierno de Chihuahua, que encabeza la panista María Eugenia Campos Galván, para impedir la distribución de los nuevos libros de texto gratuitos para educación básica es una “violación a un derecho constitucional” tanto de los estudiantes como de los maestros, a quienes “se nos niega el derecho de conocerlos y trabajar con ellos”, afirmó Francisco Bravo, director de la primaria Leonardo Bravo e integrante del magisterio disidente de la Ciudad de México.
En entrevista con La Jornada indicó que la decisión de diversos gobernadores, entre ellos de María Teresa Jiménez Esquivel, de Aguascalientes, de suspender la entrega de los materiales educativos a las escuelas, “no es más que la imposición de lo mismo que dicen denunciar, de una ideología personal que se pretende imponer a los maestros, quienes tenemos la responsabilidad de revisar, analizar y en su caso dar propuestas para adecuar los contenidos de los libros de texto a nuestra realidad, donde realmente se puede identificar qué funciona y qué no”.
Lamentó que la SCJN y diversos gobiernos estatales pretendan “seguir considerando a los docentes como menores de edad que no pueden discernir qué es lo que necesitan sus alumnos para avanzar en sus aprendizajes o qué puede ser o no inadecuado para su edad y comprensión”.
De continuar este bloqueo a la distribución de los ejemplares, advirtió, “se impondrá la visión y voluntad de unos cuantos por encima de miles de maestros y de los derechos de millones de niños y adolescentes”.
Al respecto, Óscar Cortés, profesor-investigador de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros, aseguró que “ponerle la etiqueta de prohibido a un texto sólo generará mayor interés en leerlo, tanto en la escuela como en los hogares. La censura lo único que genera es más curiosidad”.
Sostuvo que maestros y padres de familia “no deben tener miedo, porque es precisamente en la escuela donde se debe abrir el debate entre la comunidad escolar, revisar los libros, permitir que los niños los exploren, los revisen, los huelan, miren su colores y que los lean, para que junto con sus profesores y padres puedan corregir errores y analizar temas que pueden generar interés. Ese es el camino para construir conocimiento, y no censurando o embodegando materiales educativos”.
Conocer a los alumnos
Enrique Enríquez, profesor y director de la primaria Japón y ex dirigente del magisterio disidente de Ciudad de México, destacó que la docencia “no es estar frente a un pizarrón repitiendo contenidos. Es conocer la realidad de tus alumnos, su contexto, cómo viven, qué retos enfrentan, y a partir de ahí, construir con ellos su aprendizaje, lo que significa ir dosificando los contenidos que se incluyen tanto en planes y programas de estudio, como en los libros”.
Los educadores, subrayó, “tenemos una experiencia enorme para analizar contenidos y hacer nuestra planeación didáctica. Lo hemos hecho con los libros del pasado supersaturados o cuando mutilaron la historia de la Conquista o nos pusieron contenidos con errores como manos de seis dedos”.
Como docentes, explicó, sabemos cómo adaptar y corregir los materiales educativos de acuerdo con las características propias del grupo, de la escuela e incluso de la colonia o barrio donde se ubica.
“Prohibir los libros no va a evitar que los alumnos accedan a la información en Internet o con sus propios compañeros, pero ahora ocurrirá sin ninguna guía de apoyo, porque, aunque los grupos más conservadores no lo quieran aceptar, ningún niño vive en una burbuja”, expuso.