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Política

2023-08-06 08:42

Dejarse tocar por el dolor de los padres de los 43, base de labor de expertos del GIEI

Beristain comenta que en el GIEI bromeaban acerca de que la i de interdisciplinario era sólo por él, pues los otros cuatro son penalistas. Foto Víctor Camacho
Beristain comenta que en el GIEI bromeaban acerca de que la i de interdisciplinario era sólo por él, pues los otros cuatro son penalistas. Foto Víctor Camacho

Recién llegados a México, en marzo de 2015, los cinco investigadores del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes decidieron no solo abocarse a la investigación penal del Caso Ayotzinapa, sino “dejarse tocar por los relatos de dolor y sufrimiento” de los papás y mamás de los 43 estudiantes desaparecidos, los tres asesinados, los heridos graves y los muchachos sobrevivientes, que se reconocieron “traumatizados” en la Noche de Iguala.

De esos momentos de escucha paciente, de lágrimas compartidas y trabajo de contención emocional habla Carlos Beristain con La Jornada, en una entrevista donde narra los momentos más intensos del acompañamiento psicosocial: del “tremendo impacto” que les ha provocado a este colectivo de familias guerrerenses la mentira del basurero de Cocula; de ese “volver al lugar de la pesadilla” de los normalistas que salieron indemnes del ataque; del efecto devastador del ocultamiento de información clave para conocer el paradero de sus hijos, aun a la fecha.

De lo conversado se explica cómo, a lo largo de nueve años, se mantiene de pie el grupo de padres de Ayotzinapa: “Siempre les dije a los papás: no hay lucha que resista sin un proceso colectivo. Esto no se aguanta solamente con claridad ideológica o con un proceso organizativo. Junto con todo eso hay que cuidar cómo cada uno maneja el miedo, el dolor, el estrés”.

La salida del GIEI de México ante el último candado que el ejército mexicano no quiso abrir en la recta final de la investigación supuso para las familias de los muchachos otro golpe a su esperanza de saber finalmente, nueve años después, el paradero de sus hijos. Un impacto diferente al que sufrieron el sexenio anterior, porque “con el presidente López Obrador ya se ha construido un clima de confianza. Y no sólo eso sino que también estás tocando la esperanza. Y la pierdes por segunda vez. Eso ya es muy difícil de recuperar”.

—-Ellos han dicho: AMLO faltó a su palabra. ¿Qué pasa ahora?

—-Hemos tratado de contener para evitar que la respuesta sea la rabia. La rabia es una respuesta normal frente a una situación anormal. La cuestión es qué se hace con esa rabia para que sea constructiva. Y en este caso la lucha colectiva es una forma de canalización positiva. Y no sea utilizada por otros con fines ajenos.

Bilbaíno de origen, Beristain ha trabajado en atención psicocosial con víctimas durante tres décadas. Participó en la elaboración del informe “Nunca más” de la guerra en Guatemala, por el cual el obispo Juan Gerardi fue asesinado. Trabajó con el tema de la tortura del Estado a presos políticos en el País Vasco y el desplazamiento de la población en el Sáhara Occidental. Ha sido parte de las comisiones de la verdad de Colombia (la más reciente), Ecuador, Paraguay y Perú.

“Broméabamos entre nosotros: la i de interdisciplinario del GIEI era solo por mi. Los otros cuatro son destacados penalistas especializados en derechos humanos”. Son las ex fiscales de Colombia Ángela Buitrago y Guatemala, Claudia Paz y Paz y los abogados Francisco Cox, chileno y Alejandro Valencia, colombiano.

—-Cuando no hay respuesta a la pregunta ¿dónde están? y pasan los años y se sigue preguntando ¿dónde están? ¿Qué pasa en la mente y en el corazón de la gente?

—-Desde el punto de vista jurídico la desaparición forzada es un delito permanente. Desde la perspectiva de las víctimas es un dolor permanente. En el caso de la desaparición forzada la aceptación de la pérdida definitiva se trastoca porque no se sabe dónde está el ser querido, cuál ha sido su paradero, si existe o no la posibilidad de que esté vivo.

