Gran guiñol en su máximo esplendor. Hombres estoicos, sin temor y devotos de su arte. El boxeo entre mexicanos es un espectáculo que se cocina en una olla aparte. Lo demostraron en su forma más emotiva anoche cuando Emanuel Vaquero Navarrete retuvo el campeonato superpluma de la OMB al vencer por decisión unánime a Óscar Valdez en Glendale, Arizona.
Ya lo dijo el escritor de novela negra James Ellroy que cuando dos peleadores mexicanos se enfrentaban aparecía el boxeo más apasionado y orgulloso. Lo decía por las peleas entre Marco Antonio Barrera y Erik Terrible Morales. Combinaciones que levantaban al público y lo invitaban a vociferar como enloquecidos. Esos antecedentes revoloteaban como mariposas en la memoria de los que vieron este combate entre Valdez y Navarrete.
Ambos salieron sin especulaciones. El Vaquero con golpes potentes y que fueron mimando al sonorense, su rostro y un pómulo que crecía y se amorataba a medida que transcurría la pelea.
Valdez, en cambio, apostaba a un boxeo más estilístico y veloz, pero le prevenían porque el nacido en San Juan Zitlaltepec trabajaba con una crueldad paciente. Hacía daño.
El de Nogales es ante todo un peleador arrojado; sin embargo la estrategia y fuerza del Vaquero fue incontenible. Un rostro con el ojo derecho cerrado por completo fue un símbolo.