No tiene capital político el desfondado Partido de la Revolución Democrática (PRD) para pretender más beneficios del Frente Amplio por México que los calculados de antemano: algunas candidaturas a diputaciones y senadurías y la expectativa de mantener de panzazo el registro como partido político nacional.
En el contexto de esa fría circunstancia, al PRD no le queda sino simular “pausas” y “consultas internas”, luego de que sus cartas presuntamente presidenciables, Miguel Ángel Mancera y Silvano Aureoles, fueron desechadas sin mayor consideración para así dejar la competencia en una cuarteta de aspirantes que en realidad y desde un principio son sólo una: Xóchitl Gálvez, la predestinada por los factores de poder conjuntados por Claudio X. González.
El PRD era y es prescindible desde que surgió Morena. Sigue en la dinámica del reciclamiento de sus directivos, siempre pertenecientes al desprestigiado y ya inviable grupo de Los Chuchos. Y en términos electorales carece de peso, más emblema e historia que fuerza actual. Por ello es que PAN y PRI decidieron comerse el pastel sólo ellos y dejar fuera a lo que fue el sol azteca, que ya no alumbra ni calienta mayor cosa.
El siguiente ajuste de cuentas se dará en relación con el PRI y las cuentas alegres con que coló a Beatriz Paredes y a Enrique de la Madrid a la siguiente etapa de la competencia. Parece desproporcionado el volumen de votos alcanzados, si se toma en cuenta que han desarrollado un activismo menor. En todo caso, parecieran escogidos para validar el resultado final xochitleco y conseguir premios de consolación.
Y, aun cuando todo indica que Gálvez es la preseleccionada, habrá de verse la pelea interna que presentará la estructura tradicional panista que apoya a Santiago Creel, no tanto en busca de desbarrancar a la hidalguense, pero sí para acotarla y negociar más candidaturas legislativas y a gobiernos estatales.
Un primer saldo de este ejercicio opositor muestra que la cacareada participación de la “sociedad civil”, de los ciudadanos sin partido, quedó en mera retórica. De principio a fin el control de este proceso ha estado en los dos partidos dominantes, Acción Nacional y Revolucionario Institucional, particularmente el primero, que juega con dos cachuchas, una con afiliación al PAN, la de Santiago Creel, y otra sin afiliación, pero con plena e inequívoca identificación con el panismo, la de Xóchitl Gálvez.
La ejecución de Fernando Villavicencio, uno de los ocho candidatos presidenciales de Ecuador, arrojó luces sobre dos temas relacionados con México: en primer lugar, el papel predominante de cárteles mexicanos, el de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación, en pugna abierta por el control de esa plaza nacional y con señalamientos al primero por presunta alianza con el grupo que asesinó al mencionado candidato (la fiscalía ecuatoriana informó que ocho detenidos por el crimen son colombianos y que el ejecutor directo murió en un trayecto hacia el hospital).
Por otra parte, tuvo una mayor difusión no buscada la sesión especial en que sería presentada en Quito la película Sounds of Freedom, que el productor Eduardo Verástegui ha estado utilizando como plataforma de convergencia de personalidades políticas de derecha y ultraderecha (Donald Trump, en primer lugar) que lo alientan a ser candidato presidencial independiente.
Verástegui estaba a unas cuadras del lugar donde se produjo el ataque al aspirante Villavicencio, en compañía del opusdeísta presidente Guillermo Lasso, un banquero que suspendió a la Asamblea Nacional (poder legislativo) en sus funciones cuando éste investigaba firmes acusaciones de peculado en su contra y convocó a elecciones adelantadas que se realizarán el próximo 20, con posibilidades de que vuelva al poder la corriente del ex presidente progresista Rafael Correa.
Y, mientras se les pasa el sofoco a los dirigentes del fideicomiso de liquidación del PRD porque sus dos cartas presidenciales, Miguel Ángel Mancera y Silvano Aureoles, fueron desechadas por el prianismo xochitleco, ¡hasta el próximo lunes!
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