“A eso se suma el ocultamiento de su destino. No solamente es no saber sino que se tiene la conciencia de que se les ha mentido, se les ha ocultado. Esto tiene un impacto psicológico tremendo”.

¿Cuánto puede pesar una mentira?

—-¿Cómo se sintieron cuando la PGR les dijo que a sus hijos los habían matado y quemado en un basurero, que ya no buscaran mas?

—-Fue la expresión máxima del desprecio por la vida. Para los padres tuvo un impacto gigantesco. Botados en un basurero, quemados como un leño o un animal. Fue como la negación de sí mismos. Entendieron de inmediato que estaban escuchando una historia que no es.

“En las víctimas siempre hay un intento de darle sentido a lo que está pasando. Cuando tienen que enfrentar engaños como el de la ´verdad histórica´, que fue una distorsión intencional de lo que pasó realmente, el golpe psicológico es tremendo. La autoridad no solo intentó cerrar el caso y rebajar el nivel de responsabilidad a algunos funcionarios menores, sino que también trató de dar una falsa explicación de los hechos diciendo, por ejemplo, que los jóvenes estaban metidos en el narcotráfico.

“Los familiares confrontaron y desmintieron la versión del basurero durante mucho tiempo solos, sin apoyo. Cuando tuvimos listo nuestro primer informe, en el que con pruebas científicas desechamos la versión de la incineración de todos los cuerpos en el basurero de Cocula, lo primero que hicimos fue ir a Ayotzinapa a presentarlo a las familias y a los estudiantes. Emiliano Navarrete, uno de los papás, nos dijo: ustedes ahora nos ven sonrientes, pero estamos tristes porque no tenemos a nuestros hijos. Sonreímos porque nos han quitado de encima el peso de la mentira. Uno se pregunta: ¿Cuánto puede pesar una mentira?

“Entre las familias surgen dudas, unos sospechan de otros. En los medios, entre ciertos comentaristas, se les empezó a hostigar con la pregunta: ¿quién les mandó allá? Insinuaban que algunos que los estudiantes de más edad habían mandado a los más jóvenes a una misión peligrosa. Eso fue falso, hoy sabemos. No estaban metidos en el narcotráfico y no iban a una misión que se suponía peligrosa. De esa presión social vienen también los sentimientos de culpa, las sospechas.

“Otro desafío psicológico para ellos era un comentario frecuente, incluso de funcionarios: ´¿Para qué sigue buscando a su hijo? Ya déjelo, quién sabe en qué estaría metido, usted tiene otros hijos, dedíquese a ellos´. Se necesita gran resistencia frente a versiones distorsionadas, presiones políticas, intentos de quebrar su organización con dinero, mentiras, rumores.

“Frente al tema de las culpas y las sospechas, tratábamos también de contarles de las experiencias de otros casos de familiares en su misma situación, para que se vieran en el espejo de otras experiencias”.

Da un ejemplo: la masacre de Xamán, en el Ixcán, Guatemala. En 1995 un grupo de pobladores de esa comunidad que habían salido refugiados a México retornaron. Otro grupo había permanecido durante la guerra. Al año hubo una masacre. Unos a otros se empezaron a echar la culpa por el ataque militar, perdiendo de vista la responsabilidad de los pepetradores.

—-¿Cómo se hizo el trabajo psicosocial en este caso?

—-Se trata de una metodología de trabajo al lado de la gente. Obviamente eso lo hicimos en el marco de la función del GIEI, de acompañamiento grupal. Se abrió un espacio para la expresión de los sentimientos de cada quien, pero también le dimos mucha importancia al trabajo de la búsqueda. Ahí se puede canalizar mucho del dolor, la rabia, la necesidad de saber, no permanecer pasivo sino de hacer algo por sus hijos.

“En la psicología hay algo que se llama la interiorización del daño. Un daño que se ha producido socialmente se interioriza. Los padres se preguntan si no tuvieron ellos la culpa: ¿Porqué permití que fuera a esa escuela? ¿Porqué no dejé que ese día se quedara en casa?

