Robert Oppenheimer es un enigma. Detrás del éxito en taquilla del gran filme de Christopher Nolan sobre “el padre de la bomba atómica” reside el libro biográfico Prometo americano, que tomó un cuarto de siglo en su preparación y ahondar en miles de páginas de investigación, incluidos los informes de 25 años de vigilancia que hizo el FBI y entrevistas con un centenar de amigos, parientes y colegas.
El libro de unas 700 páginas luce entre los escaparates de novedades de las librerías mexicanas, y se esfuma veloz, en un tiempo acompasado con los millones de boletos vendidos en taquillas.
A la par, apenas dos semanas antes del esperado estreno de la película Oppenheimer, la cadena de televisión NBC lanzó el documental To end all war: Oppenheimer & The Atomic Bomb que permite profundizar en los hechos reales y de manera cronológica.
“Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de los mundos” se ve al científico estadunidense en una de las escenas en blanco y negro, el rostro de quien cambió el curso de la historia abarcando la totalidad del encuadre, la mirada baja, casi acuosa. La pantalla chica abre un espacio más al personaje olvidado y del que ahora todo mundo habla gracias al filme del Nolan, uno de los grandes cineastas con películas como Interestelar e Inception.
Martin J. Sherwin y Kai Bird obtuvieron el Premio Pulitzer en 2006 con la extensa biografía sobre un personaje todavía sin reivindicar por la historia y las pantallas. Prometeo americano fue publicado en español recientemente por el sello Debate.
Genio excéntrico
El enigma se abre. Un científico brillante, genio excéntrico de personalidad etérea, de cuerpo frágil y vestir elegante con sombrero pork pie, amable profesor universitario, pionero de la física cuántica, encabezó el proyecto para crear el arma más letal capaz de destruir la vida humana por completo, una daga que sigue amenazante en la actualidad. Aclamado héroe en su país, apareció en las portadas de la revista Time y Life, después fue humillado y desacreditado en la cacería de brujas del macartismo, acusado por su vínculos con el comunismo.
El 16 de julio de 1945 la luz luminosa y el silencio nervioso en el desierto de Nuevo México confirmaron el alcance de la ciencia con el éxito de la prueba Trinity que hizo estallar la primera bomba atómica. El suceso significó el triunfo de una guerra contra el cáncer del fascismo, pero también el nacimiento del arma más destructora, que unos días después acabó con 200 mil civiles en Japón. El líder de la apoteosis estadunidense vivió años de fama y gloria, para después conocer el suplicio y humillación pública.
Era atómica
Al contemplar el poder de su creación con el asesinato masivo en Hiroshima y Nagasaki anticipó los peligros de la era atómica. Su oposición en plena Guerra Fría sobre las armas que él mismo generó lo convirtieron en un paria político, una sombra de la que ya no salió en vida.
“Como aquél rebelde dios griego Prometeo, que robó a Zeus el fuego y se lo entregó a la humanidad, Oppenheimer nos dio el fuego atómico”, comparan los autores. Pero cuando quiso controlarlo los poderes fácticos reaccionaron con furia y lo castigaron.
Prometeo americano explora la personalidad enigmática que se esconde tras la armadura emocional de un complejo hombre. El calvario, el legado y la redención son el augurio de lo prodigioso y terrible narrados en “una biografía profundamente personal, documentada y escrita según la creencia de que el comportamiento público de una persona y sus decisiones (y en el caso de Oppenheimer, quizá incluso su ciencia) se rigen por las experiencias íntimas de toda una vida”.
En el libro se apunta que al participar en la creación de un arma genocida hizo un pacto fáustico, y cuando quiso cambiar los términos lo silenciaron. Encabezó la empresa de desatar el poder del átomo, pero cuando intentó advertir de los peligros, el gobierno cuestionó su lealtad y lo sometió a juicio. “Sus amigos compararon la humillación pública que sufrió con el juicio de otro científico, Galileo Galilei”.
El documental To end all war se anuncia como una exploración de la brillantez, la arrogancia y el impulso implacable de un hombre que cambió la naturaleza de la guerra para siempre.
Christopher Nolan comenta: “Al ver la historia de Oppenheimer es muy difícil hallar a otra persona en la historia que lidiara con una situación tan compleja con toda clase de preguntas imposibles, y tan pocas respuestas”.
Entre los testimonios en hora y media del trabajo dirigido por Christopher Cassel desfilan en pantalla historiadores, biógrafos y científicos, como el divulgador científico Bill Nye y el físico Michio Kaku. Entre hermosas animaciones cargadas de emotividad que recrean algunos episodios biográficos se intercalan filmaciones, fotografías y audios del propio Oppie, el espectador entra en su casa de Nuevo México, conoce la opinión de su nieto Charles. La maraña de contradicciones del personaje se diseccionan ante los ojos de la historia.
Se escucha de viva voz a otros protagonistas de primera mano, como son el general Leslie Groves, con quien encabezó el proyecto Manhattan en Nuevo México y Edward Teller, controvertido físico de origen húngaro que también colaboró en la ciudad desértica, quien traicionaría con su testimonio en contra de Oppenheimer y más tarde desarrolló la bomba de hidrógeno, todavía más destructiva que la atómica.
“No hay duda de que cambióel mundo” dice Nolan. Enseguida Oppenheimer es quien habla y alerta: “mientras los hombres sean libres de cuestionar, libres de decir lo que piensan y pensar lo que deben, la ciencia nunca retrocederá. Y la libertad nunca estará perdida del todo”.