Madrid. Una erupción solar medida de forma simultánea por primera vez en la Tierra, la Luna y Marte enfatiza la necesidad de preparar la exploración tripulada frente a la radiación espacial.
Una eyección de masa coronal surgió del Sol el 28 de octubre de 2021 y se extendió por un área tan amplia que Marte y la Tierra, mientras estaban en lados opuestos del astro y a unos 250 millones de kilómetros de distancia, recibieron una afluencia de partículas energéticas.
Ésta es la primera vez que un evento solar se mide de forma simultánea en las superficies de la Tierra, la Luna y Marte, como se informa en un artículo publicado en Geographical Research Letters.
El estallido fue detectado por una flota internacional de naves espaciales que incluye el Orbitador de Gases Traza ExoMars, de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés); el robot Curiosity y el Orbitador de Reconocimiento Lunar, de la NASA; el módulo de aterrizaje lunar china Chang’e-4, y el orbitador terrestre Eu:CROPIS de DLR, de la agencia espacial alemana.
Estas mediciones simultáneas en diferentes mundos ayudan a mejorar el conocimiento del impacto de los estallidos solares y cómo el campo magnético y la atmósfera de un planeta pueden ayudar a proteger a los astronautas de ellos.
El evento, que tuvo lugar el 28 de octubre de 2021, es un ejemplo de una rara “mejora a nivel del suelo”. Durante estos fenómenos, las partículas del Sol son lo suficientemente energéticas como para atravesar la burbuja magnética que rodea a la Tierra y nos protege de los estallidos menos energéticos. Ésta fue sólo la mejora número 73 a nivel del suelo desde que comenzaron los registros en los años 40, y no se ha producido ninguno desde entonces.
Como la Luna y Marte no generan sus propios campos magnéticos, las partículas del Sol pueden llegar fácilmente a sus superficies e incluso interactuar con el suelo para generar radiación secundaria.
Pero el planeta rojo tiene una atmósfera delgada que detiene la mayoría de las partículas solares de menor energía y ralentiza las de alta.
Con la Luna y Marte como foco de la futura exploración humana, es en extremo importante comprender estos eventos solares y su impacto potencial en el cuerpo de las personas. Los astronautas se enfrentan al riesgo de enfermedad por radiación. Una dosis superior a 700 miligrays, la unidad para la absorción de ésta, puede inducir el mal a través de la destrucción de la médula ósea, lo que provoca síntomas como infección y hemorragia interna.
Si un astronauta recibe más de 10 grays, es muy poco probable que sobreviva más de dos semanas. El estallido solar de agosto de 1972 no afectó a las misiones tripuladas de Apolo 16, porque fue enviada en abril, ni a la del 17, pues ésta hizo su viaje en diciembre. Si un hombre hubiera estado en la superficie lunar cuando ocurrió el fenómeno, habría recibido una dosis de radiación similar.
En comparación, durante el evento del 28 de octubre de 2021, la dosis en la órbita del satélite de la Tierra, medida por el Orbitador de Reconocimiento Lunar, de la NASA, fue de sólo 31 miligrays. “Nuestros cálculos de los últimos eventos de mejora del nivel del suelo muestran que, en promedio, un fenómeno cada 5.5 años puede haber excedido el nivel de dosis seguro en la Luna si no se hubiera proporcionado protección contra la radiación. Comprender estos eventos es crucial para futuras misiones tripuladas a la superficie del satélite natural terrestre”, señala en un comunicado el científico Jingnan Guo, quien investigó el suceso del 28 de octubre.
Cuando comparamos las mediciones realizadas por ExoMars y el Curiosity, la protección que ofrece la atmósfera de Marte se vuelve clara: el primero midió 9 miligrays, 30 veces más que los 0.3 detectados en la superficie.
Las misiones del sistema solar interior de la ESA, Orbitador Solar SOHO y BepiColombo, también quedaron atrapadas en la explosión, lo que proporcionó aún más puntos de vista para estudiar este evento solar.
“Actualmente, vivimos en una edad de oro de la física del sistema solar. Los detectores de radiación a bordo de misiones planetarias como BepiColombo, en su camino a Mercurio, y Juice, navegando hacia Júpiter, amplían la cobertura necesaria para estudiar la aceleración y propagación de partículas energéticas solares”, comentó Marco Pinto, investigador en detectores de radiación de la ESA.