“De las primeras tareas fue tomar la declaración a las familias. Algunos habían hecho su declaración en la PGR, pero nadie se había sentado a escucharlos. Fuimos los cinco a esas conversaciones individuales convencidos de que teníamos que dejarnos tocar por sus historias para poder entender lo que les estaba pasando. Tomar un testimonio puede ser someter a una persona a un interrogatorio. O escucharlos para darle un sentido al dolor y al sufrimiento. Es parte del proceso de construir confianza. De ahí salen cosas invisibles que son determinantes.

—-¿Cómo fue ese primer contacto a profundidad que se dio entre ustedes y los padres?

—-Tuvimos un encuentro de tres días en Casa Xitla. Todos los padres vinieron de Guerrero. Fue algo muy importante para la investigación y para cada uno de nosotros. Te voy a contar por ejemplo lo que le pasó a Francisco Cox. Cuando les presentamos el primer informe, a los seis meses, me di cuenta que Pancho sólo miraba hacia arriba; se le saltaban las lágrimas. Eso es lo que tiene que hacer un investigador si realmente quiere hacer algo constructivo: dejar la distancia, dejarse tocar”.

Lo invisible se empezó a hacer visible

Beristain cita varios momentos en los que, gracias a la confianza construida y la escucha atenta, surgieron datos que se habían callado y que tenían enorme importancia para el esclarecimiento de lo ocurrido.

“Una vez que empezó en forma la investigación, tres del equipo se quedaron escudriñando el expediente en la PGR. Alejandro y yo nos fuimos a Ayotzinapa. Había que seguir entrevistando a los sobrevivientes para entender mejor los detalles, los lugares y los escenarios que se vivieron”.

“En una se esas sesiones, de manera inesperada, salió el dato del quinto autobús, que la investigación oficial ocultó intencionalmente y fue factor clave para ligar el ataque a los muchachos con el tráfico de la heroína en la vía Iguala-Chicago usando autobuses de línea.

“Estábamos en un aula, con un papel en la pared, reconstruyendo el mapa, la línea de tiempo y la posición de los autobuses. Varios empezaron a hablar de otro autobús. Les dijimos que era imposible, que solo eran cuatro. Insistieron. Llamaron a sus compañeros que se habían subido a ese quinto autobús y narraron su experiencia y trayectoria”.

Lógicamente, los interrogaron después individualmente para contrastar sus versiones y eliminar dudas. Y así, de regreso a México, con sus colegas plantearon lo del quinto autobús.

—-Te están mintiendo Carlos—dijeron las fiscales Paz y Paz y Buitrago, cuyo método de abordaje se basa en la desconfianza.

—-Que no—respondió el sicólogo, que trabaja sobre el método de la confianza. En este equipo interdisciplinario esto funciona de manera complementaria.

Eso abrió otra vía de investigación. Pidieron los videos de la central camionera y luego de algunos forcejeos con las autoridades que se los escamonteaban y algunos caprichos de la tecnología, encontraron la prueba fehaciente de que en efecto hubo un quinto autobús que la PGR quiso dejar fuera del radar.

Volver al lugar de la pesadilla

No fue fácil para los investigadores hacer a hablar a los sobrevivientes, chicos de 19, 20 años, campesinos, taciturnos. Asustados además. Contestando con monosílabos. “Le insistí al líder del comité estudiantil que era muy importaante que nos hablaran, que detallaran. Me respondió: Carlos, es que estamos traumatizados. Es la primera vez que hablamos de esto, son nuestros amigos, nuestros compañeros de clase”.

Otro dia habían quedado de ir de México a Iguala, todos juntos, a los lugares de los hechos. Los muchachos no llegaron. Resulta que esa misma noche se regresaron a sus casas. Les costaba. Pero se convencieron de acompañar a los expertos. Cuando llegaban al Palacio de Justicia, al Paso del Cura, a la calle Juan N. Álvarez, enmudecían. “Para ellos era volver al lugar de la pesadilla. Dar un testimonio es volver al lugar del horror, volver a escuchar como se escuchaba, que luz había, que olor. Esas dimensiones no se pueden quedar afuera. Si se cuidan todos esos elementos el trabajo va a ser mas profundo”

Así, también, se develó otro detalle que desmentía de manera contundente a la PGR peñanietista, que aseguraba que a las 12 de la noche todos los muchachos ya estaban muertos.

