El presidente Andrés Manuel López Obrador entregó ayer un cheque simbólico por 407 millones de pesos a los líderes de las cinco organizaciones sindicales que representan a ex trabajadores y jubilados de la extinta Mexicana de Aviación. Este monto cubre la mitad del precio en que el gobierno federal adquirió la marca y algunos de los activos subsistentes de la aerolínea que dejó de operar en 2010 y fue extinguida de manera oficial en 2014. Ese dinero será repartido entre los ex empleados y pensionados, quienes así recuperarán al menos una fracción del gigantesco pasivo salarial legado por el anterior dueño.
Debe recordarse que la aerolínea de bandera fue privatizada por Carlos Salinas de Gortari, quebrada por los empresarios que se habían apoderado de ella, rescatada con dinero de todos los mexicanos a través del infame Fobaproa (Fondo Bancario de Protección al Ahorro, hoy Instituto para la Protección al Ahorro Bancario, IPAB), y reprivatizada por Vicente Fox, quien hizo que el Estado asumiera todos los pasivos y la vendió a Gastón Azcárraga por una cuarta parte de su valor real. Después de que el magnate, por ineptitud o por saqueo de sus activos, la llevó de nuevo a la bancarrota, Felipe Calderón y su secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, maniobraron para impedir que nuevos inversionistas reflotaran la compañía. De este modo, dejaron en la calle a miles de empleados y favorecieron a Aeroméxico, la otra gran aerolínea nacional, también entregada a un hombre de negocios cercano al panismo, en lo que se ha denunciado como un descarado tráfico de influencias.
En este contexto, queda claro que el evento realizado ayer en Palacio Nacional fue mucho más que una transacción monetaria: se trató de un acto de desagravio para los ex trabajadores y jubilados de Mexicana y, en un sentido más amplio, para todo el país, que de esta forma recupera un bien público rematado de manera corrupta en 2006; al retomar su participación en un sector económico estratégico, el Estado abre una nueva fuente de empleos y amplía la infraestructura en beneficio de la industria, el comercio, el turismo y la ciudadanía. Como informó el mandatario en su conferencia de prensa matinal, la nueva Mexicana tendrá precios alrededor de 20 por ciento menores a los de las aerolíneas comerciales gracias a que no persigue el lucro, sino mejorar la conectividad en el país y ser una palanca de desarrollo. Por ello, iniciará sus operaciones con 20 destinos, pero contempla un fortalecimiento de las instalaciones aeroportuarias en otras 16 plazas, muchas de las cuales permanecen abandonadas por sus competidores.
Por más que integrantes del empresariado y sus voceros mediáticos persistan en el bulo de que los precios bajos de Mexicana supondrán una competencia desleal a las aerolíneas comerciales, la realidad es que serán una corrección a las tarifas infladas gracias al práctico monopolio del que goza Aeroméxico tras las subsecuentes quiebras de Aviacsa, Líneas Aéreas Azteca, Aero California, Mexicana (con sus filiales Click y Link), Interjet y Aeromar; todas ellas ocurridas de 2006 en adelante. Con la entrada de este nuevo actor, se reforzará la competitividad y se sacará a los escasos jugadores existentes del descuido a los usuarios a que se acostumbraron por falta de rivales, con lo que se impulsará un círculo virtuoso de mejora en el sector.
Por último, cabe congratularse de que las organizaciones de los trabajadores hayan destrabado los diferendos que, por espacio de unos meses, amenazaron con descarrilar el relanzamiento de la aerolínea. Los buenos oficios de las autoridades para facilitar el acuerdo entre las partes indica que, en presencia de voluntad política, es posible resolver conflictos laborales tan añejos y penosos como los que aquejan a los mineros que reclaman el cumplimiento de sus derechos a las empresas propiedad de Germán Larrea.