A la directora Silvana Lázaro le interesaba en su ópera prima, Canción de invierno, “hablar de la cotidianidad y del estilo de vida de la población en los estados norteños de la República, de los problemas amorosos y del autodescubrimiento de la juventud, porque cuando nos referimos a esa zona casi siempre nos remite a los flagelos del narcotráfico y de la violencia”.
La película llegará al circuito alternativo de salas en el país el jueves con 35 copias en las ciudades de Tijuana, Baja California; Monterrey, Nuevo León; Guadalajara, Jalisco; localidades de Morelos, y Ciudad de México. Después deambulará por más ciudades.
Canción de invierno aborda el proceso de autodescubrimiento de Danielle, una joven guitarrista, quien huye con su mejor amigo, pues ambos enfrentan el duelo de un rompimiento amoroso. Esto los llevará a conocer el complejo contexto fronterizo, donde tendrán que usar sus habilidades de músicos para sobrevivir y de paso tomarle el pulso a la sociedad norteña. Dos corazones rotos, dos amigos, un viaje en carretera, un nuevo amor y una profunda necesidad de encontrarse a sí mismos, son los elementos mezclados en la cinta.
En charla con La Jornada, Lázaro señaló: “filmamos una parte en la Ciudad de México, otra parte en Tijuana, Ensenada y Tecate porque a final de cuentas buscamos que el contexto fuera un espacio fronterizo. La película está rodada entre el documental y la ficción, aunque con la perspectiva de dos personas que no son del norte. En la parte documental toda la gente con la que convivimos nos mostró su cotidianidad. Está cansada de que se le represente como narco; creo que vivimos en un país muy complicado en que esas dos cosas conviven al mismo tiempo. En el norte la gente hace su vida: asiste a la escuela, va al mercado y al trabajo y al mismo tiempo hay desaparecidas. Me pareció importante mostrar esta otra perspectiva. Por supuesto, que se han hecho películas muy importantes desde esta narrativa (del narcotráfico y la desapariciones), pero al mismo tiempo conocer nuestro país, descentralizar la versión que tenemos de estos lugares, de cómo es el norte del país y abordarlo desde la mirada de los jóvenes, me pareció relevante. Tenemos un país que conocer y por el que vale mucho la pena luchar”.
Lázaro contó que Canción de invierno fue un esfuerzo muy activo: “Realizamos muchos viajes a las ciudades norteñas, donde rodamos la película para tomarle el pulso a la sociedad; por ejemplo, hay una secuencia en la que el protagonista, Diego (Andrés Lupone), se echa una cascarita con unos niños y después se pone a platicar con ellos, esos diálogos son los originales, no los escribí; únicamente creamos una dinámica de rodaje para que hablaran de sus sueños. El espacio habló por sí mismo. Ése fue el esfuerzo para que Canción de invierno mostrara esta parte del país de forma diferente”.
Agregó: “es una película que escribí pensando en retar un poco la forma de cómo las mujeres hemos sido representadas en la pantalla grande; tenía la misma edad de la protagonista, me interesaba mucho saber cuáles son las nuevas narrativas y de qué manera queremos deconstruir la forma en que el heteropatriarcado nos ha puesto en el cine. Se trata de una película que me hubiera gustado ver de niña, que ofreciera masculinidades y sexualidades diferentes. No salir de un rompimiento amoroso para entrar inmediatamente a otra relación, no repetir el cliché de que sólo un hombre puede salvar a una mujer, me interesaba mostrar el proceso de sanación interna y de redescubrimiento. Que esa fuera la travesía de la película, física, emocional y sicológicamente”.
Como escritora, directora y productora Lázaro sostuvo: “mediante la relación entre Danielle y Diego quiero redefinir lo que son las amistades, que se puede tener de amigos a hombres a los que no les representemos un objeto de deseo. Hubo muchos retos en la película, al final todas las cabezas de área somos mujeres, todas menores de 25 años cuando iniciamos la película, en 2019. Una discusión muy activa que tuvimos fue que Canción de invierno tuviera la frescura y perspectiva de una nueva generación hacia la sexualidad”.
La directora finalizó: “la amistad puede ser este acompañamiento en diferentes procesos. Danielle y Diego lo viven intensamente en este viaje, pero de forma diferente y mostrar que viajar puede cambiar la vida, pues ofrece una visión diferente de ésta. Cuando escribí el guion tenía tres ejes para salir de un rompimiento amoroso: los amigos, viajar y la música, que para mí es algo fundamental porque nos acompaña cada día; además, tiene un papel importante en la estructura dramática de la cinta”.