“Fue en una sesión con el temaa de la telefonía, muy laborioso porque teníamos que apuntar con precisión muchos números. De pronto una mamá nos dice: ´Mi hijo me escribió pidiendo urgente una recarga a la 1.40 a.m.´ Imposible, respondí. Entonces ella fue por su teléfono y en efecto, el último recado había llegado mas de hora y media después del momento en el que, según la versión, ya ninguno vivía. Seguimos la pista, verificamos y se comprobó que ese muchacho se había comunicado con su mamá a esa hora”.

El último hilo

La negligencia de los agentes investigadores también lastima a las víctimas. Esto quedó de manifiesto con el episodio del hallazgo de dos lotes de ropa de los jóvenes, que habían sido abandonados en los autobuses y guardados sin cuidado ni cadena de custodia por las autoridades. Aparecieron en junio de 2015, mediando el primer mandato del GIEI. La Seido dijo no tener ni idea de su existencia. La ropa se sometió a los peritajes correspondientes y entonces Beristain y miembros del Equipo Argentino de Antropólogos Forenses (EAAF) planearon una sesión, “una tarde con tiempo suficiente”, para informar a los padres.

“Proyectábamos las fotos de cada prenda en la pared. Una mamá decía: es la camiseta que yo le compré. Otra más: Ese pantalón es de él, lo reconozco. Entonces vimos que un papá se tomaba la cabeza con las manos y entendimos lo que sucedía. Los objetos humanizan la pérdida. Esa ropa era el último hilo de sus hijos. Y estaban interpretando que si había una prenda de sus hijos, significaba que estaba muerto. Por eso habíamos programado así esa sesión, con mucho cuidado, para poder explicar que no significaba necesariamente eso, que estuvieran preparados, que pudieran poner un pie adelante y otro atrás para soportar el impacto”.

El psicólogo narra otra sesión más, significativa por los sentimientos de culpa y sospecha inducida por la propia ex PGR. Se facilitó una reunión de padres y sobrevivientes, los compañeros de sus hijos. Los padres, con resabios de resentimiento, se preguntaban porqué unos, los suyos, habían desaparecido y otros no. Entre preguntas y respuestas se habló de Carrilla, un muchacho que iba en el segundo autobús que fue atacado en la calle Juan N. Álvarez. Todos los que iban ahí desaparecieron, menos él.

“Había mucha tensión y conflicto. Llamamos a Carrilla y accedió a presentarse. Empezó a explicar. Bajo una lluvia de balas él se bajó del autobús para hacer frente a los atacantes con un extintor. Lo hirieron en un brazo. Cuando la policía llenó el vehículo con gases lacrimógenos bajaron todos. Los tendieron en el piso. Carrilla quedó al último. Cuando pasó una ambulancia lo vio herido y se lo llevó. Se salvó. El resto desapareció.

“Cuando terminó su explicación el ambiente de la reunión había cambiado radicalmente. Ya no lo veían como a un sospechoso sino como a uno de sus hijos, le hacían preguntas, entendían que él había vivido un momento terrible”.

—-¿En tu experiencia cuál fue el momento que más te marcó?

—-Cuando fuimos a verles por primera vez a la escuela hablaron muchos, 13 ó 14. Nos dijeron tres cosas: díganos siempre la verdad por dura que sea; sólo confiamos en ustedes y por favor no se vendan.

“Al principio no entendí. ¿Cómo vendernos? Comprendí cuando empezamos a ver toda la estrategia que se montó alrededor nuestro, cómo se nos trató de envolver, de manipular. Un ejemplo: después de que presentamos tres peritajes demostrando que la pira del basurero de Cocula no pudo haber existido se nos orilló a aceptar que se hiciera un cuarto peritaje por un panel de seis expertos.

El vocero fue un un bombero que mandaron traer de Texas, Ricardo Damián Torres. Presentó el reporte en inglés. Pedimos tres días para tener la traducción y estudiarlo en detalle y después presentarlo en conjunto a la opinión pública en presencia de la PGR. El americano dijo que le dolía la espalda y tenía que irse de inmediato al aeropuerto. Se fue, pero no al aeropuerto. Bajó un piso y ahí, sin que estuviéramos presentes, en una conferencia de prensa convocada por la PGR dijo que sí había ha habido incineración en el basurero. Mintió. Y el contrato para ese peritaje fue reservado a perpetuidad. Ahí entendimos cómo la gente podía pensar fácilmente que nos habíamos vendido”.

