En el artículo pasado, planteé que la democracia no sólo consiste en elecciones limpias, sino también en una mejora en las condiciones de vida de las personas, como señala la propia Constitución en su artículo tercero. Así, el máximo texto legal de nuestro país dispone la democracia como un sistema de vida fundado en el constante progreso económico, social y cultural del pueblo.
En el aspecto económico, la mejora de las condiciones de vida de las personas y la reducción de la desigualdad son algunos factores que deben observarse para saber si vamos en el rumbo correcto hacia la democracia.
De acuerdo con la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), en 2022 existieron condiciones para que el ingreso de los hogares más pobres mejorara notablemente. Las percepciones de 10 por ciento de la población más pobre crecieron de 3 mil 700 a 4 mil 470 pesos mensuales. Esto significa, según el economista Gerardo Esquivel, que los ingresos del sector con menos recursos económicos aumentaron 20 por ciento. Las causas de estos avances se deben principalmente a las acciones aplicadas desde el gobierno a partir de 2018, las cuales consistieron en un incremento al salario mínimo y la distribución de los programas sociales que benefician a casi 26 millones de personas, es decir, 71 por ciento de las viviendas de todo el país; además, son ya un derecho constitucional.
El problema histórico de la desigualdad ha disminuido. Según diversos analistas, ésta se ha reducido entre el sector con menores ingresos y el que concentra la mayor parte de la riqueza. En 2016, 10 por ciento de la población más rica tuvo ingresos 20 veces mayores a los de 10 por ciento más pobre. En la actualidad, según la ENIGH, esta diferencia se ha reducido a 14.96 por ciento, lo que indica que la desigualdad entre estos dos sectores económicos fue a la baja. Además, según la misma encuesta publicada por el Inegi, las desigualdades entre los estados también se han reducido. Es el caso de Chiapas, donde el ingreso pasó de 32 mil a 39 mil pesos por hogar.
Estamos todavía lejos de ser una sociedad igualitaria y con altos ingresos bien repartidos, pero los indicadores ayudan a sustentar que vamos por buen camino. Si estos resultados estadísticos se mantienen a finales del sexenio, veremos que se comienzan a dar pasos hacia la democracia.