El arquitecto Román Meyer Falcón, de 38 años, se sienta en la sala con sus tenis y playera y su pantalón de mezclilla bastante desgastado. Me recuerda a mis nietos. Sin más, lo trato como a un nieto más después de que me asegura que sólo quiere un vaso con agua.
–Román, ¿de dónde nace su vocación de servicio? ¿Consideras que estar al frente de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) es un apostolado?
–No creo que lo mío sea un apostolado. Mi vocación de servicio responde a la invitación del presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo conocí, no hace mucho, como otros funcionarios de su gabinete, en 2014. Entonces, Andrés, como personalmente le digo, me solicitó hacer una evaluación de lo que estaba pasando en Texcoco; en ese momento se inició el proyecto del ex aeropuerto y trabajé en él seis meses, en 2015. Hice un mapeo de cómo se movían las tierras y su desincorporación en vista de la especulación que se estaba dando en las inmediaciones.
“A inicios de 2017, Andrés conformó un conjunto de equipos de carácter técnico, más o menos éramos unos 90; yo estuve en el de política de vivienda y desarrollo urbano.”
–¿En todo el país?
–Sí. Desde entonces y hasta 2018, hice alrededor de 110 seminarios en la materia de desarrollo urbano y política agraria y empezamos a conformar la política pública que hoy estamos ejecutando. En los seminarios participaban peritos de vivienda y los vecinos.
–¡Está muy joven!
–A los 35 años no tienes mucha experiencia, pero algo muy importante es que Andrés conformó los equipos de trabajo con dos años de antelación, y eso dio la oportunidad de discutir y echar a andar la política pública.
–¿La previsión es esencial?
–La antelación de proyectos es fundamental para cualquier gobierno.
–¿Es difícil armar un proyecto de esa magnitud?
–Trabajé con David Cervantes, quien era diputado en la Ciudad de México, y con Rogelio Jiménez Ponce, entonces, en el Fondo Nacional de Fomento al Turismo, quien hoy en día es subsecretario de Comunicaciones. Me metí tiempo completo a leer, a investigar, a hacer contactos, a debatir para lograr estos seminarios.
–¿Está contento con los resultados?
–Sí, siempre se puede más, pero creo que en comparación con lo que recibimos, hay avances. Esta es la secretaría más chiquita y la más nueva, viene de la Reforma Agraria, se conformó en 2012. Había sido una secretaría de papel sobre la avenida Reforma; la gente tenía que bajar con una USB a conectarse a un café Internet y así trabajar. No había más de seis arquitectos y urbanistas; hoy día, 70 de nuestra plantilla es de carácter técnico, y cuenta con licenciaturas, maestrías o doctorados. Restructuramos por completo una secretaría que no estaba conformada, y hemos logrado gran avance en materia de vivienda.
–¿Ha podido dar viviendas a cuántas personas?
–Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que había un rezago de aproximadamente 9.5 millones de vivienda, y venía en aumento. El rezago habitacional en México está concentrado en el centro y sur: en Veracruz, el Istmo, la península de Yucatán. Para abatirlo implementamos acciones de mejora o ampliación de viviendas, no tanto viviendas nuevas. Restructuramos la política nacional, nos coordinamos con el Infonavit, Fovissste, con la Sociedad Hipotecaria Federal, con la Comisión Nacional de Vivienda, y hoy día hemos mejorado alrededor de un millón de casas a escala nacional. En agosto, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía sacará el siguiente análisis sobre nuestros avances; si bien nos va, se sumarían 500 mil o 600 mil viviendas beneficiadas. Creo que ese es nuestro mayor logro.
–¿Qué significa el concepto “arquitectura social”, que usted aplica siempre?
–Es el trabajo con la gente. En la Sedatu hacemos equipamientos en las colonias periféricas a las ciudades: una escuela, un mercado público, una plaza, un bachillerato. Buscamos llevarlos como un valor agregado a las comunidades que tienen un rezago altísimo en todos los aspectos. Consideramos que ese valor agregado de la arquitectura genera en la población mayor sentido de identidad, de arraigo.