Y cuando estaban tocando la esperanza…

—-Supuestamente ya pasó el tiempo cuando se daban este tipo de manipulaciones. Y entonces ocurrió la presentación de los pantallazos de la Comisión de Acceso a la Verdad y la Justicia (Covaj), que aportaban supuesta nueva información en el sentido de que varios chavos habían estado vivos y trasladados a distintos sitios, según constaba en mensajes de whatsapp intercambiados por el crimen organizado. ¿Cómo fue ese momento?

—-Muy duro. Nos llamaron para ir a la presentación de este informe, que tenía que haber sido consultado antes con los padres. Ni ellos ni nosotros sabíamos nada de su contenido. Fue en el Palacio Nacional, en un ambiente muy confrontativo y frente al presidente y los secretarios de la Marina y la Defensa.

“Alejandro Encinas no dijo de donde habían salido esos mensajes. Fuimos al Pro de inmediato a conversar con los padres. Se sentían terriblemente golpeados, atacados en su dignidad, violentados. Después hicimos un peritaje técnico, demostramos las inconsistencias en el lenguaje y los metadatos y descartamos esos pantallazos como prueba válida.

“Pero entre los padres prevaleció el sentimiento de haber recibido otro golpe que no esperaban. Se sentían despreciados, sobretodo que ya habían hecho un esfuerzo por recuperar la confianza en el gobierno”.

—-Eso me lleva a pensar en dos momentos. Primero, la relación de los padres con Enrique Peña Nieto, su frialdad, su distancia. Y la falta de verdad. Con el presidente López Obrador se han reunido muchas veces, reportan que incluso ha sido cariñoso con ellos. Y al final hay otro distanciamiento, otro desengaño. Y el GIEI se va. En días pasados lo expresaron así: AMLO falló a su palabra.

—-Hemos conocido a un país que tiene una gran desconfianza en las instituciones, Cuando llegamos intentamos construir puentes. Pero no es lo mismo cuando de antemano tienes desconfianza en tu interlocutor a ese segundo momento cuando ya se ha construido un clima de confianza. Y no sólo eso sino que también estás tocando la esperanza. Y la pierdes por segunda vez. Eso ya es muy difícil de recuperar.

Hemos tratado de contener esto para evitar que la respuesta sea la rabia. Hay mucha rabia en este momento. Y es algo común en todos los casos de desaparecidos. La rabia es una respuesta normal frente a una situación anormal. La cuestión es qué se hace con esa rabia para que sea constructiva. Y en este caso la lucha colectiva es una forma de canalización positiva.

—-La partida de ustedes es otro golpe a su esperanza. ¿Las familias están preparadas para continuar la lucha sin el GIEI?

—-Sabemos que nuestra salida del país provoca un gran sentimiento de pérdida. Uno nunca está preparado, siempre está en proceso de preparación. Lo que es cierto es que los papás han crecido enormemente en estos años. No significa que haya disminuido el dolor y la indignación. Hay que tener cuidado de que esa rabia no lo usen otros políticamente para otros fines.

Lo que ahora hay que hacer es poner los focos sobre lo que deben ser los siguientes pasos, que no prevalezca el sentimiento de impotencia, de que no se puede hacer nada.

—-Y usted, doctor Beristain ¿con que se va de México?

—-Nunca estuve en un trabajo tan complejo, con tantas máscaras. Y eso nos ha hecho crecer. Nos vamos con mucha gente en nuestro corazón. Hace unos días, en una librería, buscando entre los estantes atiborrados, topé con un señor mayor en una silla de ruedas. Una señora lo llevaba. Me hice a un lado para dejarlos pasar. Y él me tomó del brazo y me dijo:

—--¿Es usted, Beristain, verdad?

—-Creo que sí.

—-Gracias, me dijo. Con eso me voy. Eso me llevo.

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