Tapachula, Chis., En esta ciudad, a cualquier hora del día no hay cajeros automáticos donde las filas para sacar dinero no midan al menos 10 metros. En éstas, ancianos locales se forman junto a migrantes desde haitianos hasta venezolanos, pasando por salvadoreños, guatemaltecos y cubanos. Todos, o prácticamente la mayoría, están ansiosos por tener en sus manos esos dólares convertidos en pesos que les mandó algún familiar desde Estados Unidos, la famosa remesa.
En las sucursales, casi nadie sabe usar los cajeros, y no son pocos los policías que ayudan en el trámite. El gesto no pasa desapercibido y, de vez en cuando, se ve cómo discretamente un billete llega a las manos del agente, cuyo principal trabajo es cuidar el lugar, pero que ha encontrado un ingreso extra, nada despreciable, en el río de remesas que llegan a Chiapas todos los días.
Datos del Banco de México indican que en el primer trimestre de 2023 Chiapas recibió remesas por 958 millones de dólares, un incremento de 59 por ciento respecto a los 606 millones de igual periodo de 2022. Más aún, si se compara con los 222 millones reportados en el primer trimestre de 2019 (antes de la pandemia) el crecimiento es de 330 por ciento.
Ese dinamismo ha llevado a que el estado se coloque como la cuarta entidad del país que más remesas recibe, sólo por debajo de Jalisco (mil 272 millones de dólares en el primer trimestre), Michoacán (mil 219 millones) y Guanajuato (mil 173 millones de dólares), cuando hasta antes de la emergencia sanitaria Chiapas no figuraba ni en el top 10.
“En los últimos años siento que la ciudad se ha levantado gracias a lo que gastan los migrantes. Muchos sólo están unos días, pero otros se quedan dos o tres meses en lo que obtienen el permiso para andar por el país. En ese tiempo algunos trabajan, pero también les mandan dólares del otro lado. Ese dinero se lo gastan aquí en comida, en las tiendas y en otras cosas, sí ayuda a la ciudad”, dice Miguel, un taxista de la región.
Sin embargo, dice con cautela, tanto migrante es un gran problema, porque más allá de que la ciudad se ve fea con tanta basura, las calles se ven desbordadas de gente, la inseguridad ha aumentado y hay espacios públicos como baños que han sido tomados como espacios permanentes de descanso.
“No niego que ayudan a la economía, pero esto se está convirtiendo en una bomba de tiempo. Nosotros nos hemos dado cuenta que hay tipos de migrantes; por ejemplo, los guatemaltecos son bien trabajadores, a ellos los buscan muchos en las fincas; también a los haitianos porque esos son bien fuertes, pero con ellos hay que andar con cuidado porque son conflictivos, al igual que los venezolanos, que a ellos sí nadie los contrata, en las fincas tienen fama de ser huevones y querer hacer huelgas”, apunta.