Dieciocho años después de que la cantante Sinead O’Connor rompiera en octubre de 1992 una foto del papa Juan Pablo II en el programa Saturday Night Live, el dignatario más alto de la Iglesia católica, Benedicto XVI, dijo estar “realmente apenado” por el abuso sufrido por las víctimas a manos de sacerdotes católicos en Irlanda, el país de origen de O’Connor.
Al final de una versión a capela de War, de Bob Marley, O’Connor levantó una foto de Juan Pablo II mientras cantaba la letra: “Tenemos confianza en la victoria del bien sobre el mal”. Su voz sólo se interrumpió por el sonido de la foto rasgada. Luego, arrojó los pedazos hacia la cámara, miró directamente a su lente y dijo: “Lucha contra el verdadero enemigo”.
Abundaron entonces contra la cantante condenas de organizaciones católicas, de la Liga Antidifamación; la ridiculizaron en programas de televisión y radio y hasta la abuchearon en un concierto tributo a Bob Dylan. Ella nunca se retractó.
Nueve años después de ese acto, el papa Juan Pablo II envió un correo electrónico de disculpa a las víctimas de abuso sexual perpetrado por sacerdotes y otros clérigos en Australia. Fue la única vez que reconoció públicamente un problema del que supo siempre, que ocultó y toleró.
Sinead fue la primera en el mundo en denunciar ante millones de espectadores los abusos cometidos por sacerdotes o personas vinculadas con la Iglesia católica contra niños. Ella se enteró por medio de algunos diarios irlandeses de las denuncias que presentaban los papás de las víctimas, a quienes no hacían caso. Así lo detalla en Remerberings, las memorias que le publicó Rolling Stone en 2021.
En 2009, la cantante vio con satisfacción que una comisión de prestigiosas personalidades de Irlanda hacía público un informe que detallaba los abusos que sufrieron miles de jóvenes a manos de sacerdotes y auxiliares de la Iglesia, y cómo la jerarquía católica local y el Vaticano protegieron a los depredadores sexuales e ignoraron las denuncias en su contra.
Cuando preguntaron a Sinead por los efectos mercantiles que tuvo su protesta, aclaró: “Arruiné la casa antigua que los tipos de la compañía discográfica querían comprar. Arruiné su carrera, no la mía. Y desde entonces nací para la actuación en vivo”. Recién fallecida, se le reconoce también en el mundo por su valiente y oportuna denuncia aquel 1992.