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Política

2023-08-07 08:57

Nosotros ya no somos los mismos / Ortiz Tejeda

Hijo del ex presidente Miguel de la Madrid, Enrique de la Madrid Cordero jamás dejó huella de su existencia: no fue campeón de tenis, equitación, ni roquero. Foto Cuartoscuro

En el análisis de los precandidatos del Frente Amplio a la Presidencia de la República, comenzaremos por el benjamín de los patriotas ciudadanos, que están dispuestos a afrontar toda clase de sacrificios, penalidades y aun riegos con tal de entregarse en cuerpo y alma (sobre todo en el primero) para salvar a la patria de la debacle en que se encuentra y del precipicio al que se aproxima.

Obviamente se trata de don Enrique de la Madrid Cordero, a quien yo calculaba 38, 40 años, y resulta que ya es sesentón. Empecemos con los datos esenciales de su vida y luego hagamos un sano y objetivo comentario al respecto. Vio la luz primera el año de 1962 o sea que vivió seis años de su juventud en la tierra del confort y la seguridad y más aún, en los territorios del esplendor y el hartazgo de todo bien material. Su padre fue presidente en el periodo 1982-1988, Enriquito (en esa época) era veinteañero, y que conste en libros, jamás dejó huella de su existencia: no fue campeón de tenis, equitación, ni roquero.

Tampoco presidente de la sociedad de alumnos, consejero universitario, participante como su padre en algún concurso de oratoria y, menos aún, activista por cualquier causa a favor o en contra (ni siquiera del partido que su padre le heredó). No hay rastro de que haya participado en la juventud priísta o de algún sector partidario. Siempre fue un ángel mustio al que sólo entibió el regalo de una plurinominal a la que evidentemente no se había hecho acreedor.

El Diario de los Debates no tiene constancia de alguna participación del diputado De la Madrid en que la asamblea haya aplaudido con entusiasmo (¿intervino?). Otra fallida aventura del precandidato: pretendió la jefatura delegacional de Álvaro Obregón, para lo cual solicitó la ayuda de una de sus escasas conocencias, doña Beatriz Paredes. Ésta solicitó una reunión de vecinos, pues a la sazón era el presidente del comité vecinal.

La tertulia fue tan numerosa como frustrante: el candidato a delegado nunca había comprado flores en el mercado, no conocía el museo de la iglesia del Carmen, el mercado de Tizapán, los sitios de taxis del Carmen y San Jacinto, las cuevas de Santa Fe donde nació la Ibero. Si no conocía su colonia, menos la delegación. La reunión fue contraproducente. Estas ridículas pretensiones son algo más que delirios enfermizos, son una ofensa a la ciudadanía que consideran estúpida. Se me olvidaba un comentario que me hizo un lector que se firma como “Juan Pirulero”: don Miguel tenía fama de lento, bueno, pues comparado con don Enrique, ahora lo vemos como el increíble Flash, el hombre más veloz del universo (o como “el gaucho veloz,” se atreve a agregar la irrespetuosa columneta).

Los comentarios sobre doña Claudia Ruiz Massieu me conflictuaron demasiado en razón de una vieja y afectuosa relación con su padre José Francisco (de iguales apellidos), hombre de una inteligencia superior y recio carácter, quien tuvo la confianza de encargarme el diseño de sus primeros elementos de propaganda sobre su lanzamiento como candidato a gobernador de Guerrero, el primero de los cuales me produjo una emoción extraña en estos rumbos de la política real. Ortiz, me dijo: “quiero que la primera impresión que vayas a hacer no sea ni mi foto ni mi curriculum, sino una sencilla reimpresión de este pequeño cuadernillo del cual es autora mi madre. Es una vieja deuda que tengo pendiente”. “¿Algún prólogo, dedicatoria?”, le pregunté. “¡Nada!”, me contestó. “Solamente cuida la edición”.

Si la inteligencia y conocimiento de Claudia sobre su realidad circundante no la hubieran convencido de lo inconcebible de su precandidatura, y hubiera persistido en ella, esto habría causado evidentes perjuicios para sí misma y su partido. La columneta, por ejemplo, ya había empezado a diseñar una simplona respuesta que comenzó a exponerse hace una o dos entregas. Repitamos: producir sólo carteles, bardas espectaculares, volantes, toda clase de impresos y, por supuesto, los infaltables spots de radio, televisión y hasta del cinematógrafo con la siguiente imagen: una multitud enardecida (todos los sectores sociales, tipos, edades): puños al aire, bocas con el grito en los labios, furia en los ojos. Frente a la “rústica plebe”, abrazada por Carlos y Raúl Salinas, la candidata. Una leyenda o una voz expresando: ¿Alegraos, raza, los Salinas estamos de regreso! ¡TODOS A VOTAR POR LA SOBRINA!

@ortiz_tejeda

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