–Román, ¿usted dialoga muchísimo con la gente?
–Un año antes de entrar con una retroexcavadora, llegamos con arquitectos y sociólogos para empezar una cartera de inversión en el municipio. Si el municipio determina que falta una preparatoria o una clínica o un mercado público, hacemos un conjunto de talleres para definir el programa arquitectónico. Siempre debe haber diálogo, comunicación con las familias, para determinar el proyecto arquitectónico.
“No sólo hacemos los equipamientos, sino que 50 por ciento de la labor es dar seguimiento, comunicarse constantemente con el municipio para verificar que estén abiertos, limpios. En cuanto a las mejoras, volvemos a invertir en otra impermeabilización. Cada dos meses evaluamos cómo va la prepa, la secundaria, el mercado, la clínica. También hacemos presión política con los municipios y estamos atrás de ellos, porque, finalmente, son ellos quienes los administran.”
–¿Qué tiene planeado para que el trabajo ya logrado no se pierda cuando usted se vaya?
–Ya no depende de uno; sin embargo, algo que hemos notado y nos da cierto alivio es que las obras que hicimos en 2019, las primeras, operan por sí solas. Los municipios las atienden de manera favorable, aunque toma tiempo, porque el municipio requiere de adecuaciones presupuestales… El chiste es la presión política. Las comunidades son las mejores aliadas porque presionan a los municipios.
–Tiene fama de estar más tiempo fuera que dentro de su oficina. ¿Cree que la burocracia aísla a cualquier funcionario de sus ciudadanos?
–Tiendo mucho a estar en campo; no me gusta la oficina. En el campo ves los problemas de cerca. Estoy fuera porque la única forma de ver que las cosas se hagan es supervisarlas uno mismo, ya que la administración pública, por su naturaleza, tiende a la evasión: “No se preocupe, jefe, todo va muy bien”. “No, no, ya está resuelto”. “Todo está perfecto”. “Secretario, ya cumplimos”, y no es cierto. La única forma de asegurarte de que se hacen las cosas es estando tú ahí. Reviso como 12 veces cada equipamiento, desde el inicio hasta el fin; desde la planeación, cimentación, estructura, superestructura, instalaciones, acabados hasta la entrega.
“Vamos a tratar de cerrar el sexenio con 350 programas municipales, que son los que dan los usos de suelo, cosa que nunca se había hecho. En la administración pasada hicieron dos y uno lo hicieron mal. Los 350 programas municipales son una tarea titánica, porque abarcan 15 por ciento del territorio nacional. La planeación da resultado a 10, 20, 30 años. Creo que es de los temas fundamentales del futuro del Estado mexicano: planear, tener los programas y los catastros actualizados, los registros públicos actualizados, porque hay programas municipales de los años 70, y en 2023 siguen dando permisos de construcción con un programa municipal de hace 50 años que ya no sirve. Si no se tienen al día esos programas, los usos de suelo se empiezan a dar sin planeación, por eso tenemos, en parte, la ciudad que tenemos.”
–¿Quiénes han sido más sensibles a los cambios en su gestión? ¿Los pobladores?
–Los más beneficiados son las mujeres y los niños que viven a 100 o a 200 metros de nuestras construcciones.
“Hicimos una encuesta a 8 mil personas y los mayores beneficiarios son jóvenes o mujeres. Entre 85 y 90 por ciento se sienten más seguros porque mejoró su entorno o la seguridad de la zona. Uno de los problemas de la planeación en el país es que los servicios básicos recaen en el gobierno municipal o en las alcaldías, que son las menos estructuradas, porque cambian cada tres años y tienen presupuestos bajos. Pocos municipios pueden invertir en agua, luz, pavimentación; su capacidad de recaudación fiscal (el predial) es mínima. Podríamos mejorarlo actualizando los catastros –base de recaudación de predial de los municipios.”